lunes, 9 de abril de 2012

Como aprender a afrontar la adversidad

Formas de afrontar las adversidades: estrategias de afrontamiento por Eva Pastor González En los artículos previos sobre la ACEPTACIÓN como estategia para combatir el dolor, descubríamos cómo utilizar esta herramienta también para las adversidades de la vida en general. No obstante, como podemos deducir a partir de observar nuestra propia experiencia, no es la estrategia más fácil de aplicar ni la más utilizada, es más, existen diversas formas de afrontar situaciones adversas diarias. En el presente artículo abordaremos los distintos estilos de afrontamiento, el porqué aplicamos unos y no otros, y nos detendremos en cómo saber si estamos utilizando el adecuado. Imaginemos una situación conflictiva cotidiana, como tener problemas en el trabajo o hacer frente a una enfermedad. Ambas circunstancias configuran un problema pero si consideramos dos personas diferentes para encarar la misma situación, sus respuestas serán también distintas. El afrontamiento de una misma situación crítica varía de una persona a otra y cada una sacará y pondrá en marcha unos recursos diferentes. Pero, ¿qué hace que afrontemos de manera diferente los problemas? Antes de responder a esta cuestión, es vital que definamos qué es un problema o situación crítica. Los problemas son algo habitual en la vida. Un problema surge cuando hay una discrepancia entre “lo que es” y “lo que debería ser”, se nos exige determinadas respuestas que no podemos dar para eliminar esa discrepancia. Como resultado, no actuamos o lo hacemos mal, apareciendo así el desbordamiento y las dificultades. No obstante, hay que recordar que a menudo, un conflicto es una percepción de la persona, no es sólo un hecho del entorno, externo. Por este motivo, tiene tanto sentido la afimación que dice que un problema no depende de sus características en sí, sino de cómo lo afrontamos. Tal afrontamiento implica tanto un esfuerzo cognitivo, emocional como una acción, puestas en marcha para manejar esa demanda. Así pues, ¿qué hacemos cuando aparece una piedra en nuestro camino? Podemos REACCIONAR ante una adversidad a través de dos caminos o vías: Vía de lo Emocional negativo o experiencial. Tras presentarse el problema, nos sumergimos en emociones de rabia, enfado, miedo, desorientación, es decir, predomina una emoción primaria, lógica pero inadecuada. Dando lugar así a un estado de temor, bloqueo, impulsividad o no reflexión. Vía Racional o Emocional positiva. Ante el mismo problema, VALORAMOS la situación, su gravedad, importancia, priorizando acciones y aceptando nuestra responsabilidad. De esta manera, dejamos el problema “en reposo”, lo que suele desembocar en una mayor serenidad para sopesar la situación, unas emociones más neutras y en la creencia de que podemos afrontarlo. Volviendo a la pregunta inicial de qué hace que actuemos más racionalmente o más impulsivamente y, por tanto, afrontemos de distinto modo una misma situación, hay varios factores presentes: nuestra educación, nuestros miedos, las expectativas que tenemos sobre nuestras capacidades y sobre los resultados, la sensación de control sobre la situación, las creencias sobre si nosotros mismos podemos controlar lo que ocurre o si más bien lo que nos pasa depende del entorno, la motivación, las actitudes. Estos ingredientes forman nuestro estilo de afrontamiento, exitoso o ineficaz. En función de estos elementos, las estrategias de afrontamiento varían. Veamos las más comunes divididas en 2 tipos: Afrontamiento Activo o Positivo: la premisa fundamental es ver el problema como una OPORTUNIDAD para crecer, para aprender algo de la vida, esto implica: planificar, priorizar, buscar soluciones, concentrar los esfuerzos en aplicar una solución, reinterpretarla positivamente, buscar apoyos. Aplicar la ACEPTACIÓN si no hay solución, autocontrol, confrontación, considerar que tengo control sobre la situación y que voy a resolverla. Todo ello aumenta nuestra confianza y eficacia. Afrontamiento Pasivo o Negativo: la base está en encarar la adversidad como una AMENAZA o daño personal. Huiremos, evitamos encarar el conflicto, lo aplazamos, abandonamos cualquier esfuerzo para afrontarlo, lo delegamos a otra persona, nos distanciamos. En ambas, las emociones juegan un rol importante en nuestro estilo de afrontar, en nuestra percepción de éxito, ya sean negativas –provocando sensación de inutilidad, pesimismo, pasividad- como positivas, generando una visión de autoeficacia orientada al problema, a la acción. Cuando ante un problema nos centramos en las emociones negativas, nos focalizamos más en nosotros mismos y nos creemos incapaces, adoptando en ocasiones el rol de víctima, reforzando aún más nuestra percepción errónea de ineficacia. Vemos, por tanto, como nuestra forma de afrontar los conflictos depende de muchos factores, pero podemos cambiar los que no son adecuados. Sea de manera eficaz o no, conlleva un esfuerzo y unas consecuencias que, si usamos un afrontamiento pasivo puede desembocar en efectos negativos para la salud como ansiedad, estrés o problemas físicos. En cambio, el afrontamiento activo es la forma más saludable para adaptarnos y resolver situaciones, siendo su base el creer que controlamos la situación y tener expectativas positivas, esto fortalece nuestra capacidad para hacerle frente. De esta manera provocamos un efecto positivo en nuestra salud y bienestar. Es importante que cambiemos las formas de afrontamiento negativas para que no produzcan un daño excesivo. En el próximo capítulo abordaremos en detalle el cómo saber si estamos aplicando un afrontamiento adecuado y veremos cómo se puede entrenar el estilo de afrontamiento activo o positivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario