jueves, 31 de mayo de 2012

Cada Persona es Distinta y tiene sus Necesidades

"LAS SEIS NECESIDADES HUMANAS"



Anthony Robbins ha estudiado durante más de treinta años la conducta humana. Ha observado que los valores de las personas pueden ser diferentes, y poseer creencias, deseos y estrategias también muy variados. Sin embargo, las necesidades humanas fundamentales son las mismas para todo el mundo, con independencia de culturas, credos, edades, sexo, etc.
La teoría de las 6 necesidades humanas de Robbins es una evolución de la teoría de las necesidades de Maslow iniciada en los años 50. Una evolución simple pero al mismo tiempo muy efectiva que nos sirve también para comprender las acciones del ser humano encaminadas a satisfacer dichas necesidades.

Las necesidades humanas se pueden dividir en dos categorías:
Necesidades fundamentes: Seguridad, Variedad, Importancia, Amor/Unión
Necesidades superiores o espirituales: Crecimiento, Contribución

Cada uno de nosotros tiene una manera personal de satisfacer sus necesidades. Estas diferentas formas pueden ser constructivas, destructivas o neutras. El secreto de una vida plena es satisfacer nuestras necesidades a través de medios productivos en lugar de destructivos. Y, recordando, que tenemos siempre el poder de elegir el medio que queremos usar. 
Las 4 necesidades fundamentales son aquellas que deben ser satisfechas a toda costa, por lo que haremos todo lo posible para que esto ocurra:
1-SEGURIDAD:

La necesidad de seguridad está ligada al instinto de supervivencia, y no se refiere sólo seguridad física, sino también psicológica. Es la capacidad de evitar el dolor y buscar el placer. Necesitamos sentir que estamos en nuestra zona de confort, que podemos evitar el dolor, que podemos ser felices, que tenemos el control de la situación, que podemos evitar el estrés.

Los medios que utilizamos para sentir seguridad van desde el control a la coherencia, pasando por la identidad, las rutinas, la comida, la fe, la autoestima, las costumbres, etc. 
2-VARIEDAD:
Tenemos necesidad de seguridad, pero si pudiéramos saber por adelantado todo lo que nos va a ocurrir en cada momento del día y todos los días, nuestra vida sería terriblemente aburrida. Por eso, junto a la necesidad de seguridad tenemos la necesidad de variedad. La variedad es la sal de la vida, todos queremos algo de sorpresa, de excitación, de reto, de novedad en nuestra vida. Cuando algo es demasiado previsible, deja de resultarnos atractivo.
Algunos de los medios para satisfacer esta necesidad son: nuevas relaciones, nuevas amistades, el alcohol y las drogas, la comida, nuevos trabajos, aceptar nuevos retos,  el aprendizaje, etc.•
3-IMPORTANCIA:
Cada ser humano necesita sentirse importante, que su vida tenga sentido, ser único y especial en algo o para alguien, sentirse necesario, tener una meta.
Estos son algunos de los medios posibles para sentirnos importantes: posesiones materiales, títulos académicos, violencia, ir a la moda, tener hijos, la enfermedad, el éxito, desarrollar nuevas capacidades y conocimientos, ser voluntario, etc.
4-AMOR/UNIÓN:
Es una de las necesidades que cualquier ser humano tiene que satisfacer es el del amor. La unión a algo o a alguien, el sentimiento de pertenencia, de compartir afinidades, de intimidad, en definitiva, de sentirse parte de algo. La necesidad de amor es natural, instintiva y, además, fisiológica. 
Algunos medios posibles para satisfacer la necesidad de amor son: relaciones (pareja, familia, amigos), necesidad de aprobación, cometer actor delictivos, atraer hacia uno problemas diversos ( enfermedades, problemas emocionales, etc.), tener animales domésticos, espíritu de sacrifico, sexo, espiritualidad, etc.

Las necesidades superiores o espirituales son:
5-CRECIMIENTO:
La necesidad de crecimiento también está en la naturaleza del ser humano, y necesitamos satisfacerla para sentirnos plenamente satisfechos y realizados.
En nuestro planeta todo lo que no crece, que no se desarrolla, automáticamente es eliminado. De la misma manera tenemos la necesidad de de crecer para sentirnos verdaderamente en movimiento, para sentirnos vivos. Un ejemplo es la satisfacción interior que sentimos cada vez que aprendemos algo nuevo, aunque sea pequeño o poco importante.
6-CONTRIBUCIÓN:
Si queremos sentir que nuestra vida es realmente plena necesitamos contribuir, dar a los demás. Ayudar, servir, sentir como nuestra colaboración ayuda, mejora a alguien.
La contribución nos permite satisfacer todas las demás necesidades: nos da seguridad porque nos confirma que podemos dar algo a los demás; lo que hace que nos sintamos importantes para alguien; dar es amar e incluye una relación con el prójimo, lo que siempre lleva una dosis de variedad asegurada. Y sin duda alguna, ayudar a los demás a crecer es la mejor manera para crecer personalmente.
¡Feliz semana!
 
Isabel Sales 
Coach Personal y Formadora

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Comunicar con Pacientes Graves!!!

QUÉ SE ENTIENDE POR VERDAD?
El derecho del paciente a la información está suficientemente establecido por ley1, pero desde la perspectiva ética quizás convenga repensar los significados de un pretendido “derecho a la verdad”. Porque, ¿qué es eso de “la verdad”? Indudablemente estamos ante una palabra polisémica a la que debemos acercarnos desde distintos marcos conceptuales. Sin aclarar estas cuestiones previas difícilmente podremos ponernos de acuerdo y llegar a algún consenso. Parto de la hipótesis de que estamos, al menos, delante de tres acepciones:
A. La primera podríamos denominarla la verdad objetiva. Se trata de adecuar la palabra a la realidad material de los hechos. Esta acepción proviene del mundo de la Grecia Clásica, fundamentalmente de los platónicos, y nos habla de la existencia de un mundo de la luz y un mundo de las sombras. La tarea del "filósofo", es decir del "amigo de la sabiduría", es desvelar lo oscuro y llevarlo a la luz; pasar de la ignorancia a la verdad objetiva. A partir de ahí, por medio de convencionalismos, daremos nombre a la verdad que iluminamos. Por ejemplo, las enfermeras convienen que una puntuación < 14 en la escala de Norton objetivamente implica un alto riego de úlceras por presión para el paciente. Es una verdad convencional, pero "objetiva". En el caso de los médicos, se puede determinar que una tumoración en grado IV de Dukes supone un cáncer con un pronóstico estimado de –pongamos– menor de tres meses. Esta es la verdad...
Para los griegos este tipo de verdad no estaba al alcance de todos los humanos, sino solamente a disposición de unos cuantos. En el terreno social, sólo el rey filósofo podía determinar qué era verdadero en la polis y, en el terreno biológico, el médico era el único capaz de conocer la verdad. Esto, como luego veremos, va a tener consecuencias muy concretas. No olvidemos que la información es una fuente de poder.
Actualmente, muchos profesionales sanitarios, en sentido riguroso, sólo admitirán como verdadero lo que se ha probado experimentalmente en estudios controlados, doble ciego, prospectivos, con muestras randomizadas y –¡cómo no!–, publicado en revistas científicas de prestigio. Es el lenguaje objetivo de los datos estadísticos, si no tanto de la estadística inferencial, sí al menos de la estadística descriptiva.
B. La segunda acepción del término verdad tiene matices estrictamente morales. Resulta curioso observar cómo existe un deslizamiento conceptual de los valores lógicos (lo correcto o incorrecto) a estimaciones de verdadero / falso y de éstas a valoraciones morales de bueno / malo. Puede parecer extraño, pero las valoraciones de correcto, bello y verdadero suelen correlacionarse con la de bueno, mientras que las de incorrecto, feo y falso con el valor moral de maldad. En algunos códigos morales antiguos se llegaba a admitir que entre dos sospechosos, el "mal encarado" tenía más probabilidades de ser el delincuente. Estas valoraciones se pueden trasladar a nuestro contexto actual. Una persona sucia (llamativo el doble matiz), incorrectamente vestida... y a las dos de la madrugada, levanta en nosotros sospechas de persona peligrosa de la que conviene alejarse. De ella se espera una conducta inmoral. De igual modo se suele decir que un drogodependiente sistemáticamente miente, por lo que deducimos que lo que nos dice no sólo es incorrecto –es decir, no ajustado a la realidad– sino que tiene una catadura moral sospechosa. En la relación clínica con los pacientes se pueden esconder, de forma no necesariamente consciente, puntos de vista similares. Cuando aparece el conflicto entre los pacientes y los profesionales se tiende a pensar que aquéllos, debido a su deterioro y a sus intereses particulares, realizan planteamientos incorrectos y, por tanto, falsos; mientras que los profesionales, en función de su capacidad científica y de sus intereses generalizables, plantearán posturas correctas y, por tanto, verdaderas.
C. La tercera acepción está muy vinculada a la anterior y viene a referir la verdad como un concepto relacional desde el doble matiz de fidelidad y confianza. Esta tercera acepción proviene de una raíz histórica tan importante para nosotros como es el mundo semita, el mundo judaico.
Revisando algunos textos sagrados de los judíos (Antiguo Testamento) o cristianos (Nuevo Testamento) podemos encontrar expresiones tan sorprendentes como "la verdad os hará libres" (Jn 8, 32). ¿Se refiere a que el conocimiento, la información sobre la realidad da poder y éste te da más posibilidades de ser libre? No parece. Según los exegetas, se refiere a la verdad como un tipo de vínculo con Dios basado en la confianza y la fidelidad, siendo esto lo que realmente libera al hombre.
También resulta curioso observar algunas expresiones castellanas, probablemente con un origen semítico en su construcción. Cuando decimos que "Pedro es un amigo de verdad" nos estamos refiriendo básicamente a que nos merece toda la confianza y no al hecho de que nos vaya a desvelar el lado oscuro de su vida. Eso sí, normalmente desde la relación de confianza y fidelidad probablemente surgirá compartir eso que está oculto, pero no es condición indispensable. Veamos otra curiosa expresión: "ése es un falso". ¿Significa que es tímido o que oculta información? Más bien significa que es una persona que no inspira ninguna confianza, con la que no se puede mantener una verdadera relación.
¿PERJUDICA AL PACIENTE CONOCER LA VERDAD?
En el ámbito sanitario ante situaciones de diagnóstico y/o pronóstico grave tradicionalmente se suelen aducir distintos argumentos2 para no decir la verdad a los pacientes:
1. “Engaño benevolente”: “lo que uno no conoce no puede herirle y puede ayudarle”. Informar sólo añadiría un plus de ansiedad al paciente y esto es evitable. Es un planteamiento puramente consecuencialista.
2. Los profesionales no conocen la “verdad completa” y, aunque la conocieran, muchos pacientes no comprenderían el objetivo ni las implicaciones de la información.
3. Los enfermos con patologías graves y/o clínica de deterioro incluso cuando dicen que quieren saber, en realidad prefieren no saber.
En un estudio sobre la comunicación del diagnóstico de cáncer en España en el que se recogen los resultados de distintas investigaciones, Centeno y Núñez Olarte3 afirman que en nuestro medio un 40-70% de los enfermos con cáncer conocen la naturaleza maligna de su enfermedad aun cuando sólo un 25-50% han sido informados de ello. Por esto afirman que “el enfermo sabe habitualmente bastante más de lo que se le ha dicho” probablemente porque tiene otras fuentes de información (entre ellas su propio organismo). Este hecho obliga a que los profesionales nos esforcemos más en lograr un proceso comunicativo que acerque al paciente a su realidad ya que cuando la información no proviene del equipo que atiende al enfermo existe el riesgo de que surja en éste la desconfianza, la sensación de engaño y el conflicto.
Estos mismos autores señalan que muchos de los enfermos españoles que no reciben información realmente no la desean. Habrá que preguntarse por qué ocurre esto. Una de las hipótesis puede ser que se mueven dentro de una negación adaptativa, pero otra, no menos razonable, podemos encontrarla en los miedos del paciente para enfrentarse a la “conspiración del silencio” (luego hablaremos de ella) que se ha montado a su alrededor. Este dato está muy estudiado en los niños, pero la experiencia clínica nos dice que aparece con frecuencia en los adultos. Es muy disonante desconfiar de quien te cuida, porque conlleva para el que es cuidado más problemas que ventajas. La conspiración del silencio se convierte así en un círculo comunicativo y relacional muy perverso.
Que el desvelar la información daña más que beneficia ha sido desmentido por la investigación4. En un estudio prospectivo Centeno y Núñez Olarte5 informan que el 75% de los pacientes informados hablaba claramente de su enfermedad y de sus consecuencias con sus familiares, mientras que solamente el 25% de los no informados hacía lo mismo. Los pacientes informados identificaban con más nitidez al médico de referencia, estaban más satisfechos de su relación con él y comprendían mejor las explicaciones recibidas. Finalmente, también se encontró que los pacientes que saben su diagnóstico, no sólo no pierden la esperanza sino que muestran más confianza en el cuidado que reciben.
EL DERECHO DEL PACIENTE A LA VERDAD
El acceso a la verdad es un derecho de todos los pacientes. Sencillamente porque cada persona tiene derecho a decidir, con apoyo y conocimiento de causa, sobre aspectos tan importantes de su vida como el proceso de salud/enfermedad o de vida/muerte. Pero, ¿qué significa ser fieles a la verdad del paciente? Siguiendo las dos acepciones fundamentales de nuestra tradición, cuando al menos se cumplen estas dos condiciones:
• Informar al paciente de todo lo que quiera saber y sólo de lo que quiera saber sobre su “verdad objetiva”, material. Esta verdad la averiguaremos explorando – con técnicas comunicativas pertinentes – su mundo vital.
• Ofertarle una garantía de soporte adecuada ante la fragilidad que supone la enfermedad y la fase terminal.
Un médico o cualquier otro profesional que ante un pronóstico fatal se empeñe en informar de todo, independientemente de lo que desee el paciente, y que además luego se aleja de esa realidad tan dolorosa, abandonándole, creo que está faltando a la verdad y cayendo en el cada día más habitual “encarnizamiento informativo”.
Desconozco el posible desarrollo que ha tenido el concepto “garantía de soporte”, pero entiendo que contiene al menos estas variables:
• No abandono del enfermo cuando ya no se puede lograr su curación (estrategia de cuidados continuados).
• Un contexto en el que pueda expresar sus preocupaciones y miedos y en el que todo ello sea atendido.
• Respeto a ese contrato no escrito de confianza y de fidelidad mutua y permanente.
