domingo, 4 de marzo de 2012

Rafael Saiz Gamarra

–Especialista en «neurocardio». ¿Qué es eso?
–Una técnica para mejorar hablándole al corazón y escuchándole. Así, mejoramos como profesionales, padres, ciudadanos...

–Habla de la «memoria del corazón». ¿No habíamos quedado en que la memoria estaba en el cerebro?
–Ahora se sabe científicamente que el corazón también tiene memoria.

–¿Hay científicos que lo afirman?
–Sí. Por ejemplo, el doctor Josep María Caralps, que trasplantó el primer corazón en España, lo dice en su libro «Supercorazón».

–El doctor Caralps también afirma: «Un corazón nuevo puede cambiar la orientación sexual».
–Claro. El trasplantado recibe la memoria de hábitos y costumbres del donante, sus virtudes y sus vicios.

–¿Un caso de «memoria del corazón»?
–Un niño de ocho meses recibió el corazón de otro de año y medio. Cuando conoció a la madre del donante, se arrojó a sus brazos.

–Me parece un historia fantástica.
–Y hay más: le acarició la nariz como lo hacía su hijo fallecido.

–Yo pensaba que lo suyo era más bien algo romántico...
–No, se trata de ciencia. Mejor consultar al corazón que al cerebro. El corazón no se equivoca nunca. Pero hay que escucharle, cosa que no hacemos.

–No lo hacemos y así nos va como nos va, ¿no?
–Nuestros fracasos obedecen, generalmente, a que no hemos sabido escuchar a nuestro corazón.

–Supongamos que le he escuchado. ¿Y luego?
–Hay que tener el coraje de seguir lo que dice. No olvide que coraje viene de corazón.

–¿Y cómo se le pregunta?
–Mediante una sencilla técnica que favorece la comunicación entre el corazón y el cerebro, una especie de meditación en silencio.

–Ya puestos, ¿podría decirme cómo responde el corazón?
–Con palabras cortas y en tono bajo, podría decirse. Hay que practicar para escucharle, pero responde siempre.

–Ya: sólo está comunicando en caso de flechazo...

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