sábado, 16 de junio de 2012

La Conexión Emocional de Ramón Riera


 Capítulo 1. Contextualización
En este primer capítulo podemos volver a contactar, como si de la primera vez se
tratase, con la experiencia de un tratamiento psicoterapéutico. Los que estamos
familiarizados con la práctica psicoanalítica tal vez nos hayamos alejado del misterio, la
curiosidad o incluso la inquietud que puede despertar una psicoterapia en alguien que se
acerca a esta experiencia por primera vez. Ramón Riera allana el terreno. Explica a unos -y nos
recuerda a otros-, los aspectos más formales pero también nos cuenta acerca de otros
elementos que ha ido encontrando con sus pacientes a lo largo de estos años y con los
que ha enriquecido su práctica profesional.  Es importante que todas las personas aprendan que es importante hablar de lo que les interesa y les preocupa. Esto les puede ayudar a a ser más felices.
Parece que Riera desea establecer una conexión emocional con el lector y es tal vez por
ese motivo que con valentía y de un modo francamente natural, nos cuenta algo acerca
de si mismo, ayudándonos de este modo a conocer un  poco mejor a quién estamos
leyendo. Creemos que es valiente porque la combinación de lo público y lo privado del
psicoanalista, aunque hoy parezca un poco más cerca, es todavía un terreno por
conquistar, un lejano oeste, especialmente en nuestra comunidad.
En este primer apartado Riera nos expone sus reflexiones acerca de la psicoterapia o el
tratamiento psicoanalítico y de aquello que es más apreciado por los pacientes, segúnha ido recogiendo con los años como clínico; pero también es un intento por reparar el
Psicoanálisis de  las fuerzas oscuras. Particularmente queremos destacar un aspecto,
quizás podríamos llamarlo técnico, que Riera utiliza en su trabajo con pacientes: la
invitación explícita a que el paciente comunique cuándo no se ha sentido entendido.
Seguro que muchos secundamos la utilidad de esta intervención, pero la comunicación
explícita de esta consigna lleva implícita una apertura del terapeuta al cuestionamiento y
a que el propio paciente le oriente. De igual modo, la flexibilidad del setting externo que

propone, en función de qué puede facilitar mejor en cada paciente la conexión
emocional, nos parece una muestra más del trabajo desde el enfoque relacional.
Encontramos también una oportunidad para reflexionar sobre el mecanismo de
disociación y el sentimiento de vergüenza. Podemos apreciar en este punto el esfuerzo
generoso para hacer comprensible a todos el concepto de disociación:  “:.. cuando la
persona hace como si tales sentimientos no existieran”. Claro. Simple e incontestable.
Sin embargo hay una idea que va repitiéndose a lo largo de estas primeras páginas y
anticipamos que será  central en todo este trabajo. Dice Riera: “los humanos estamos
genéticamente diseñados para regular nuestras emociones a través de las relaciones.”
Creemos que la viñeta del caso clínico que nos aporta ilustra bien este punto. Y es más,
describe con claridad lo que Riera considera que es el pilar esencial de todo trabajo
psicoterapéutico. Nos dice: “dicho de otra manera: Pere y yo necesitábamos crear una
relación en la que él pudiera llegar a sentir y pensar aquello que no fue posible en las
relaciones previas”.


Capitulo 2. El sentimiento de uno mismo
En este segundo capítulo Riera profundiza sobre el  concepto de uno mismo,
relacionándolo con el de autoestima, mucho más incorporado en nuestro saber popular.
Con esta idea tan aparentemente sencilla aunque en el fondo arriesgada, nos comunica
su opinión: un bajo concepto de uno mismo representa una de las principales fuentes de
malestar del ser humano. Es esencial que los seres humanos las personas nos demos cuenta de esta
realidad si tenemos un concepto bajo de nosotros nos va a costar el sentirnos bien. Por eso es importante que trabajemos en lo importante que es mejorar cada día un poco el concepto que tienes de ti misma o de ti mismo.
Nos muestra cómo el lenguaje coloquial ilustra de una manera
muy gráfica los dos extremos del sufrimiento mental: la cohesión y la fragmentación (…
me siento fuerte, consistente o estoy hecho polvo, destrozado, desencajado).
Según Riera el modo cómo uno se siente, se percibe en cada momento, determina cómo
afronta la situación planteada. Vemos aquí una idea dinámica del sentimiento de uno
mismo que puede ser diferente en diferentes momentos. Se entiende cómo el autor
apuesta por una concepción de lo terapéutico poniendo el acento en la creación de
nuevas experiencias de relación, en lugar de señalar aquello en lo que el paciente
fracasa. Curiosamente este punto es simple en apariencia pero detrás esconde todo un
universo de posibilidades. Esto es así, argumenta Riera,  porque la vivencia que los
humanos tenemos de nosotros mimos depende del contexto relacional. Nuevamente nos
ofrece una viñeta que lo ejemplifica con claridad (Dani, sus dibujos y la actitud del
padre): nos muestra cuán importante resulta el entorno relacional del niño y cómo
influyen las emociones parentales no formuladas en  el sentimiento de si mismo del
pequeño.
Es así cómo puede darse lo que el autor denomina la tragedia de los hijos con padres
que tienen un sentido de si mismos precario. El artista René Magritte le proporciona un
canal que hace explícito uno de los contextos relacionales que más sufrimiento pueden
causar en el ser humano: l’esprit de geometrie (obra pictórica en la que se ve un bebé
con cuerpo de adulto sosteniendo una madre con aspecto de bebé). De nuevo nos invita
a conocer un poco más de si mismo, de cómo estableció conexión emocional con el
artista y su obra. Y esta relación con el arte le abre una nueva perspectiva.
EL material clínico del caso Dolors ilustra bien cómo los humanos construimos nuestra
propia imagen a partir de la imagen que nos devuelven los demás. Se  trata de un Casoejemplo que presenta similitudes con la historia del artista Salvador Dalí, acerca del cual
Riera tiene publicado un trabajo, y a su vez ilustra la inversión de roles presente en el
cuadro de Margritte que tan profunda impresión causó en el autor. Creemos que con
este ejemplo consigue mostrarnos cómo parece más entendible la problemática si nos damos cuenta de que la tragedia es no poder tener unos padres que conecten
emocionalmente con uno mismo.
A partir de la premisa de que el paciente se cura a través de ir estableciendo distintas
conexiones emocionales con el terapeuta que faltaron, fueron inadecuadas o
insuficientes en otras relaciones, Riera realiza una revisión de conceptos clásicos desde
una visión relacional. No podemos estar más de acuerdo con él cuando habla de los
sueños como películas y de las obras pictóricas como medios de expresión de
experiencias que no pudieron ser vividas por otras vías. Contacta con lo terapéutico que
hay en el cine y arte.
Encontramos en este apartado del libro una breve referencia al origen del Psicoanálisis
relacional, que forma parte del sentido que el autor tiene de si mismo; retoma un
lenguaje que nos incluye a todos, colegas de profesión y otros. Así intenta ser divulgativo
con el lector no experto y también con el propio colectivo psicoanalítico. Retoma trabajos
de psicoanalistas relacionales en los que se revisan  teoría y práctica de Freud desde
una perspectiva relacional, para familiarizar al lector con este modelo más
contemporáneo. Riera, de un modo muy personal, nos  muestra algunos de sus
referentes así como otros intereses que más han ampliado su mirada acerca de las
relaciones humanas.
Inicia este viaje al pasado  psicoanalítico de la mano de Dona Orange, a quien primero
nos presenta, consiguiendo nuevamente en nosotros una mejor disposición para
conectar emocionalmente con lo que la autora piensa. Orange realizó una revisión
acerca del célebre caso Schreber de Freud, en la que al recoger el contexto relacional, la
relación de Schreber con su padre, se abre una nueva posibilidad  para entender el dolor
del paciente.
Seguidamente nos introduce en los trabajos de Ramón Greenberg acerca de los sueños
y del sentido del material onírico. Su investigación, fruto de una estrecha colaboración
entre el psicoanálisis y las neurociencias, ha podido replantear el sentido clásico de los
sueños como realización de deseos inconscientes. A  la luz de las investigaciones
recientes parece que los sueños son un intento de procesar e integrar la nueva
información con la antigua y por tanto una posibilidad de afrontar, mientras dormimos,
problemas que permanecen activos. Esta nos parece una idea original y esperanzadora
pues entiende los  sueños como una posibilidad creativa en lugar de cómo el consuelo
narcisista clásico.

Otro de los autores que nos presenta en este capítulo es uno de sus predilectos, Heinz
Kohut, conocido por su valiente revisión del  narcisismo y su esfuerzo centrado en el
desarrollo del concepto de si mismo. Como nos viene acostumbrando desde que
iniciamos esta lectura, Riera comparte con nosotros el contexto relacional en el que tuvo
lugar su conexión emocional con este autor. Al hablarnos de algunos detalles biográficos
de Kohut, retoma el cuadro de Magritte l’esperit de geometrie para proponernos que en
la relación padres-hijos existe naturalmente un sostén que aporta el propio hijo y cómo
esto modula los distintos sentidos de si mismo, también el de los progenitores. Para
Riera la idea de Kohut de que los pacientes vienen a tratarse para cambiar el sentido
que tienen de si mismos, sigue siendo una muy válida definición del objetivo de toda
psicoterapia.   En los dos análisis del Sr. Z de Kohut vemos un referente importante para
Riera, nuevamente un ejemplo de relectura de ciertas certezas del Psicoanálisis original.
Se explora una revisión del complejo de Edipo y la  propuesta de un mito alternativo:
Ulises. Se trata de un mito que enfatiza el hecho de que si los padres son protectores y
favorecedores de la autonomía adecuada –  si conectan emocionalmente-, el complejo
de Edipo no parece tener un peso crucial en el desarrollo de la personalidad


 Para finalizar el capítulo Riera nos habla del Efecto Westermarck o lo que resulta ser
una mirada distinta del tabú del incesto a la luz de investigaciones en otras disciplinas
antropológicas. Nos parece que con ello Riera propone un posible cuestionamiento de la
universalidad del complejo de Edipo como pilar de la salud o enfermedad mental.
Capítulo 3. La memoria de las emociones
En este capítulo Riera nos habla de las dos principales clases de memòria: explícita e
implícita a través de diferentes ejemplos que nos ilustran cómo una se recuerda y otra
no.
Seguidamente nos presenta al grupo de Boston, responsable de una de las aportaciones
que el autor considera más importantes del psicoanálisis contemporáneo:  el
conocimiento relacional implícito. Riera lo explica como aquel conocimiento que una
persona tiene sobre cómo utilizar las relaciones con los otros para regular sus propias
emociones. Este conocimiento es procesado por el sistema de memoria implícita.
Creemos que Se trata de una definición muy clara y muy útil.
Otro concepto que explora en este capítulo es el del Paisaje corporal, término acuñado
por Damasio, en su libro El error de Descartes. Riera  lo celebra y utiliza en este capítulo
para describir, de un modo poético y con gran belleza pictórica, y a la vez muy vivencial,
una habilidad especial que tenemos los humanos para realizar una evaluación emocional
de las situaciones relacionales. Riera consigue transmitirnos explícitamente- de un modo
muy sencillo y auténtico, a través de una vivencia personal-, experiencias que vivimos
sólo de forma implícita a través de lo que nuestro cuerpo siente.

El caso Joan muestra cómo trabaja Riera. Transmite  cómo se toma su tiempo para
establecer la conexión emocional con su paciente, para cuidarla, puesto que es el
elemento crucial de trabajo terapéutico.
En el contexto de este capítulo nos ofrece una definición más moderna del objetivo de la
psicoterapia desde el enfoque relacional:  la psicoterapia sirve para que el paciente
pueda activar de forma integrada sus distintos tipos de memoria””.
Capítulo 4. La intersubjetividad
En este capítulo nos adentramos de la mano de Riera en el universo de la
intersubjetividad o, dicho de otro modo, la conexión emocional de dos subjetividades. A
través de ejemplos de situaciones cotidianas resulta sencillo ver la subjetividad de cada
uno de nosotros. Por subjetividad entendemos, leyendo al autor, la particular forma en
que cada uno interpreta emocionalmente el mundo.
 Es muy importante que cada persona tenemos una manera de entender el mundo y debemos de estar seguros que esta manera personal y subjetiva de entender el mundo es cambiante y mejorable.
Desde el mundo de la terapia todos tenemos que buscar la manera adecuada, la más conveniente la mejor.
La que nos va a dar más felicidad
 A través del ejemplo de dos de sus pacientes, ambos en situaciones vitales similares,  Riera nos ilustra cómo existen múltiples subjetividades, incluso aparentemente contradictorias. Dicho ejemplo nos
sugiere que esta situación podemos encontrarla a menudo en un mismo paciente,
cuando nos trae el conflicto con las diferentes subjetividades de su entorno, el conflicto
intersubjetivo.
Riera nos proporciona un contexto- histórico- para  este término esencial dentro del
psicoanálisis relacional. Nos habla de Atwood y Stolorow y de su primera libro faces in a
cloud  en el que, como ya vimos en otros autores relacionales, se realiza una revisión
desde esta perspectiva psicoanalítica contemporánea de las teorías de cuatro de los
principales pioneros psicoanalíticos: Freud, Jung, Reich y  Rank. La idea sobre la que
insiste Riera  es que la subjetividad está también en la base de toda teoría acerca del funcionamiento emocional humano. Este punto nos parece de suma importancia ya que
inevitablemente relativiza los postulados fundamentales del psicoanálisis clásico y abre
nuevas posibilidades para entender fenómenos como la resistencia y la neutralidad.
Supone una ventana abierta a la libertad de expresión de nuestros pacientes pues no los
vemos ya como opositores a nuestras ideas al tener más presente que éstas son, en
gran parte, fruto de nuestra propia subjetividad. Riera se centra en la lectura que Atwood
y Stolorow realizan de las teorías de Freud teniendo en cuenta su subjetividad y los
acontecimientos vitales que la constituyeron. A partir de la biografía que Breger realizó
sobre Freud, comprendemos de un modo relacional cómo una circunstancia temprana
en la vida de aquél influenció subjetivamente en la creación de sus principales supuestos
teóricos. Se trata de una visión intersubjetiva que nos parece mucho más cercana a la
experiencia.
La idea que Riera señala como central dentro del modelo intersubjetivo es el de la
validación de lo que uno siente por parte del entorno relacional significativo, a través de
la conexión empática.  Si ello no tiene lugar entonces se da un sentimiento de
inadecuación y vergüenza que comprometerá ciertos aspectos del desarrollo del
individuo. Para ilustrarnos esta idea Riera nos ofrece otra de sus experiencias clínicas,
Pedro, un caso dramático y evocador de una gran ternura.
Como ya hemos ido advirtiendo los trabajos de Stolorow, Atwood y Orange son las
influencias tempranas de Riera dentro del contexto relacional. De la mano de la que él
mismo denomina su familia adoptiva profesional - Gianni Nebbiosi y el grupo de Roma-
Riera profundiza en la idea del trauma psíquico de Stolorow: la gravedad de la situación
traumática no depende sólo del trauma per se sino, sobretodo, de cómo es gestionado
por el contexto relacional. Desde esta óptica parece más posible establecer un puente
hacia lo que sabemos acerca de la resiliencia emocional, abriendo una puerta a la
esperanza para aquellas heridas que clásicamente se consideraban difíciles de reparar.
Riera nos habla del concepto de aniquilación personal introducido por Atwood que hace
referencia a aquellas experiencias sufridas por pacientes traumatizados.  A partir de un
caso presentado en Roma por Atwood, Riera establece una relación con las teorías de

Freud para revisar desde la perspectiva relacional  cómo se entienden las situaciones
que antes se explicaron mediante la teoría de la seducción y posteriormente la de las
fantasías originarias. Este marco le resulta idóneo al autor para señalarnos una de las
ideas que considera más importante de este libro: los humanos estamos diseñados para
nacer en un entorno familiar empático que sintonice con nuestras emociones y que esté
genuinamente interesado en saber qué sentimos.  Cuando esto no se da aparecen
situaciones de aniquilación personal. Este contexto inspiró un trabajo de Riera acerca de
Salvador Dalí, en el que el autor ensaya una comprensión del artista y su obra bajo la
hipótesis de la aniquilación personal propuesta por Atwood.
En esta línea, la lucha entre el principio del placer y principio de realidad postulados por
Freud como eje central en la maduración emocional del ser humano, pierde fuerza en el
marco de la intersubjetividad. Parece más actual la idea que a lo largo de la vida
acumulamos convicciones a partir de nuestros intercambios relacionales acerca de cómo
es la realidad. Y eso influye mucho más que lo primero.  Estamos totalmente de acuerdo
con la idea de que el cambio psíquico en psicoterapia se produce cuando el paciente
puede imaginar posibilidades que hasta entonces habían sido inimaginables.
Los contextos relacionales son los que validan o no las experiencias emocionales de los
humanos y, en función de si lo que sentimos es validado o no por ese entorno nos
sentiremos consistentes y vitales o por el contrario raros, vacíos y desvitalizados. El
material clínico de Pau, presentado al final de este capítulo, permite ver el cambio de
considerar la homosexualidad en si como una orientación sexual patológica, con sus


distintas variantes (perversión, evitación de la rivalidad edípica, etc.) para poner el
acento en la falta de validación y la consecuente vergüenza, siendo la investigación esta
última, según Riera, una de las principales claves del éxito terapéutico.
Capítulo 5. Un poco de prehistoria de las relaciones
Riera nos propone un viaje a un espacio y un tiempo lejanos, lejanísimos, en los albores
de la humanidad. La biología evolutiva nos aporta datos acerca de cómo podían ser las
relaciones hace unos doscientos cincuenta millones de años. Parece que lo que hoy se
da por supuesto no fue siempre así. Los estudios evolutivos atribuyen a nuestros
ancestros reptiles un patrón relacional marcado por la reacción agresiva frente al otro.
Se supone que una feliz sucesión de diversas mutaciones en estos antepasados
nuestros provocaron cambios corporales que modificaron inevitablemente el modo en
que los individuos se relacionarían entre si. En este apartado Riera nos habla de los
sustratos biológicos que se han ido identificando   como propios de las conductas de
vinculación en los mamíferos en general y en los humanos en particular.
Fundamentalmente explora los descubrimientos acerca de la biología que acompaña las
situaciones vinculación y cura de las crías mamíferas así como de la monogamia, en los
humanos y en una minoría de mamíferos más.

El hallazgo de hormonas implicadas en la experiencia relacional de los humanos permite
hablar, dice Riera, de una vinculación inconsciente -porque se da sin la participación del
córtex cerebral-, y emocional porque implica una serie de cambios corporales ante una
situación particular. Riera a través de su capacidad para establecer conexión emocional
con otras disciplinas y otros autores interesados en la naturaleza humana, nos ofrece
hipótesis verosímiles que establecen un puente entre lo relacional, lo biológico y lo
evolutivo. En este punto nos muestra el contraste entre el psicoanálisis relacional y el
clásico que fue alejándose cada vez más de otras disciplinas para contrastar y/o
complementar sus hipótesis.
Con una entusiasta incursión en el cine de la mano de Kubrick y el mítico film  2001:
Odisea en el espacio, nos intenta mostrar lo que parece que muchos científicos hoy
piensan: que fue la conexión empática el punto culminante para entender mejor el gran
cambio evolutivo en los humanos, mucho más determinante aún que el uso de las
herramientas mostrado en la película.
Malcom Slavin y Robert Trivers nos abren  una nueva perspectiva sobre el
funcionamiento humano a partir de la combinación de las investigaciones en evolución y
psicoanálisis. Las ideas fundamentales que Riera recoge a partir de estos trabajos es
que el paciente puede, de hecho,  tener una percepción de nuestras actitudes que va
mucho más allá de nuestras palabras, cuestionando de este modo la supuesta
neutralidad del terapeuta psicoanalítico. Pero Riera nos aporta muchos otros estudios
que parecen seguir esta línea:  Haig con sus trabajos acerca de la negociación
bioquímica entre madre gestante y feto, Tomasello y sus ideas acerca de la capacidad,
exclusiva de los humanos, de compartir intenciones y estados emocionales; Meltzoff y la
capacidad de imitación de los bebés como posible precursora del lenguaje verbal; y otros
autores, todos muy interesantes, que se van descubriendo a lo largo del capítulo



Capítulo 6: cómo nos vinculamos los humanos
Encontramos en este capítulo una introducción al concepto de apego. EL lector puede
hacerse una idea bastante general y completa de los estudios en este campo pues Ramón Riera
nos habla sobre autores destacados, estudios longitudinales y herramientas de trabajo
como la entrevista de apego adulto. Riera aprovecha también este espacio para
hablarnos de cómo entiende la relación contemporánea padres-hijos, niños-adultos y el
cambio en la asimetría de dichas relaciones. Apreciamos de buen grado esta manera
distinta de hacer una lectura de las generaciones jóvenes que no cae en los tópicos de
rancio abolengo describiendo a los niños y jóvenes de hoy como malcriados y sin límites.
Es un primer paso para una lectura mucho más esperanzadora de un futuro posible.
Resulta muy entendedor para el lector la descripción de los tres tipos de apego descritos
por Ainswoth con ejemplos clínicos que los ilustran. Para Riera hay un aspecto
claramente destacable de los estudios sobre el apego: los bebés, ja en los primeros
meses de su vida, son auténticos expertos en recoger información muy sutil,
psicológicamente muy compleja, de un modo vivencial y sin utilizar el pensamiento
reflexivo. Finalmente nos aporta una última descripción de un cuarto patrón relacional
descrito por Main y Solomon, considerado el más relacionado con la psicopatología
severa en la edad adulta.
En la línea de anteriores capítulos continúa presentándonos a sus autores predilectos,
en esta ocasión Daniel Stern. A partir de una anécdota personal de Stern citada en el
conocido libro  el mundo interpersonal del bebé, Riera recoge la idea de un bilingüismo
necesario para mantener un puente entre el mundo infantil y el adulto, bilingüismo que
hace referencia a la posibilidad de entender a través del pensamiento reflexivo aquellas
sutilidades de la comunicación no verbal.
Los estudios longitudinales del apego permiten constatar empíricamente cuáles son las
evoluciones más probables de los patrones vinculares. A través de ellos, partiendo de
los parámetros presentes, se pueden predecir desarrollos futuros. La idea que Riera
señala en especial es que no se trata tanto de la gravedad de la experiencia sino  de la
manera cómo es integrada en una narrativa coherente. Este aspecto fácilmente se
conecta con las ideas de Stolorow referentes al trauma y a la gestión que el entorno
realiza para paliar-lo, explicado en el capítulo cuarto.  Uno de los estudios que Riera
destaca es el trabajo de K. Lyons-Ruth y colaboradores que han determinado factores
predictivos en los patrones vinculares desorganizados. Creemos que Riera pretende
transmitirnos el valor empírico de dichos estudios  para el desarrollo del psicoanálisis
relacional.
Para finalizar el capítulo Riera nos ofrece unas reflexiones acerca de cómo entiende él el
proceso psicoterapéutico a la luz de los patrones vinculares. Partiendo de la idea de que
la mayoría de las conductas de vinculación que componen nuestro estilo relacional se
aprenden y modifican a lo largo de toda la vida sin la participación del pensamiento
reflexivo, el trabajo psicoanalítico es visto por Riera cómo el entorno relacional en el que
el paciente tiene la oportunidad de practicar nuevos estilos relacionales, obteniendo así
nuevas maneras de reaccionar emocionalmente, menos dolorosas y más útiles.


Riera llega en este punto a una de las cuestiones centrales de su trabajo: ¿por qué es
tan importante la conexión emocional para los humanos? Esta incógnita ha sido ya
planteada por E. Tronik, investigador de primera infancia y antiguo miembro de Grupo de
Boston para el desarrollo del cambio psíquico.  A partir de sus investigaciones llega a
formular que la conexión emocional crea lo que él denomina una expansión diádica de
los estados de conciencia. Riera destaca la importancia de dichos estudios en la práctica Reseña de la obra de Ramón Riera  psicoterapéutica, donde estos estados de conexión emocional, pérdida y recuperación
de la conexión también se reproducen naturalmente.  Para él la vivencia mutua de conexión emocional sería uno de los principales indicadores de buen pronóstico en el
desarrollo de la relación paciente-terapeuta.



Capítulo 6: cómo nos vinculamos los humanos
Encontramos en este capítulo una introducción al concepto de apego. EL lector puede
hacerse una idea bastante general y completa de los estudios en este campo pues Riera
nos habla sobre autores destacados, estudios longitudinales y herramientas de trabajo
como la entrevista de apego adulto. Riera aprovecha también este espacio para
hablarnos de cómo entiende la relación contemporánea padres-hijos, niños-adultos y el
cambio en la asimetría de dichas relaciones. Apreciamos de buen grado esta manera
distinta de hacer una lectura de las generaciones jóvenes que no cae en los tópicos de
rancio abolengo describiendo a los niños y jóvenes de hoy como malcriados y sin límites.
Es un primer paso para una lectura mucho más esperanzadora de un futuro posible.
Resulta muy entendedor para el lector la descripción de los tres tipos de apego descritos
por Ainswoth con ejemplos clínicos que los ilustran. Para Riera hay un aspecto
claramente destacable de los estudios sobre el apego: los bebés, ja en los primeros
meses de su vida, son auténticos expertos en recoger información muy sutil,
psicológicamente muy compleja, de un modo vivencial y sin utilizar el pensamiento
reflexivo. Finalmente nos aporta una última descripción de un cuarto patrón relacional
descrito por Main y Solomon, considerado el más relacionado con la psicopatología
severa en la edad adulta.
En la línea de anteriores capítulos continúa presentándonos a sus autores predilectos,
en esta ocasión Daniel Stern. A partir de una anécdota personal de Stern citada en el
conocido libro  el mundo interpersonal del bebé, Riera recoge la idea de un bilingüismo
necesario para mantener un puente entre el mundo infantil y el adulto, bilingüismo que
hace referencia a la posibilidad de entender a través del pensamiento reflexivo aquellas
sutilidades de la comunicación no verbal.
Los estudios longitudinales del apego permiten constatar empíricamente cuáles son las
evoluciones más probables de los patrones vinculares. A través de ellos, partiendo de
los parámetros presentes, se pueden predecir desarrollos futuros. La idea que Riera
señala en especial es que no se trata tanto de la gravedad de la experiencia sino  de la
manera cómo es integrada en una narrativa coherente. Este aspecto fácilmente se
conecta con las ideas de Stolorow referentes al trauma y a la gestión que el entorno