Por otro lado, el enfermo también tiene derecho a rechazar la información diagnóstica y/o pronóstica, y el apoyo solidario y efectivo de profesionales y voluntarios, pero para que haya rechazo tiene que haber oferta. Y esta oferta es una responsabilidad ética de todos los profesionales desde el momento en que empiezan a intervenir en su atención, cada uno con sus acentos específicos.
¿Cuándo sería aceptable, como mal menor, saltarnos el principio de alta exigibilidad moral de decir la verdad, entendida como información objetiva?: cuando previéramos unos riesgos o consecuencias realmente peores para el paciente que el hecho de transmitirle información sobre su realidad. Ahora bien, este criterio debe contemplar, al menos, seis condiciones:
• Podrá hacerse para una información concreta, no para todo el proceso.
• El perjuicio por dar la información ha de ser muy probable y estimado como muy grave.
• Información veraz, es decir, el profesional podrá no informar de todo, pero todo lo que transmita ha de ser cierto. La mentira no es admisible por principio y porque a medio plazo genera más mal que bien, truncando la confianza terapéutica.
• Siempre de manera excepcional, no debe ser considerado como lo normativo.
• El profesional que quiera aplicar la excepción ha de cargar con la prueba, es decir, deberá justificar públicamente por qué lo hace dejando constancia en la historia clínica.
• Aquél que decida la excepción se compromete a buscar, dentro de lo posible, las herramientas que permitan, en el menor tiempo, revertir las circunstancias que han justificado dicho proceder.
CÓMO ESTABLECER UNA RELACIÓN DE AYUDA
Informar a un paciente no suele considerarse un derecho de éste del que se desprende una obligación para los profesionales. La apropiación de la información por parte de éstos favorece un tipo de relación de poder/verticalizada y evita la ansiedad de tener que comunicar malas noticias que son duras de escuchar y dolorosas de decir; además la comunicación de la verdad en estos casos conlleva que el profesional debe enfrentarse a una relación de ayuda en la que no median objetos que ofrecer (pruebas, medicina...) sino angustias que compartir.
La información y la fidelidad relacional se construyen, entonces, mediante un proceso, no en sucesos puntuales, donde la clave, más que en el nivel de información, se encuentra en el nivel de comunicación afectiva y efectiva que se logra. Desde esta perspectiva podremos considerar la información válida como:
• Integradora (tiene en cuenta la realidad paciente / familia / contexto sociocultural).
• Dinámica y de doble dirección.
• Secuencial, manteniéndose atenta a la evolución de los intervinientes. Importancia del concepto "economía" de la verdad o del proceso “información a plazos”.
• Finalista, ya que puede ser un medio idóneo para: control emocional, autonomía en las decisiones, colaboración en el tratamiento, adaptación a la situación, etc.
He aquí algunas orientaciones que pueden resultar útiles para todo este proceso:
• La verdad con respecto a la información no pertenece a la primera persona que la conoce, sino a quien padece sus consecuencias, al afectado más directamente, es decir, al paciente.
• Hay que desechar expresiones como "mentira piadosa", "mentira humanista", “engaño benevolente” que tienen un cariz marcadamente paternalista. Incluso el concepto de "verdad soportable6", si no es suficientemente bien matizado, puede acabar siendo interpretado en esa línea.
• Conviene estar atentos a la "congruencia informativa" dentro del equipo, no sólo para ser fiel a los datos, sino también a la realidad de la persona enferma.
• Ser maestros en el arte de explorar si el paciente quiere saber la verdad y hasta qué punto está dispuesto a escucharla. Recordar que también tiene derecho a ignorar y a negar, siempre y cuando esto no implique consecuencias muy graves para terceros.
• Generar en nuestros equipos un "ambiente de verdad, una atmósfera de verdad": desde la presencia significativa y la comunicación abierta.
• Establecer espacios de confianza e intimidad porque las preguntas y las intuiciones que tienen que ver con la vida y la muerte requieren cercanía, no científicos distantes ni palmoterapia paternalista.
• No olvidar que somos ciudadanos y además potenciales enfermos y clientes del sistema. Ser fieles a la verdad del paciente también supone compromiso de denuncia de la "mentira patológica" de aquellos que dicen que el sistema es justo a pesar de la exclusión de determinados pacientes, por ejemplo, de las Unidades de Cuidados Paliativos, en función de su emplazamiento geográfico, etc. Al cáncer se le denomina el "asesino silencioso". También nuestros silencios producen cánceres: el de la indiferencia y el de la exclusión tolerada.
LA CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO. SUS CAUSAS
Una de las cuestiones más singular, quizás paradigmática, en la que aparece el conflicto técnico-ético en cuanto a la información, la tenemos en la llamada Conspiración del Silencio7 que podemos definir como el acuerdo implícito o explícito, por parte de familiares, amigos y/o profesionales, de alterar la información que se le da al paciente con el fin de ocultarle el diagnóstico y/o pronóstico y/o gravedad de la situación. Detengámonos en ella por lo frecuente y sintomático de su aparición.
Las familias, en nuestro medio, son generalmente contrarias a que se informe a los pacientes: en una investigación de Senra Varela y col8 esto se daba en el 61% de los familiares, elevando otros estudios este dato al 73%.
En la clínica observamos dos razones de fondo que explican esta relación de tipo triangular (familia-profesional-paciente). En primer lugar, la justificación explícita que los familiares suele dar es del tipo: “no debemos aumentar la preocupación ni la angustia del paciente; por amor, tengo la obligación de protegerle, ya está suficientemente herido por la enfermedad; informándole no le aportamos nada positivo”. Es una argumentación con aparente lógica interna, pero que no se suele corresponder con la realidad. Por un lado, parece demostrado que aunque a corto plazo la información de una mala noticia puede aumentar la ansiedad y el disconfort, las consecuencias a medio plazo justifican esta medida. Con la conspiración del silencio el paciente puede sentirse incomunicado, no comprendido, engañado y esto puede fácilmente potenciar sintomatología ansiosa o depresiva con un componente importante de miedo y de ira. Además, esta situación disminuye el umbral de percepción del dolor y de otros síntomas e impide la necesaria ventilación emocional, no sólo para el paciente sino también para el resto de la familia. Si seguimos situándonos en el mundo de las consecuencias, tampoco podemos olvidar que se inhabilita al paciente para “cerrar” asuntos importantes que quizá hubiera querido resolver (desde legados testamentarios hasta aspectos más vinculares o emocionales) y que esta situación puede también dificultar la elaboración del duelo.
La impresión que da, y ésta es la segunda razón que explica la conspiración del silencio, es que la familia tiene dificultades para enfrentarse al sufrimiento de lo que sucede y que desearían negarlo. Como que “de lo que no se habla no existe” cuando en realidad, en muchísimas ocasiones, en este contexto “no contar puede decir mucho más que contar.” Desde esta perspectiva, tanto desde el punto de vista técnico como ético, conviene distinguir entre las necesidades reales del paciente y las de sus familiares y allegados.
En un trabajo ya mencionado3 se afirma que “la alta incidencia de conspiración del silencio en nuestra sociedad se debe a que las familias españolas son precisamente sensibles a la hora de asumir las necesidades del enfermo. No es ignorar su autonomía. El paciente puede ejercer su autonomía (p. ej. demandando información) o también delegarla (confiando a la familia el tema de la información) cuando interprete que será beneficioso en su situación. El enfermo debe decidir cuánta autonomía quiere ejercer y esa cantidad puede variar de una a otra cultura”. Estoy en desacuerdo con este tipo de afirmaciones. En primer lugar, ¿qué más da si el paciente demanda o no información si existe el acuerdo –implícito o explícito– de ocultarle la realidad? El poder preguntar no es condición suficiente para ejercer la autonomía. En segundo lugar, ¿delegar en alguien para que sea el receptor de la información significa darle permiso para que te engañe? La conspiración del silencio, en principio, es una decisión de la familia, apoyada por los profesionales y esto es precisamente lo contrario a “no ignorar su autonomía”. Conviene recordar que no seguir informando a un paciente porque esté desarrollando una negación adaptativa es una cuestión muy distinta a la conspiración del silencio.
La conspiración del silencio también tiene que ver con la dificultad de los profesionales en dar malas noticias. Cuando, por ejemplo, un profesional le dice a un paciente en fase terminal con metástasis multisistémicas que “podemos ir controlando la enfermedad. Ahora toca esperar y cuando se haya estabilizado nos plantearemos continuar con el tratamiento” está actuando desde lo que podíamos denominar la “conspiración de la palabra (speech)9”, entrando en una dinámica de engaño difícilmente justificable desde el punto de vista moral.
LA CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO. SU ABORDAJE
Desde un análisis más principialista, ya hemos apuntado que la información es un derecho del paciente. Él es el protagonista de todo su mundo vital y sin información ni puede ejercer un consentimiento informado para las decisiones terapéuticas ni podrá asumir esa situación vital tan decisiva que está viviendo.
Aquí aparece claramente otra de las vertebraciones entre ética y técnica comunicativa. El hecho de que la información sea un derecho del paciente no significa que debamos argumentar necesariamente desde ahí para desmontar la conspiración. Una acusación velada al familiar de que no está respetando este derecho puede ser vivida como un reproche de “no respeto” o de “no cuidado” y generar reacciones agresivo-defensivas. El argumento a transmitir no es que él lo está haciendo mal sino que “la no información puede ser contraproducente para el necesario proceso de adaptación del paciente”. Cuidar estos aspectos es de enorme relevancia porque la incapacidad habitual del familiar que defiende la conspiración del silencio no está tejida desde el deseo de perjudicar al paciente, sino desde un deseo primario y muy respetable de proteger a alguien a quien ama y que además está en una situación de enorme vulnerabilidad.
También debemos considerar que cuando un familiar plantea la conspiración del silencio, estamos ante alguien que tiene una necesidad de contención de sus propias ansiedades. Esta situación exige un proceso comunicativo con él, con estrategias técnicas contrastadas, que logre que se sienta acogido y cuidado. El familiar no puede ser utilizado sólo como un medio para un fin, sino que él también, al igual que el paciente, es un fin en sí mismo y tiene derecho a ser acompañado en sus dificultades porque la experiencia de sufrimiento también pertenece al familiar.
Si se produjera la situación excepcional de que el familiar sigue manteniendo una postura estricta de no información frente a un paciente que desea ser informado, nosotros podremos decidir unilateralmente informar al paciente; ahora bien, esta decisión será éticamente justificable si realmente hemos trabajado a fondo el proceso comunicativo con la familia. Estaríamos ante una situación de dobles lealtades e, indudablemente, tendríamos que optar aunque sin olvidar que proteger un derecho (del paciente) no nos exime de la responsabilidad de cuidar el proceso (el de intentar llegar a un consenso con la familia). La conspiración del silencio no parece compatible con la relación de confianza que debe existir entre equipo y paciente, pero el desvelamiento de la información en contra de la opinión de la familia también genera una fractura de la confianza entre ésta y el equipo, de ahí que –insistimos– sólo pueda ser justificada, como mal menor, cuando hayamos agotado todas las posibilidades comunicativas. Esta es una situación difícil, pero no podemos permitir que acabe siendo la familia –y no el propio paciente– quien decida el grado de información que debe de recibir éste por mucho que sea una práctica común en nuestro universo cultural10. Que algo exista no justifica su bondad.
Coincido con Latimer11 en que “la verdad da soporte a la esperanza mientras que el engaño, independientemente de su amable motivación, conforma la base del aislamiento y la desesperación. El escalón crítico yace en balancear esperanza y verdad en una combinación que no sólo refleje la realidad sino que también conforte y dé fuerzas al paciente para resituar sus fines y para que pueda continuar expresándose como la persona única que es”.
También afirmo, siguiendo a Bartholome12 que “los profesionales sanitarios van poco a poco descubriendo que la aquiescencia, la obediencia y la complacencia del paciente no son objetivos deseables para la toma de decisiones. Si un paciente habitualmente no nos pide información, no tiene preguntas acerca de lo que se está proponiendo y parece con voluntad de seguir cualquier sugerencias de los profesionales, esto nos debería de llevar a preguntarnos si realmente estamos comunicando, si el paciente realmente comprende o si hay otros factores que inhiben la participación del paciente en la toma de decisiones”.
COMUNICACIÓN Y DELIBERACIÓN
Desde mi punto de vista el problema de la información no es un dilema, como se ha llegado a afirmar, entre los principios de autonomía y beneficencia, sino entre autonomía y no-maleficencia. Tan maleficente puede ser el encarnizamiento informativo (informar de un diagnóstico o pronóstico negativos a un paciente que no quiere saber), como la conspiración del silencio frente a un paciente que desea ser informado.
Aquí aparece, una vez más, la dialéctica entre técnica y ética, entre comunicación y deliberación. La información es un acto clínico –esto está admitido en la práctica y además recogido en la ley1–, desafortunadamente es probable que todavía falten años para que la legislación recoja que también lo son la comunicación terapéutica y la deliberación.
Ciertamente, el profesional puede mantener una comunicación terapéutica adecuada, según las circunstancias y posibilidades, con una persona con enfermedad de Alzheimer en fase avanzada, pero difícilmente podrá deliberar con ella. De todos modos, aquí estamos en el terreno de las excepciones porque la mayor parte de los pacientes, mientras no se demuestre lo contrario, son autónomos moralmente, es decir, sujetos capaces de regular su vida y de tomar decisiones sobre su proyecto vital. Esto significa que la obligación moral del profesional no estriba únicamente en comunicarse adecuadamente con el paciente desde un punto de vista terapéutico utilizando todas las estrategias comunicativas que aporta el counselling, sino que también debe establecer con él procesos deliberativos que realmente le ayuden en la toma de decisiones. ¿Dónde está la dificultad? En mi opinión, en la asunción real de que el paciente es un interlocutor válido en condiciones de simetría moral, es decir, un equal moral del que me he convertido en compañero de un viaje que no es el mío.
La comunicación tiene mucho de ciencia, pero también es un arte; lo mismo ocurre con la deliberación y ambas se necesitan. La comunicación sin deliberación puede convertirse en una herramienta seductora, manipulativa o coactiva aunque mantenga una intención beneficente. La deliberación sin comunicación terapéutica puede resultar imposible o, al menos, claramente infructuosa.
La comunicación, como arte, supone asumir el riesgo de la diversidad. Los procesos informativos por escrito (panfletos informativos, formularios de consentimiento informado cerrados, etc.) son generalistas, están dirigidos a un interlocutor estándar y, sin embargo, la comunicación terapéutica exige adaptarte al otro, a su realidad, a sus sesgos cognitivos, a sus miedos, a su realidad axiológica, y también supone asumir el riesgo de ser uno mismo, porque en la comunicación también entramos nosotros desde nuestras ideas –más o menos racionales o irracionales–, nuestros afectos y nuestros valores. Hay pautas, pero hay incertidumbre, hay claves, pero hay que abrirse a la sorpresa, hay normas, pero también una petición de calidad para contemplar las excepciones.
El encuentro con el otro doliente –es decir, con el ciudadano enfermo– supone la oportunidad del crecimiento mutuo, de modular las convicciones para no caer en dogmatismos, de ejercitar el derecho a la progresión moral y a la búsqueda conjunta de la verdad. En el fondo, es la carrera permanente por la utopía, por el ir más allá de lo establecido en el protocolo, en lo políticamente correcto, en el comportamiento que se queda simplemente en lo no-maleficente.
En este sentido la comunicación, que pretende ser una herramienta básica para la simultánea o posterior deliberación moral, tiene algunas claves que quizás convenga recordar:
a) Explorar permanentemente; no dar nada por supuesto. No hay un paciente igual a otro, cada persona es un mundo y dentro de cada persona las cambiantes circunstancias que inciden en la salud pueden llevarle por nuevos derroteros clínicos y morales.
b) Identificar no sólo los problemas que yo como profesional, en función de mi experiencia clínica, puedo objetivar sino también aquellas preocupaciones que el paciente subjetivamente puede estar viviendo. Cuando los problemas que yo objetivo no tienen nada que ver con lo que le preocupa al paciente, cambia la sintonía y, por tanto, la comunicación. Yo puedo estar en onda media y el paciente en frecuencia modulada.
c) Fomentar la actitud de la empatía y su correlato, en forma de habilidad, de la respuesta empática. Ello supone captar el mundo interno del otro en el ámbito de los hechos, de las emociones y de los valores, pero también tener la capacidad de expresarle que hemos captado ese mundo interno. No olvidar que sin respuesta empática yo puedo haber escuchado atentamente, pero mi escucha, sin devolución adecuada, puede no haber tenido un resultado terapéutico. La empatía no sólo favorece que el otro se sienta escuchado, sino también que pueda seguir explorando su mundo interno, sin miedo a adentrarse en él, para posteriormente ir tomando decisiones.
d) Actuar desde la congruencia o autenticidad, más allá de la mera sinceridad. Ser congruente no significa que yo “le tenga que soltar” todo lo que pienso o siento sobre él –eso sería espontaneidad patológica–, sino que aquello que exprese esté correlacionado con lo que pienso y siento. El paciente enseguida identifica cuándo estoy diciendo frases hechas que no siento o cuándo hago una inadecuada declaración de buenos deseos que nada tienen que ver con la realidad.
e) Propiciar la creación de un vínculo terapéutico. Sin éste, no hay cambio posible. Si el profesional no se vincula a fondo o la vinculación es estrictamente instrumental (“te cuento la analítica si me la pides, pero no se te ocurra preguntarme qué creo que se debe hacer con la propuesta de cirugía…”) tendremos procesos informativos, pero no comunicativos y, por supuesto, ni atisbos de deliberación moral. Frente al miedo a la sobreimplicación, la experiencia nos dice que, paradójicamente, cuanto más se implica el profesional menos se quema porque se sitúa ante un sujeto en el que reconoce, signos, síntomas y disfuncionalidades, pero también capacidades, estrategias y valores. Ello provoca que el encuentro terapéutico sea más intenso, pero también que el profesional salga fortalecido por lo mucho que puede incorporar de la riqueza del otro.
En definitiva, la comunicación en el ámbito sanitario puede ser un arte que plenifique a las dos partes.

jueves, 24 de mayo de 2012

Se Feliz desde las Cinco de la Mañana

Cada mañana, el molesto zumbido del despertador nos levanta. Saltamos de la cama al suelo, nos dirigimos al cuarto de baño con los párpados pegados, nos vestimos con lo primero que cogemos del armario y salimos corriendo por la puerta sin tomar un bocado porque ya llegamos tarde al trabajo. Y así, día tras día, semana tras semana. Pues bien, lo estamos haciendo todo mal. Si queremos madrugar y ser felices –aunque muchos no lo crean, es posible–, debemos intentar darle a nuestro cuerpo el tiempo que necesita para activarse cada mañana. A continuación presentamos paso por paso el proceso ideal a seguir, en diez pasos sucesivos.
1.– Planifícate
Antes de meternos en la cama abatidos por el cansancio, resulta bastante rentable dedicar cinco minutos a pensar qué vamos a hacer la mañana siguiente. ¿Qué ropa nos vamos a poner? ¿Qué vamos a desayunar? ¿Vamos a coger el autobús o a utilizar el automóvil? E, incluso, ¿qué es lo que tenemos que hacer en el trabajo a primera hora? Aunque parezca una actividad morosa y cansina en un momento en el que lo que más nos apetece es echarnos a dormir, pensar un poco antes de meternos en la cama sobre lo que vamos a hacer la mañana siguiente nos evitará tener que ir con prisas, tomar decisiones precipitadas mientras aún nos despertamos y estresarnos a primera hora.
¿Cuántas veces nos hemos dicho “si me hubiese levantado cinco minutos antes, habría llegado a tiempo al trabajo”, mientras vemos marcharse el autobús que deberíamos haber tomado? En demasiadas ocasiones, intentamos apurar hasta el máximo el tiempo en la cama, pero no nos damos cuenta de que haciéndolo estamos consiguiendo precisamente lo contrario, que es ir con el tiempo pegado a los talones desde primera hora. Levantarse diez minutos antes nos permitirá tomarnos la mañana con más calma y poder cumplir el horario previsto sin inesperadas sorpresas.
3.– Pon un sonido agradable en el despertador
Olvídate de los pitidos molestos y estridentes que te sacan del sueño más profundo como si una bomba hubiese explotado a tu lado. Aunque no tengan el efecto vigorizante –y enervante– del despertador convencional, utilizar un sonido suave y relajante nos ayuda a abandonar el estado de somnolencia poco a poco, sin grandes sobresaltos y dándonos la posibilidad de desperezarnos de forma relajada. Eso sí, terminantemente prohibido utilizar para esta tarea una canción que nos encante.
4.– Incorpórate poco a poco
Lo peor que podemos hacer al sonar el despertador es saltar de la cama y ponernos de pie de inmediato, listos para correr hacia el cuarto de baño. Es preferible, especialmente para aquellos con problemas de cervicales o que sufran de hipotensión, ir paso a paso: incorporarse en la cama en primer lugar, apoyar los pies en el suelo a continuación, esperar unos instantes y finalmente, erguirnos en el dormitorio.
5.– Estírate
Al ponerte de pie es bastante aconsejable realizar un pequeño calentamiento con el objetivo de favorecer el flujo sanguíneo que llega a los músculos. Céntrate en especial en aquellos que vayas a emplear en tu trabajo, y que notas más cargados al final de la jornada laboral, los que más sufren. Realizar dichos ejercicios con la ventana abierta es aconsejable si queremos mejorar nuestra capacidad pulmonar.
Muchas personas prefieren tomarse un baño por la noche, al volver del trabajo. Sin embargo, ducharse por la mañana es, además de una forma de despejarnos, la mejor manera para poner en marcha nuestra circulación y decirle a nuestro cuerpo que ya nos encontramos listos para un nuevo día. Se recomienda mezclar el agua fría con el agua caliente, ya que la primera contrae los vasos sanguíneos y la segunda los dilata, contribuyendo a mejorar la circulación de nuestro cuerpo.
7.– Vístete lento, que tienes prisa
Sentirnos confortables con nuestra apariencia es una de las mejores maneras de reforzar nuestra seguridad y autoestima a lo largo del día. Por ello, coger lo primero que tenemos a mano, sólo porque es lo primero que se nos ha ocurrido, nos puede llevar a pensar que estamos ofreciendo una mala imagen ante los demás cuando nos miramos a un espejo horas más tarde. Dedicar un poco más de tiempo a elegir adecuadamente nuestro vestuario, a peinarnos y maquillarnos con el objeto de sentirnos satisfechos con nuestra apariencia es la mejor forma de encarar, por ejemplo, un encuentro con un cliente.
8.– Tómate tu tiempo para desayunar
Por supuesto, no salgas de casa con el estómago vacío. Se trata de la comida más importante del día en cuanto es la que nos ha de administrar la mayor parte de nutrientes y azúcares necesarios para recuperar la energía que hemos consumido durmiendo: recuerda que has pasado ocho horas sin probar bocado. Empezar tu jornada laboral con un agujero en el estómago es el equivalente alimenticio a acudir al trabajo en pijama o habiendo dormido una hora, algo que jamás se nos pasaría por la cabeza.
9.– Despídete de tu familia
Charlar durante unos instantes con tu familia, pareja o compañeros de piso, es una forma de sentir antes de abandonar la vivienda que uno forma parte de un contexto, ajeno al del trabajo, donde es apreciado y querido. El recuerdo del apoyo de tus seres queridos te servirá de refuerzo a lo largo de la jornada laboral, en esos momentos en que nos sintamos desesperados y solos.
10.- Camina al trabajo
No siempre es posible, pero dar un corto paseo, aunque sea aparcando el coche un poco más lejos que de costumbre, es una adecuada manera de realizar una pequeña actividad física que desperece nuestro cuerpo de buena mañana, nos permita tomar aire y preparar nuestro cuerpo y mente para un largo día.

Aprende a disfrutar cada día

Parece que el mundo (el complicado entorno laboral, las responsabilidades familiares, las exigentes aspiraciones…) conspira continuamente con el objetivo de hacernos la vida difícil. Cada vez resulta más difícil encontrar algo nos haga sentir bien. Sin embargo, y en lugar de fijarnos en lo que el exterior nos ofrece, deberíamos pensar en los recursos interiores que poseemos para alegrar nuestro ánimo. Estos son diez pequeños pensamientos que  debes tomar en cuenta para sentirte mejor:
Relativiza. Todo es una mezcla. La vida es un cúmulo de hechos buenos y malos, de acontecimientos positivos y negativos. Reparar sólo en una perspectiva es tener una visión demasiado simplista. Todo lo que nos ocurre, incluso cuando no es querido, puede sernos útil en algún sentido. Las cosas son blancas y negras al mismo tiempo…
La percepción importa. Muchos de los problemas que tenemos provienen no de ellos mismos, sino de la forma en que los observamos. A menudo son nuestras preconcepciones, sentimientos y creencias los que acaban por dibujar la forma en que recibimos y vivimos las cosas que nos pasan. En ese caso, modificando nuestra forma de pensar podremos sacar más provecho de lo que nos ocurre.
Cuida tu cuerpo. Si lo corporal no está ajustado lo mental no funciona.Seguir una rutina alimenticia adecuada, hacer deporte con moderación y mantener una actitud físicamente activa ayuda a que el cerebro tenga los nutrientes adecuados para fabricar una forma de ver la vida mucho más positiva.
Dibuja pequeños proyectos para cada día. Una de las cosas que más mejora el ánimo es tener metas por alcanzar. Plantearse todos los días nuevas cosas que hacer, o dar más pasos en las que ya se han iniciado, lleva a una mejora segura en el estado mental. Realizar una lista cada noche de pequeñas cosas por hacer al día siguiente es una rutina de lo más importante.
Aprende a disfrutar de tu compañía. Estar en soledad, disfrutando de ese momento y analizando las cosas, buenas y malas, que han ocurrido, o simplemente buscando un espacio en el que poder desconectar de la velocidad del día a día es esencial. Dedícate un tiempo diario y todo irá mejor.
Todo es pasajero. Los triunfos, las derrotas, las alegrías y los disgustos que nos llevamos son transitorios. Esas cosas que hoy parecen tan importantes mañana habrán pasado, y lo que hoy vemos como un desastre quizá mañana sea reemplazado por una noticia fantástica. De modo que es útil ver la vida con moderación, sabedores de que las desgracias no duran mucho.
Evita los problemas recurrentes. Si te conoces mínimamente, sabrás qué situaciones te hacen sentirte mal. En muchas ocasiones dejamos que los demás nos arrastren hacia ellas o simplemente no sabemos colocar las barreras necesarias para que no nos atrapen. Sé tajante con las cosas que te hacen sentirte mal y no te dejes vencer por ellas.
El éxito siempre ocurre a largo plazo. Debemos actuar pensando en que, al final de la vida, podamos volver la vista atrás y contemplar las cosas con satisfacción, considerando que hemos logrado algunos de los objetivos que nos habíamos propuesto y que, pese a todo, estamos contentos con la vida que hemos vivido. Por lo tanto, no dejes que los reveses cotidianos te desanimen. Esto es una carrera de fondo…
El problema a veces eres tú. Muchas personas no consiguen las metas que se proponen porque se sabotean sin darse cuenta. Quieren llegar a la meta pero sus acciones son justo las contrarias de las que se precisan para alcanzarla. El problema es que suele ser un proceso inconsciente, por lo queno está de más hacer balance y valorar hasta qué punto nuestras acciones se corresponden con nuestras intenciones.
Sé consciente de tus avances. El camino hacia la autorrealización es largo y está hecho de pequeños triunfos que a menudo pasan inadvertidos. Lo ideal es reconocerlos: recompénsate por tus avances. Muy raramente vamos a conseguir lo que queremos de golpe. Lo más habitual es que vayamos avanzando con pasos cortos, pero no por ello menos importantes. Cuando los logres, deja que tu autoestima se apunte un tanto. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

Se Feliz por la mañana

 Cada mañana, el molesto zumbido del despertador nos levanta. Saltamos de la cama al suelo, nos dirigimos al cuarto de baño con los párpados pegados, nos vestimos con lo primero que cogemos del armario y salimos corriendo por la puerta sin tomar un bocado porque ya llegamos tarde al trabajo. Y así, día tras día, semana tras semana. Pues bien, lo estamos haciendo todo mal. Si queremos madrugar y ser felices –aunque muchos no lo crean, es posible–, debemos intentar darle a nuestro cuerpo el tiempo que necesita para activarse cada mañana. A continuación presentamos paso por paso el proceso ideal a seguir, en diez pasos sucesivos.
1.– Planifícate
Antes de meternos en la cama abatidos por el cansancio, resulta bastante rentable dedicar cinco minutos a pensar qué vamos a hacer la mañana siguiente. ¿Qué ropa nos vamos a poner? ¿Qué vamos a desayunar? ¿Vamos a coger el autobús o a utilizar el automóvil? E, incluso, ¿qué es lo que tenemos que hacer en el trabajo a primera hora? Aunque parezca una actividad morosa y cansina en un momento en el que lo que más nos apetece es echarnos a dormir, pensar un poco antes de meternos en la cama sobre lo que vamos a hacer la mañana siguiente nos evitará tener que ir con prisas, tomar decisiones precipitadas mientras aún nos despertamos y estresarnos a primera hora.
¿Cuántas veces nos hemos dicho “si me hubiese levantado cinco minutos antes, habría llegado a tiempo al trabajo”, mientras vemos marcharse el autobús que deberíamos haber tomado? En demasiadas ocasiones, intentamos apurar hasta el máximo el tiempo en la cama, pero no nos damos cuenta de que haciéndolo estamos consiguiendo precisamente lo contrario, que es ir con el tiempo pegado a los talones desde primera hora. Levantarse diez minutos antes nos permitirá tomarnos la mañana con más calma y poder cumplir el horario previsto sin inesperadas sorpresas.
3.– Pon un sonido agradable en el despertador
Olvídate de los pitidos molestos y estridentes que te sacan del sueño más profundo como si una bomba hubiese explotado a tu lado. Aunque no tengan el efecto vigorizante –y enervante– del despertador convencional, utilizar un sonido suave y relajante nos ayuda a abandonar el estado de somnolencia poco a poco, sin grandes sobresaltos y dándonos la posibilidad de desperezarnos de forma relajada. Eso sí, terminantemente prohibido utilizar para esta tarea una canción que nos encante.
4.– Incorpórate poco a poco
Lo peor que podemos hacer al sonar el despertador es saltar de la cama y ponernos de pie de inmediato, listos para correr hacia el cuarto de baño. Es preferible, especialmente para aquellos con problemas de cervicales o que sufran de hipotensión, ir paso a paso: incorporarse en la cama en primer lugar, apoyar los pies en el suelo a continuación, esperar unos instantes y finalmente, erguirnos en el dormitorio.
5.– Estírate
Al ponerte de pie es bastante aconsejable realizar un pequeño calentamiento con el objetivo de favorecer el flujo sanguíneo que llega a los músculos. Céntrate en especial en aquellos que vayas a emplear en tu trabajo, y que notas más cargados al final de la jornada laboral, los que más sufren. Realizar dichos ejercicios con la ventana abierta es aconsejable si queremos mejorar nuestra capacidad pulmonar.
Muchas personas prefieren tomarse un baño por la noche, al volver del trabajo. Sin embargo, ducharse por la mañana es, además de una forma de despejarnos, la mejor manera para poner en marcha nuestra circulación y decirle a nuestro cuerpo que ya nos encontramos listos para un nuevo día. Se recomienda mezclar el agua fría con el agua caliente, ya que la primera contrae los vasos sanguíneos y la segunda los dilata, contribuyendo a mejorar la circulación de nuestro cuerpo.
7.– Vístete lento, que tienes prisa
Sentirnos confortables con nuestra apariencia es una de las mejores maneras de reforzar nuestra seguridad y autoestima a lo largo del día. Por ello, coger lo primero que tenemos a mano, sólo porque es lo primero que se nos ha ocurrido, nos puede llevar a pensar que estamos ofreciendo una mala imagen ante los demás cuando nos miramos a un espejo horas más tarde. Dedicar un poco más de tiempo a elegir adecuadamente nuestro vestuario, a peinarnos y maquillarnos con el objeto de sentirnos satisfechos con nuestra apariencia es la mejor forma de encarar, por ejemplo, un encuentro con un cliente.
8.– Tómate tu tiempo para desayunar
Por supuesto, no salgas de casa con el estómago vacío. Se trata de la comida más importante del día en cuanto es la que nos ha de administrar la mayor parte de nutrientes y azúcares necesarios para recuperar la energía que hemos consumido durmiendo: recuerda que has pasado ocho horas sin probar bocado. Empezar tu jornada laboral con un agujero en el estómago es el equivalente alimenticio a acudir al trabajo en pijama o habiendo dormido una hora, algo que jamás se nos pasaría por la cabeza.
9.– Despídete de tu familia
Charlar durante unos instantes con tu familia, pareja o compañeros de piso, es una forma de sentir antes de abandonar la vivienda que uno forma parte de un contexto, ajeno al del trabajo, donde es apreciado y querido. El recuerdo del apoyo de tus seres queridos te servirá de refuerzo a lo largo de la jornada laboral, en esos momentos en que nos sintamos desesperados y solos.
10.- Camina al trabajo
No siempre es posible, pero dar un corto paseo, aunque sea aparcando el coche un poco más lejos que de costumbre, es una adecuada manera de realizar una pequeña actividad física que desperece nuestro cuerpo de buena mañana, nos permita tomar aire y preparar nuestro cuerpo y mente para un largo día.

domingo, 20 de mayo de 2012

Ayudala a ser Muy Feliz


El Universo tiende al caos y la entropía, dice la segunda ley de la termodinámica. Y con él, nuestra vida diaria, que se encuentra cada vez más anegada por artilugios extraños, obligaciones que nunca sospechábamos que tendríamos y toda una serie de servidumbres laborales o familiares que, al contrario de lo que podríamos pensar, no nos hacen más felices. Lo mismo ocurre en la relación con nuestras parejas: si al comienzo todo parecía marchar sobre ruedas, cuando debemos empezar a convivir con nuestra amada la situación comienza a cambiar y todo son agobios, problemas y obstáculos a superar. En un gran número de ocasiones, esto se debe a queno sabemos imponer a las obligaciones de nuestra vida diaria un criterio claro, por lo que pasamos de dedicar todo el tiempo a nuestras parejas a enredarnos con multitud de actividades inútiles.
El psicólogo de la Universidad de Chicago Fred B. Bryant manifestaba recientemente que aún somos bastante malos a la hora de desarrollar herramientas para vivir la felicidad cotidiana, y que seguimos recurriendo a plantearnos altas metas que, en teoría, consideramos que son las que garantizarán nuestro bienestar. Algo semejante ocurre con el género masculino cuando intenta, con escasa fortuna, hacer felices a sus mujeres: que apunta en la dirección equivocada, demasiado alto, cuando la diana se encuentra mucho más abajo.
Así pues, la felicidad se encuentra en los pequeños detalles. Pero también la infelicidad: realizar una y otra vez algo que enfade a nuestras parejas es la mejor forma de erosionar, poco a poco, nuestra confianza. En muchas ocasiones, un gran proyecto, como puede ser un viaje a un destino exótico o una cena inesperada, aunque agradable, puede ser simplemente una forma de enmascarar un problema de fondo. Es preferible vivir un día a día adecuado que desvivirse en grandes gestos. Aquí presentamos diez consejos útiles para hacer feliz a nuestra pareja en el marco de nuestra cotidianidad.
1.- Muéstrate entusiasta
“¿Quedamos mañana para cenar?” Ante tal pregunta planteada por el miembro femenino de la relación, el hombre tiene dos caminos: expresar sus pocas ganas de hacerlo o contestar con euforia, manifestando que no hay nada que desee más en el mundo. No se trata de mentir ni fingir, claro está, sino de hacer a nuestra compañera partícipe de nuestros sentimientos positivos, proporcionando la debida retroalimentación a sus propuestas. Si no somos capaces de hacer entender a nuestra pareja que lo pasamos bien con ella, por mucho que así lo sintamos en nuestro fuero interno, tendremos un problema.
2.- Sé un caballero
La espontaneidad y andarse sin rodeos han sido considerados durante las últimas décadas como dos virtudes del hombre contemporáneo: la caballerosidad parece ser ya cosa del pasado. Esta concepción se encuentra tan extendida que ha terminado dando lugar a una coyuntura en la que muchos varones consideran que ser zafio y baboso, aunque sea utilizando el humor como coartada, es algo apreciado por sus mujeres. Por el contrario, mostrar una cierta cortesía y educación y emplear cierta galantería que trate a las mujeres como damas y no como meros objetos de deseo siempre es bien recibido. No hace falta tampoco ser un relamido petulante, claro está, pues ello sólo nos llevará a parecer ridículos. En el punto medio está la virtud.
El reparto de las tediosas labores diarias es uno de los puntos más críticos en toda convivencia de pareja. Aunque poca gente disfruta de las mismas, debemos evitar considerarlas como una pesada carga asociada con emociones negativas, pues es el camino más fácil a que comencemos a intentar escaquearnos de las mismas. Una situación que probablemente dará lugar a enfrentamientos continuos, si no sois capaces de dividir vuestros papeles de forma equitativa.Mostrar iniciativa aquellos días que dispongas de más tiempo o te sientas con más fuerzas es una de las mejores señales ante tu pareja, pues si intentas esquivar tus obligaciones continuamente pensará que estás sugiriendo que debe ser ella la que lo haga como mujer que es.
4.- Proporciónale el espacio necesario
Todos necesitamos disponer cada día de un tiempo y un lugar para nosotros mismos. Ello no implica que nuestra pareja nos quiera menos o no quiera estar con nosotros, pero muchos hombres no comprenden que este espacio es necesario para el bienestar de la pareja. Además, debemos saber cómo aprovechar ese tiempo que no estamos compartiendo con nuestra mujer, ya que una persona independiente que es capaz de no aburrirse sin compañía es mucho más deseable que esa que necesita estar con nosotros las veinticuatro horas del día los siete días de la semana. Una pesada carga, vaya.
5.- Abrázala, tócala, acaríciala
A las mujeres les gusta más el contacto físico que a los hombres, algo que tendemos a olvidar a menudo. Así que acercarnos a ella y abrazarla es la mejor forma de hacerla recordar que sentimos algo por ella. Además, se sentirá mucho más segura y protegida dentro de la relación: rodearla con tus brazos es uno de esos signos que el cerebro femenino interpreta siempre de manera positiva. Besarla o mostrar signos de afecto delante de conocidos comunes, suele ser percibido como una forma de expresar tu sentimiento de orgullo hacia ella y de demostrar que no tienes ninguna duda acerca de vuestra vida en común.
6.- Demuéstrale que puede confiar en ti
Tontear con sus amigas, por mucho que nos atraiga y aunque se realice de manera inofensiva, seguramente sea el peor error en el que puede caer un hombre durante una relación. Si queremos que nuestra pareja confíe en nosotros, debemos enviar los signos correctos para confirmar tal imagen. Una de las características de los hombres más valoradas entre las mujeres es su fidelidad y amor incondicional: la peor sensación que puede tener una mujer dentro de una relación es que puede ser abandonada por su compañero en cualquier momento. Tampoco las mentiras, por pequeñas o piadosas que parezcan, suelen ayudar a labrarnos una buena imagen.
7.- Comparte tus aficiones, sigue las suyas
A todos nos gusta compartir nuestras actividades favoritas con nuestros amigos, familia, compañeros… ¿Por qué no también con nuestra pareja? No hay nada que refuerce más una relación que compartir unas mismas aficiones, que no tienen por qué ser las mismas que en el momento en que la pareja se juntó. Esto funciona en un doble sentido: no sólo debemos preocuparnos por saber y mostrar interés por aquello que gusta a nuestra mujer, sino que también podemos indicarle nuestras propias aficiones para que se sienta partícipe de ellas. Por supuesto, es importante una mente abierta y una actitud activa frente a las mismas, no una resistencia exasperante ante todo aquello que proporcione entretenimiento a nuestra pareja.
La llamada escucha activa es una de las herramientas más importantes de cara a mostrar a nuestra mujer que la tenemos en consideración. Por ello, no debemos interrumpirla cuando nos está contando algo que considera interesante, aunque sea para dar nuestra (en teoría) interesante opinión, ni tampoco desviar nuestra atención a otro asunto, aunque se trate de una llamada importante (“perdona, es muy interesante, pero no lo suficiente para seguirte escuchando”), ni desde luego cambiar de tema rápidamente. Por el contrario, debemos mostrar atención, proponer soluciones más tarde si se trata de un problema y hacerle saber lo más importante de todo, que es que aunque no podamos hacer nada por cambiar la situación, siempre estaremos allí para escucharla.
9.- Recordar que no son hombres
Utilizar como criterio para descubrir lo que le gusta a nuestra pareja nuestro propio gusto como varones es poco recomendable, ya que el sexo femenino tiene sus propias necesidades y deseos que difieren bastante de lo que los hombres quieren. Por ello no es recomendable planear actividades en función de nuestros intereses y preferencias, por mucho que nuestro egocentrismo nos lleve en gran cantidad de ocasiones a pensar que lo que nos atrae a nosotros tiene que atraer a todo el mundo, y viceversa: que lo que no nos interesa no puede interesar a nadie. Por eso, si nuestra pareja se preocupa por salir de compras, dedicar tiempo a vestirse y maquillarse, salir a cenar con sus amigas o comer determinados platos, no lo hace por fastidiarnos, sino porque realmente le gusta. No lo olvidemos.
10.- Sé feliz
No hay nada que más disguste a cualquier persona que tener que convivir con otra que se pasa el día mustia, quejándose por todo y desganada ante cualquier situación. Si no somos capaces de mostrar a nuestra pareja que ella nos hace dichosos, comenzará a pensar que no es lo suficientemente importante para nosotros. Además, tener que actuar siempre con el objetivo de mejorar la felicidad de su pareja no es precisamente el ideal de vida de la mayor parte de mujeres. Si eres infeliz, y te muestras así continuamente ante tu pareja, sólo conseguirás que sea tan infelices como tú. 