realiza para paliar-lo, explicado en el capítulo cuarto.  Uno de los estudios que Riera
destaca es el trabajo de K. Lyons-Ruth y colaboradores que han determinado factores
predictivos en los patrones vinculares desorganizados. Creemos que Riera pretende
transmitirnos el valor empírico de dichos estudios  para el desarrollo del psicoanálisis
relacional.
Para finalizar el capítulo Riera nos ofrece unas reflexiones acerca de cómo entiende él el
proceso psicoterapéutico a la luz de los patrones vinculares. Partiendo de la idea de que
la mayoría de las conductas de vinculación que componen nuestro estilo relacional se
aprenden y modifican a lo largo de toda la vida sin la participación del pensamiento
reflexivo, el trabajo psicoanalítico es visto por Riera cómo el entorno relacional en el que
el paciente tiene la oportunidad de practicar nuevos estilos relacionales, obteniendo así
nuevas maneras de reaccionar emocionalmente, menos dolorosas y más útiles.


Capítulo 7: un poco de neurociencia aplicada a las relaciones humanas
En este último capítulo Riera nos explica algunos avances científicos de otras
disciplinas, como medicina y las neurociencias, relacionados con la empatía, o conexión
emocional.  Conoceremos mejor el trabajo de Kandel, premio Nobel 2000 en medicina,
gracias al cual hoy podemos suponer los procesos que tienen lugar en la creación de la
memoria, a corto y largo plazo, desde una perspectiva biológica. Riera aplica estos
descubrimientos al proceso psicoterapéutico, a través del caso Laura, entendiendo que
los cambios en la forma de reaccionar emocionalmente y, en último término, en el
sentido que uno tiene de si mismo, se producen cuando podemos desaprender, como
nos dice él, aquello que quedó almacenado de forma  estable como memoria a largo
plazo, fruto de múltiples experiencias de nuestra vida. Comprobar que el efecto
continuado de un estímulo externo puede crear modificaciones anatómicas en las
neuronas nos anima a confiar más en la creatividad relacional en nuestro trabajo.
Para finalizar nos ofrece una posible base física,  cerebral, de la empatía, a partir del
descubrimiento en los años noventa de las neuronas espejo. Estas neuronas se activan
al ver una acción que otro realiza, pero resulta especialmente interesante su capacidad
para captar la intencionalidad del otro. De este modo nos acerca Riera un poco más al
concepto de trabajo de mentes en red.
Para finalizar regresamos a la primera cita con la que Riera abre este libro “yo siento que
tú sientes lo que yo siento”. La conexión intersubjetiva de la que tanto nos ha hablado el
autor en este trabajo, como él mismo sostiene, probablemente no sería posible sin la
existencia de las neuronas espejo.




Comentarios inspirados por la lectura
Este libro trata de explicar que es un tratamiento o una terapia psicoanalítica. O una Terapia de cura por la palabra. Es importante lo que podemos hacer para conocer y gestionar mejor nuestras emociones.
En la vida tenemos que aprender a tratar lo que sentimos.
Y que lo que nos va sucediendo no vaya laminando el como nos sentimos.
A lo largo de todo el libro hemos ido hallando múltiples formas de entender el trabajo
psicoterapéutico, todas ellas conectadas entre sí, y al final uno podría decir que ahora
sabe mucho mejor de qué se trata. Poder observar la psicoterapia ora desde la
perspectiva del sentido de uno mismo, ora desde la  intersubjetividad, más adelante
según las formas en como nos vinculamos, y algunos  vértices más, ha sido una
sorpresa.
De la idea tan claramente expresada “los humanos estamos diseñados para nacer en un
entorno familiar empático que sintonice con nuestras emociones y que esté
genuinamente interesado en saber qué sentimos”  casi puede acariciarse la posibilidad
de una nueva mirada, más evolutiva,  sobre la patología mental, de modo que cuanto
mejor podamos entender el universo que hay detrás de dicha formulación, más capaces
seremos de ir reduciendo los tiempos de tratamiento. La cuestión que leyendo a Riera se
nos formula es: ¿la psicoterapia tiene que ser siempre necesariamente una carrera de
fondo? Creemos lícito imaginar la posibilidad de imprimir mayor velocidad a nuestros
tratamientos. Si algunos acontecimientos, como los  traumáticos, pueden crear
modificaciones permanentes de una sola vez, ¿podemos imaginar la posibilidad
contraria? O dicho de otro modo, ¿podemos imaginar  que la psicoterapia alcance en
algún momento, no muy lejano, una velocidad de transformación similar?
En una línea similar, al hablarnos acerca de los patrones de vinculación nos ha sugerido
que quizás en un futuro próximo, siguiendo la línea despatologizante del Psicoanálisis
Relacional, se podrán ir valorando más las estrategias de supervivencia  en la regulación
emocional de los tipos de apego no seguro.


Relacional, se podrán ir valorando más las estrategias de supervivencia  en la regulación
emocional de los tipos de apego no seguro.

Mejora Tu vida: Martine RAST


ENTREVISTA CON MARTINE RAST Autora de la novela iniciatica “DEJAME TUS ALAS”

publicado a la‎(s)‎ 31/01/2012 08:33 por Victoria Rodriguez   [ actualizado el 13/02/2012 00:31 ]