viernes, 18 de mayo de 2012

Ayudas para Mejorar: El Coach

 Ocurre más a menudo de cuanto podría pensarse. Undirectivo o alto ejecutivo de una multinacional o una empresa media participa en un coaching, una suerte de entrenamiento para identificar problemas y diseñar metas, impartido por un psicólogo o coach(entrenador) profesional. Objetivo: mejorar el trabajo en equipo o la comunicación entre cuadros medios, por ejemplo. Y durante el proceso de diálogo entre ambos, se detecta que el verdadero problema está en el hogar.

"Hemos visto a demasiados ejecutivos quemados en casa, y entonces su rendimiento en el trabajo también baja. Sus cónyuges dicen que están hartas (o hartos), y ellos (o ellas) no saben qué hacer", resume el coachestadounidense William Murray, que ha desarrollado un programa de coaching para la relación entre ejecutivo o ejecutiva y su cónyuge. "El ejecutivo se siente atrapado por las presiones del trabajo; la esposa, por un compañero poco atento. La esposa quizá opte por dejarle, y al ejecutivo suele pillarle por sorpresa la demanda de divorcio. El resultado es un bajo rendimiento laboral", concluye.

Visto así, suena terriblemente instrumental, como si el objetivo del coaching de pareja para ejecutivos fuera asegurar la paz en el hogar para que la producción en la empresa no se resienta. Por fortuna, no se trata sólo de eso. Se le inyecta un contenido mucho más humanista, pues también los coaches de Estados Unidos -donde nació esta metodología- defienden cada vez más el equilibrio entre las dos vidas de un alto ejecutivo sometido a ingente presión laboral. La idea está llegando a España. Hoy mismo, el Institut Gomà, entidad privada de servicios terapéuticos integrales, celebra en Barcelona un seminario introductorio alcoaching de pareja para que coaches en ejercicio consideren las ventajas de introducir ese elemento de vida personal en el coaching general relativo a dinámicas de empresa.

"El coaching de pareja es una forma de intervención psicológica diseñada para ayudar a las parejas a resolver sus conflictos, y se fundamenta en el liderazgo personal de las dos personas que la forman; se trata de que la pareja actúe como un equipo", explica la psicóloga Hermínia Gomà, directora del Institut Gomà y codirectora junto al psicólogo Antonio del Cerro Ramón del máster en Coaching y Liderazgo Personal de la Universitat de Barcelona (UB). Este máster, como el de Coaching Ejecutivo y Personal de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), el de Coaching Ejecutivo de la Universidad de Deusto, o el curso homónimo de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y otros similares en España- forman a especialistas que ayuden a los ejecutivos a desarrollar las actitudes apropiadas para el liderazgo personal en la empresa, la autoestima profesional, la comunicación con el equipo...

El coach es, de hecho, un profesional de la escucha. Los procesos más rápidos pueden ser de cinco sesiones de una hora, pero lo normal es bastante más, con un mínimo de tres meses. "La empresa detecta necesidades concretas de directores generales o altos ejecutivos y les paga un proceso de coaching -explica Hermínia Gomà-. Si el interesado descubre que hay detrás un problema de pareja, o consigue que su empresa alargue el coaching en ese aspecto o bien contrata por su cuenta un coaching de pareja acompañado por su cónyuge".

De hecho, y pese a la crisis económica, cada vez más organizaciones programan seminarios sobre relaciones de pareja para sus empleados o socios, u organizan actividades de corte familiar. Así, la Asociación de Jóvenes Presidentes Ejecutivos (YPO, por sus siglas en inglés) ofrece a sus miembros "un fin de semana largo de aventuras en los Andes con la familia para reconectar con los hijos", o "un safari de una semana en Sudáfrica para dejar atrás la rutina diaria y reconectar con la familia". Incluso empresas suecas solían sufragar fines de semana románticos de sus altos directivos con sus parejas. Todo esto no es coaching, claro, pero denota comprensión por parte de la propia empresa de que le conviene que sus dirigentes tengan una vida feliz en el hogar, pues repercutirá en la cuenta de resultados.

"He trabajado con líderes de las cúpulas de grandes empresas durante años -tercia el estadounidense Douglas McKenna, doctor en Psicología y presidente del Oceanside Institute, que realiza coaching en liderazgo para directores generales y consejeros delegados-. Un ejecutivo con una vida familiar feliz gestiona mejor problemas graves en el trabajo y permanece optimista y satisfecho con la vida en general. Pero un ejecutivo con problemas conyugales y familiares no logra sentirse bien con su vida, incluso si tiene mucho éxito en el trabajo".

McKenna arguye por correo electrónico que "a los ejecutivos a menudo les cuesta más ser buenos líderes en casa que en el trabajo; estamos emocionalmente tan conectados con nuestros cónyuges, hijos y familia que es muy difícil sostener nuestras convicciones, tomar decisiones impopulares y mantener fuertes nuestras relaciones". Pero "los que son buenos líderes en casa son también casi siempre buenos líderes en el trabajo; y tristemente, muchos ejecutivos se entregan a las presiones del trabajo y desisten de ser líderes en casa". Objetivo del buen coach: ayudar a sus clientes a organizar sus vidas de modo que sean líderes efectivos en la oficina y en el hogar.
Hermínia Gomà
Psicóloga de terapia de pareja y 'coach'
“Liderazgo, empatía y escucha son competencias que llevar también al hogar”Especialista en terapia sexual y de pareja, la psicóloga Hermínia Gomà se dedica también alcoaching desde hace doce años, e insiste en la importancia del coaching de pareja también para ejecutivos. “Hay competencias relacionales, como liderazgo, empatía, escucha, motivación..., que habría que llevar también al hogar –argumenta Gomà–, pero a la mayoría de los ejecutivos les falta formación de pareja, sólo tienen el referente de la suya o de la de sus padres”. La clave, a su juicio, es plantear la pareja como un equipo. De hecho, en el coaching de pareja en sentido estricto marido y mujer acuden juntos a las sesiones con el coach.
A veces, explica esta psicóloga, también codirectora del máster en Coaching y Liderazgo Personal de la Universitat de Barcelona (UB), “en un proceso de coaching ejecutivo se ve que hay detrás un problema de pareja, que esa persona se está separando, o se ha enamorado de un compañero de trabajo, o tiene dificultades con los hijos... y por eso les cuesta atender a su equipo”.
Esta barcelonesa de 55 años empezó hace ya veinte a proponer a empresas catalanas que dieran cursos de autoestima a sus empleados, “y ahora se invierte en coaching para trabajar la autoestima con más normalidad”, dice. Sostiene que esa autoestima debería darse a todos los niveles, y cada vez más se admite que “es importante dentro del entorno profesional que las personas tengan relaciones de pareja gratificantes, porque, si no es así, empeora la calidad de vida de esa persona, y también su trabajo se ve tocado”.
En el caso del empresario, le puede resultar muy complejo “afrontar las exigencias de su empresa si tiene también un frente abierto en casa”, por lo que le corresponde alcanzar un equilibrio para que su cónyuge e hijos no se sientan excluidos del equipo.
Hermínia Gomà preside también el II Congreso nacional de coaching y liderazgo, que se celebrará en Barcelona los días 25 y 26 de este mes, en el campus Mundet de la UB. El tema es Un paso más, crecer en valores, e incluye sesiones sobre asuntos de pareja y cuestiones emocionales. Desde el 2009, Hermínia Gomà escribe un blog, coachingparadirectivos.com, sobre liderazgo profesional en los negocios.
Juan Carlos Albaladejo
Psicólogo con 26 años de ejercicio
“Hay hombres que en el trabajo nunca dicen no, y a su mujer siempre le dicen no”La presión del trabajo en determinados puestos es altísima. “Ese ejecutivo está dando más energía a ese trabajo de la que debería, y la familia se resiente”, argumenta Juan Carlos Albaladejo, psicólogo barcelonés de 50 años que ha incorporado el coaching a su práctica profesional. “Hay hombres que en su trabajo nunca dicen no, y en casa a su mujer siempre le dicen no –alerta–. Ella se va hartando y cansando”. Los casos más usuales que Albaladejo ha visto son los clásicos del directivo ocupadísimo, que viaja mucho, no se implica en el hogar, llega cansado y el fin de semana quiere dedicarse a sus aficiones. La pareja y los hijos lo pagan.
“En el caso de las directivas, esto ocurre menos, porque suelen acotar mucho los viajes, y no se quedan a tomar copas después de cenas de trabajo, sobre todo si tienen hijos”, relata Abaladejo, quien ha visto ya directivos varones con este mismo planteamiento, “y que se ven también penalizados cuando hay promociones, porque cuenta mucho la presencia en esos círculos”. En ese marco, cuando se hace coaching de pareja, “suele aflorar que el 50% del problema es el trabajo de uno de los dos”.
Albaladejo ve en la crisis económica la otra cara de este tipo de situación: un ejecutivo, hombre o mujer, puede hacer pedazos su familia por culpa de un trabajo que todo lo invade, “y al que se ha quedado sin empleo y no tiene recursos, le ocurre algo parecido en su vida familiar y conyugal”.
Beatriu Balsera
Llegó al 'coaching' desde la empresa
“La mochila de casa que se lleva la mujer ejecutiva suele ser mayor que la del hombre”Beatriu Balsera se convirtió en coach tras veinte años en la empresa privada, y precisamente a través de un proceso de coaching. “Hace cinco años, en la última empresa en que trabajé hubo un cambio en la dirección; querían resituarse en el nuevo contexto en que se intuía la crisis”, cuenta Balsera, de 42 años, diplomada en Empresariales, con estudios de marketing y comunicación. La experiencia le hizo tomar conciencia, y cursó un máster en Coaching. “Tu entorno personal te acompaña a tu entorno profesional, y la mochila de casa que se lleva la mujer suele ser mayor que la del hombre, aunque eso está cambiando”, dice esta profesional, que vive en pareja con el padre de sus dos hijos, de 7 y 10 años.
Es una cuestión de roles en casa (esposa y madre, o esposo y padre) y en el trabajo (ejecutivo sometido a presión), que salta a la vista cuando “se programan a las siete de la tarde reuniones que podrían hacerse por la mañana, y la ejecutiva tiene prisa pensando en la cena de sus hijos, y el hombre no”, alerta Beatriu Balsera. La solución, dice esta coachbarcelonesa, radica en que la pareja funcione como “un equipo que se distingue del de trabajo por tener además el amor”.
Para conjurar el riesgo de que ese equipo familiar esté sólo al servicio de la trayectoria profesional de uno de ambos, y la convivencia salte por los aires, “hay que intentar casar los objetivos de cada uno en un proyecto común”.
Francesc Corbella
'Coach' que antes tyrabajó en PYMES
“Si marido y mujer trabajan juntos en su pequeña empresa, no ponen límite a lo laboral”Diplomado en Empresariales y máster en Coaching, Francesc Corbella, de 28 años, lleva dos trabajando en este ámbito, y alerta de un caso usual en Catalunya, donde abunda el tejido de pequeñas y medianas empresas. “Muchas veces marido y mujer son copropietarios y trabajan juntos –aduce–, y sucede que no diferencian entre trabajo y familia, no ponen límites a lo laboral, se llevan trabajo a casa, y esa rutina acaba derivando en problemas en los dos ámbitos”. Ejemplo de cómo se refleja eso en la empresa: en materia de liderazgo, “a veces los empleados no acaban de saber bien quién es el jefe”.
Para marcar espacios vitales y laborales en la pareja que comparte vida y negocio, Corbella les recomienda que, “si tienen una tienda, que uno despache por la mañana y el otro por la tarde, o si es un pequeño negocio, que uno se centre en las ventas y el otro en los proveedores”. No es raro que, al buscar soluciones en la empresa, se detecte que el verdadero problema está en el hogar: “Al hacer coaching para mejorar la comunicación con los trabajadores –aclara Corbella–, puede verse que eso falla en casa en el trato con la pareja o los hijos”. Corbella –residente en Sant Just Desvern y oriundo de Sant Andreu de la Barca– trabaja como coach de liderazgo sobre todo para pequeñas empresas, y defiende que se incluyan también aspectos relacionales de pareja, porque “todo en la vida está interconectado”.
Anamaría Delgado
Especialista en Recursos Humanos
“Un empleado que se separa o que ha perdido a un familiar debería ser más comprendido”
Esta barcelonesa de 54 años, residente en Vilanova i la Geltrú, trabajó años en departamentos de recursos humanos de multinacionales, y se llevó esa experiencia a su labor actual como coach. Anamaría Delgado, máster en Coaching, está convencida de que “un buen líder de recursos humanos es un líder coach, porque da un servicio al cliente interno, es decir, el trabajador; ese servicio es escuchar”. Y arguye, además, que eso no le cuesta dinero a la empresa.
Según Delgado, “si un empleado ha estado de baja por enfermedad, se ha separado o ha sufrido la muerte de un familiar, debería ser más comprendido, y eso no siempre ocurre; algunas veces sí, cuando el directivo de recursos humanos adopta esa política”. Así, por ejemplo, “pueden aprovecharse las rutinas productivas, como reuniones matinales u otras costumbres de la empresa, para felicitar a esa persona o acompañarla en el duelo”. A su juicio, se produce así un efecto cascada que lleva a “aumentar la calidad de la escucha de todos” y a que todos trabajen más a gusto. Es verdad, concede Anamaría Delgado, que se puede incurrir en una americanización del estilo de trato en la empresa, con sonrisas que los europeos pueden percibir como forzadas. Ella misma trabajó un tiempo en una compañía con 400 empleados en la que dar los buenos días era norma casi obligatoria; “al final, era francamente agradable saber que alguien te daría los buenos días”.