Déjame tus alas es una trepidante historia de amor, impregnada de aromas de la nueva era, que puede ser una herramienta muy útil para quienes transitan por el camino del crecimiento personal y la espiritualidad creativa. Narra dos historias aparentemente inconexas, la de Armand y la de Sedna, que al final confluyen en una sola.
Con esta narración iniciática sobre la magia cotidiana, Martine Rast nos guía a través de un mundo desconocido, que no es más que el nuestro, para que todos seamos capaces de descubrir a nuestro Ángel de la Guarda y reconciliarnos con la vida.
Este libro, fruto de su prodigiosa intuición, es una fórmula excepcional. Es un libro mágico: tal como vas avanzando en la lectura, te vas transformando. Te vas curando. El alma va recibiendo un masaje que es al mismo tiempo suave y enérgico.
Como ella.
 Martine Rast Boillat nació en Tramelan (Suiza). En 1990 se estableció en Tarragona, donde vive con sus tres hijos.
Coaching en crecimiento personal, ha ayudado a lo largo de su vida a multitud de personas con problemas físicos y emocionales. Dotada de una inusual intuición aporta a sus terapias sus conocimientos técnicas de visualización y relajación, PNL, terapia floral, masajes relajantes y metamórficos, terapia regresiva, curación con cuarzos…
Desde 2004, imparte talleres sobre Sexualidad, Aceptación de la muerte, Comunicación activa y Sanación con minerales, entre otros.
Déjame tus alas, su primera obra, se configura como un elemento fundamental de los recursos terapéuticos activados por la autora, al alcance de todos los lectores interesados en avanzar en su crecimiento personal.
P: Tu novela “Déjame tus Alas” está causando gran impacto entre los lectores.  ¿De donde nace la idea de crear este relato y que pretendes trasmitir con él?
R: Es muy sencillo. Llevo años atendiendo individualmente a mis pacientes y sentí la necesidad de que la misma información llegara a otras personas. Empecé a escribir y la acabé en diez semanas. La escribí tal como sale en el libro, de un tirón. No se ha cambiado ni añadido nada. Quise hacer una novela porque mi objetivo principal era hacer llegar unas herramientas concretas pero de una manera divertida, atrevida y  amena. El lector se abre a medida que va leyendo la historia, la siente, la vibra y se siente identificado con muchas emociones reflejadas en ella. No se siente extraño, al contrario, todo le resulta muy familiar. Los tres personajes principales del libro son en realidad un reflejo de todos nosotros.
P: Tu estilo recuerda un poco a Bucay, a Cohelo, incluso a Richard Bach…
R: He recibido comentarios que se referían a eso. De hecho no me extraña ya que han sido mis maestros en esta vida, he aprendido mucho de ellos y esto se debe reflejar un poco en mi estilo. Con Cohelo comparto mucho la magia. “La quinta montaña” y “Verónica decide morir” son algunos de mis preferidos. De Jorge Bucay, para mí el mejor trabajo que ha hecho son sus cinco caminos, el camino de la autoindependencia, el del encuentro, el de las lágrimas, el de la felicidad y por último, el de la espiritualidad.
P: Algunos pasajes de contenido sexual en tu novela han sido muy comentados por los lectores…
R:  En efecto. La sexualidad es vital en el ser humano y no podía concebir una novela sin tocar ese tema. La sexualidad sigue siendo un tabú, me lo encuentro a diario en las consultas.  Todos tenemos una vida sexual más deficiente de lo que imaginamos. Podemos mejorarla hasta extremos insospechados. He querido tocar el tema de la eyaculación femenina porque sigue siendo muy desconocida.  Tiene que haber una liberación en este tema y más conciencia. Las mujeres se merecen disfrutar de esta herramienta  y descubrir su capacidad multiorgásmica. Las escenas sexuales son vista desde un enfoque tántrico y creativo. Mi experiencia en terapia sexual y mi creatividad han hecho el resto. 
P: Dicen que tus manos curan, que hacen milagros, incluso con personas deshauciadas por la medicina oficial…
R: Milagros no hago. Es más, no me gusta este término porque crea una falsa expectativa que no es nada positiva en mi trabajo. Es cierto que mis manos curan pero no todo es curable. Parto de la base de que la enfermedad tiene su origen en los bloqueos emocionales. Lo primero que hay que hacer es detectar estos bloqueos, entenderlos y deshacerlos. Entonces ocurre la sanación. Pero no siempre será definitiva si el paciente no es consciente de este proceso. El paciente tiene un trabajo que hacer: rectificar la actitud que ha provocado el bloqueo y entonces ocurre la sanación. Es un trabajo de dos. Mi trabajo consiste en guiar al paciente, darle las herramientas necesarias, enseñarle a utilizarlas y sobre todo a confiar en que va a lograrlo porque si uno quiere, uno puede.   Si el paciente tiene ganas de sanar, la paciencia necesaria para aplicar las herramientas, confía en mí como guía y es su camino salir de su estado, entonces sí que existe esta sanación. El milagro es este.  Si uno quiere, puede.
P: ¿Dónde aprendiste a sanar y qué tipo de herramientas utilizas?
R: Soy autodidacta.  Aprendí a utilizar mis manos a la edad de 12 años. Tenía una enfermedad degenerativa en las rodillas que  me causaba muchos dolores. Recibí la visita de “seres de luz”, como me gusta llamarlos, y me enseñaron cómo calmar mis dolores. Me enseñaron a  tocar ciertos puntos de mi cuerpo, que después descubrí que eran puntos de digitopuntura. Me enseñaron a poner mis manos en diferentes partes de mi cuerpo, que después supe que eran chacras. También aprendí a colocar mis manos en diferentes alturas sobre mi cuerpo, después supe que estaba trabajando con las diferentes capas del aura.  Me enseñaron a reconectar diferentes partes de mi cuerpo, esto coincide con los meridianos. Así fue como empecé a trabajar cuando era solo una niña. Años después me dijeron que utilizara las Flores de Bach, me enseñaron como hacer el diagnostico y como aplicarlas. En mi camino encontré un canalizador de cuarzo blanco. Sentí la necesidad de experimentar y descubrí el poderoso poder de las piedras.  También aprendí técnicas de masaje corporal. Fuí utilizando todas esas herramientas a lo largo de mi vida. Pero me di cuenta de que algo fallaba. Obtenía la sanación pero el paciente en la mayoría de los casos volvía a recaer. No entendía por qué. Les pregunté a mis seres de luz y me dijeron que tenía que trabajar el último campo, el mental. Empecé a informarme más sobre cómo funciona la mente. Aprendí crecimiento personal. Lo empecé a aplicar a mis pacientes y el resultado fue excepcional. Había aprendido a equilibrar los cuatro campos, el mental, emocional, físico y espiritual. La técnica de terapia regresiva me llamó mucho la atención y la incorporé a mi arsenal terapéutico. Descubrí que el bloqueo emocional no era solo provocado por la vida actual, sino por unos registros que están dentro de nosotros y que también provocan bloqueos. Algunos lo llaman Karma. Hasta el día de hoy sigo utilizando estas técnicas para equilibrar al paciente y así lograr su sanación completa.
P: ¿Con qué tipo de pacientes trabajas?
R: De todo tipo, niños, adultos, ancianos, pero sobre todo personas que no han encontrado respuestas en la medicina oficial. Desde estados de depresión, fobias,  psicopatías, en lo que se refiere al estado mental. A nivel físico, todas las dolencias en general, no tengo límites. He tenido éxito en casos de tumores, piedras en el riñón o en la vesícula, psoriasis, quistes, fibromialgia, artrosis, enfermedad de Crohn, úlceras, hernias discales, ciática… También me dedico a mejorar las relaciones sexuales y a enseñar a morir a personas mayores o en fase terminal, a acompañarles en el proceso y mejorar su calidad de vida.
P: Pero además eres médium, canalizadora, clarividente… ¿Puedes adivinar el futuro?
R: La precognición es una capacidad innata que todos tenemos, aunque no todos la desarrollen a un nivel práctico. No soy muy amiga de las etiquetas pero es cierto que puedo canalizar las energías, como lo hace el Reiki, para sanar equilibrando el cuerpo energético con mis manos.  De la misma manera que canalizo la energía para sanar también canalizo información para guiar a mis pacientes en una dirección u otra según sus necesidades. Noto en mi propio cuerpo las dolencias de mi paciente y así puedo hacer un diagnóstico. Los seres de luz también me hablan de los problemas que tienen las personas y me guían con sus palabras para que aconseje a mis pacientes en su vida diaria. Solo soy un consejero y en ningún momento pretendo asumir la responsabilidad de sus decisiones.  No me gusta la palabra “médium” por sus connotaciones. Mucha gente acude en busca de respuestas desesperadamente y esperan que les soluciones la vida. Cada uno tiene que asumir su camino y gobernar su vida, nadie puede decidir por el otro. Esto es fundamental en mí trabajo.
P: Por último, ¿existe la reencarnación?
R: En el momento actual de mi vida y con todos los conocimientos que he adquirido, solo puedo afirmar que existe la reencarnación. Es más, es una parte importante ya que esto da un sentido al por qué hemos nacido y por qué estamos recorriendo el camino actual. No quiero entrar en creencias religiosas, creo en la reencarnación porque lo he vivido en primera persona y con mis pacientes a través de la terapia regresiva. Esto me ha dado respuestas y me ha ayudado a solventar problemas que no se hubieran podido solucionar de otra manera. Hay una frase que he utilizado mucho en mis cursos: ”si pierdes el miedo a morir, pierdes el miedo a vivir”

Pilar López Serra
Periodista y fitoterapeuta

La Humildad en la victoria

Es crucial
La Victoria ha de durar muy poco!!!

La Ley de la Verdad y de la Coherencia


Teoría coherentista de la verdad

La teoría coherentista de la verdad, o teoría de la verdad como coherencia, es una teoría de la verdad que sostiene que la verdad sólo es la coherencia con un conjunto determinado deproposiciones o creencias.

Contenido

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[editar]Rasgos generales

Un principio dominante de estas concepciones es que la verdad es sobre todo una propiedad de sistemas de proposiciones y que sólo pueden atribuirse a proposiciones individuales derivativamente de acuerdo con su coherencia con el conjunto. Los teorizadores difieren principalmente en si la coherencia da lugar a muchos sistemas verdaderos posibles o si sólo hay un sistema verdadero. Por lo tanto, en general la verdad requiere la adecuación de los elementos en el sistema completo. Muy a menudo, sin embargo, se considera que la coherencia implica algo más que la simple consistencia lógica. Así, se considera que la completitud y la inteligibilidad de los conceptos son dos factores críticos a la hora de juzgar su utilidad y validez.
De acuerdo con A. Cornelius Benjamin, la teoría de la verdad como coherencia es la «teoría del conocimiento que mantiene que la verdad es una propiedad aplicable a cualquier cuerpo extensivo de proposiciones consistentes y aplicable por derivación a cualquier proposición de un sistema tal por virtud de ser parte del sistema.»1 Ideas como esta forman parte de la perspectiva filosófica conocida como holismo teorético.2
Sin embargo, las teorías coherentistas de la verdad no consideran que la coherencia y la consistencia sean meramente factores importantes de un sistema, sino que estas propiedades deben de ser suficientes para su verdad.
Según otra versión de la teoría coherentista, abanderada especialmente por Harold Henry Joachim, la verdad es una coherencia semántica que involucra algo más que la consistencia lógica. Con este punto de vista, una proposición es verdadera hasta el extenso de que es un constituyente necesario de un todo sistemáticamente coherente. Otros miembros de esta corriente de pensamiento, como Brand Blanshard sostienen que este todo debe ser tan interdependiente que todo elemento en él necesita, e incluso implica, cualquier otro elemento. Los exponentes de este punto de vista infieren que la verdad más completa es una propiedad que sólo puede tener un único sistema coherente, llamado el absoluto, y que las proposiciones y sistemas humanamente cogniscibles tienen un grado de verdad proporcional a cuánto se aproximan a este ideal.3
Las teorías de la coherencia distinguen el pensamiento de los filósofos racionalistas continentales, especialmente SpinozaLeibniz y Hegel junto con el filósofo británico Francis Herbert Bradley.4Estas teorías se han revitalizado gracias a algunos partidarios del positivismo lógico, notablemente Otto Neurath y Carl Hempel.

[editar]Objeciones

Una conocida objeción a la teoría coherentista es la que formuló Bertrand Russell: dado que tanto una creencia como su negación guardarán coherencia con al menos un conjunto de creencias, creencias contradictorias pueden ser juzgadas ciertas de acuerdo con la teoría coherentista. Pero dado que ambas no pueden ser verdaderas al mismo tiempo (por ser contradictorias), se sigue que la teoría no puede ser válida.
La mayoría de los teóricos de la coherencia no analizan todas las creencias posibles, sino sólo aquellas que las personas realmente sostienen. En este caso, el problema principal de la teoría de la coherencia de la verdad es cómo especificar este conjunto particular, dado que la verdad de las creencias que realmente se tienen sólo puede determinarse por medio de la coherencia.

jueves, 14 de junio de 2012

Aprende a ecuchar tu emociones y a gestionarlas a tu conveniencia


Taller dirigido a aquellas personas que quieran escuchar sus emociones
como fuente de autoconocimiento
Emociones
 
 
En este taller descubrimos las claves para:
·
Fomentar las emociones positivas en la vida
 
diaria.
·
Abordar de forma constructiva las emociones
que provocan sufrimiento.
·
Percibir y expresar emociones.
·
Regular las emociones corporal y mentalmente
desde la contemplación. 
·
Integrar las emociones de manera que nos
 
permita conseguir un equilibrio psicológico.
  

domingo, 10 de junio de 2012

Tenerlo crudo


Las leyes de la atracción: así elegimos a nuestros amigos

Las leyes de la atracción: así elegimos a nuestros amigos
Esperamos que nuestros amigos nos refuercen la autoestima. (Corbis)
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“Quiero a todos mis amigos con sus defectos y virtudes, tal como son, hagan lo que hagan”. Es una frase que escuchamos con frecuencia, pero que dista mucho de ser cierta, según señalan las investigaciones realizadas durante los últimos años. No les queremos por sus cualidades, sino por la forma en que reconocen las nuestras, como si fuesen un espejo del que esperamos que nos devuelva la imagen deseada. La autoestima y la imagen personal son aquellos aspectos que esperemos ver reforzados cuando establecemos contacto con nuestros amigos.
Según Carolyn Weisz y Lisa F. Wood de la Universidad de Puget Sound, el componente principal de la amistad es su capacidad para reforzar nuestra identidad. A través de un experimento realizado durante más de cuatro años con un grupo de universitarios, las investigadoras descubrieron que aquello que definía una amistad a largo plazo era su capacidad de hacer a los miembros de la relación parte de un proyecto común.
Durante la investigación, se fijaron cómo aquellos que habían señalado en las primeras fases de la relación que lo que más les gustaba de su nuevo amigo era que les apoyaba a la hora de ser como eran, seguían siendo amigos cuatro años más tarde, cuando volvieron a ser consultados. Llamó la atención de las científicas que no se trataba simplemente de que mantuvieran el contacto, sino que ahora consideraban a estos como sus mejores amigos.
La retroalimentación positiva, que contribuye a reforzar nuestra imagen deseada, es el factor más valorado en una relación. El estudio señalaba que casi cualquier persona puede ser un potencial amigo, ya que en ese sentido “somos bastante liberales”. Sin embargo, hacer que alguien se sienta parte de un grupo es lo que diferencia a las grandes amistades. “Cuando alguien considera que otra persona apoya  sus valores de identidad, estará más inclinado a apoyarle, a comprometerse con él e incluso a tolerar sus discrepancias”, señalaba el estudio.
La intimidad es lo que diferencia una verdadera amistad del simple compañerismoMantenemos una imagen mental idealizada de nosotros mismos, por lo que si nuestros amigos nos devuelven una impresión que se corresponde con lo que tenemos en la cabeza, seguiremos considerándolos deseables. Esto implica un efecto negativo: aquellos que contradicen nuestra imagen son percibidos como poco deseables, y es probable que rompamos rápidamente nuestra relación con ellos. Demasiada retroalimentación negativa –“esto te queda mal”, “quizá deberías ser menos lanzado”, etc.–  suele provocar un efecto de rechazo si no ha sido solicitada de antemano.
Cómo se forman las amistades
Para Beverly Fehr, autora de Friendship Processes (SAGE), el objetivo final de la amistad también es integrarnos en la sociedad. En su libro describe detalladamente las fases por las que nos hacemos amigos de alguien.
En primer lugar, seleccionamos nuestras relaciones entre aquellos con los que interactuamos. Según un estudio realizado hace unos años sobre la dinámica de un edificio de apartamentos, los que vivían en el mismo piso tenían más posibilidades de forjar una amistad que los que residían en plantas diferentes, por una cuestión de mera cercanía física. Frente a la consideración idealizada de que seleccionamos a nuestras amistades libremente, a partir de una muestra enorme, en realidad nos encontramos muy condicionados por nuestro entorno inmediato.
El siguiente paso se produce a partir de un juego semejante al del cortejo.Cuando estimamos que una persona puede interesarnos como amigo, le proporcionamos información que no daríamos a cualquiera, y esperamos su reacción. De ella dependerá si finalmente pasa a formar parte de nuestro círculo cercano o no. Si corresponde de forma semejante, proporcionando información valiosa en el mismo sentido, estará indicando no tanto que desea compartir dichos sentimientos contigo como que quiere ser tu amigo. Si no lo hace, habrá declinado dicha oferta.
Es más probable que una persona te haga un favor si antes te ha hecho otro que si te lo debeLa última y definitiva fase es la intimidad, lo que más nos cuesta ofrecer y lo que diferencia una verdadera amistad del simple compañerismo. Marco Tulio Cicerón se preguntaba hace ya veintiún siglos “qué cosa hay más grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo”. Se trata del momento en que dos personas identifican rápidamente las necesidades y anhelos del otro y no tienen ningún reparo en compartirlos.
La importancia de la generosidad
En su estudio, Fehr recuerda que la ayuda material que un amigo ofrece es un factor secundario en la relación. Es decir, prestar una cantidad de dinero o ayudar en una mudanza es positivo, pero no constituye una de las condiciones imprescindibles para considerar a alguien un amigo. Al contrario, no es recibir lo que fortalece el sentimiento de amistad, sino dar.
Es lo que se ha denominado el efecto Ben Franklin, por su célebre afirmación: “Es más probable que una persona te haga un favor si antes te ha hecho otro que si te lo debe”. Se trata de uno de los más llamativos descubrimientos del comportamiento humano, que afirma que es muy probableque si hacemos un favor a alguien, sea quien sea, terminará cayéndonos bien. Más incluso que si nos ayuda.
La gente que tiene problemas para mantener relaciones de amistad suele sufrir estrés mental y enfermedadesPara ilustrar dicha concepción, un célebre  experimento contaba cómo, después de un concurso simulado realizado por un investigador de incógnito, éste se acercó a un grupo de participantes del mismo y les suplicó que le devolviesen el dinero ganado porque lo había puesto de su propio bolsillo. Cuando preguntaron a los estudiados cuál era su opinión sobre dicho personaje, los que le habían ayudado lo valoraron de forma más positiva.
Parecido al amor
Debra L. Oswald señala en su artículo Friendship Maintenance que aunque el proceso de mantener una amistad es mucho más complicado y tedioso que el de crear una nueva relación, al encontrarse menos ligado a la novedad,contribuye en un alto grado a la satisfacción vital. Oswald utilizó los cuatro factores habituales para definir la satisfacción en una relación –positividad, apoyo, apertura e interacción–, para averiguar cuáles son los más definitorios en una relación y descubrió que los tres primeros eran los más decisivos.
En un alto grado, las características que definen la permanencia de una relación de amistad son muy semejantes a los de la relación romántica. Con una gran diferencia: mientras en una relación de pareja es necesario compartir tareas y un mismo círculo de amigos, esto no es imprescindible en la amistad. Oswald concluía señalando que “la gente que tiene problemas para mantener relaciones de amistad suele sufrir estrés mental, sentimientos negativos y enfermedades físicas”y animaba a desarrollar el que consideraba nuestro punto más débil: la capacidad para mantener una relación a lo largo del tiempo.