sábado, 16 de junio de 2012

La Conexión Emocional de Ramón Riera


 Capítulo 1. Contextualización
En este primer capítulo podemos volver a contactar, como si de la primera vez se
tratase, con la experiencia de un tratamiento psicoterapéutico. Los que estamos
familiarizados con la práctica psicoanalítica tal vez nos hayamos alejado del misterio, la
curiosidad o incluso la inquietud que puede despertar una psicoterapia en alguien que se
acerca a esta experiencia por primera vez. Ramón Riera allana el terreno. Explica a unos -y nos
recuerda a otros-, los aspectos más formales pero también nos cuenta acerca de otros
elementos que ha ido encontrando con sus pacientes a lo largo de estos años y con los
que ha enriquecido su práctica profesional.  Es importante que todas las personas aprendan que es importante hablar de lo que les interesa y les preocupa. Esto les puede ayudar a a ser más felices.
Parece que Riera desea establecer una conexión emocional con el lector y es tal vez por
ese motivo que con valentía y de un modo francamente natural, nos cuenta algo acerca
de si mismo, ayudándonos de este modo a conocer un  poco mejor a quién estamos
leyendo. Creemos que es valiente porque la combinación de lo público y lo privado del
psicoanalista, aunque hoy parezca un poco más cerca, es todavía un terreno por
conquistar, un lejano oeste, especialmente en nuestra comunidad.
En este primer apartado Riera nos expone sus reflexiones acerca de la psicoterapia o el
tratamiento psicoanalítico y de aquello que es más apreciado por los pacientes, segúnha ido recogiendo con los años como clínico; pero también es un intento por reparar el
Psicoanálisis de  las fuerzas oscuras. Particularmente queremos destacar un aspecto,
quizás podríamos llamarlo técnico, que Riera utiliza en su trabajo con pacientes: la
invitación explícita a que el paciente comunique cuándo no se ha sentido entendido.
Seguro que muchos secundamos la utilidad de esta intervención, pero la comunicación
explícita de esta consigna lleva implícita una apertura del terapeuta al cuestionamiento y
a que el propio paciente le oriente. De igual modo, la flexibilidad del setting externo que

propone, en función de qué puede facilitar mejor en cada paciente la conexión
emocional, nos parece una muestra más del trabajo desde el enfoque relacional.
Encontramos también una oportunidad para reflexionar sobre el mecanismo de
disociación y el sentimiento de vergüenza. Podemos apreciar en este punto el esfuerzo
generoso para hacer comprensible a todos el concepto de disociación:  “:.. cuando la
persona hace como si tales sentimientos no existieran”. Claro. Simple e incontestable.
Sin embargo hay una idea que va repitiéndose a lo largo de estas primeras páginas y
anticipamos que será  central en todo este trabajo. Dice Riera: “los humanos estamos
genéticamente diseñados para regular nuestras emociones a través de las relaciones.”
Creemos que la viñeta del caso clínico que nos aporta ilustra bien este punto. Y es más,
describe con claridad lo que Riera considera que es el pilar esencial de todo trabajo
psicoterapéutico. Nos dice: “dicho de otra manera: Pere y yo necesitábamos crear una
relación en la que él pudiera llegar a sentir y pensar aquello que no fue posible en las
relaciones previas”.


Capitulo 2. El sentimiento de uno mismo
En este segundo capítulo Riera profundiza sobre el  concepto de uno mismo,
relacionándolo con el de autoestima, mucho más incorporado en nuestro saber popular.
Con esta idea tan aparentemente sencilla aunque en el fondo arriesgada, nos comunica
su opinión: un bajo concepto de uno mismo representa una de las principales fuentes de
malestar del ser humano. Es esencial que los seres humanos las personas nos demos cuenta de esta
realidad si tenemos un concepto bajo de nosotros nos va a costar el sentirnos bien. Por eso es importante que trabajemos en lo importante que es mejorar cada día un poco el concepto que tienes de ti misma o de ti mismo.
Nos muestra cómo el lenguaje coloquial ilustra de una manera
muy gráfica los dos extremos del sufrimiento mental: la cohesión y la fragmentación (…
me siento fuerte, consistente o estoy hecho polvo, destrozado, desencajado).
Según Riera el modo cómo uno se siente, se percibe en cada momento, determina cómo
afronta la situación planteada. Vemos aquí una idea dinámica del sentimiento de uno
mismo que puede ser diferente en diferentes momentos. Se entiende cómo el autor
apuesta por una concepción de lo terapéutico poniendo el acento en la creación de
nuevas experiencias de relación, en lugar de señalar aquello en lo que el paciente
fracasa. Curiosamente este punto es simple en apariencia pero detrás esconde todo un
universo de posibilidades. Esto es así, argumenta Riera,  porque la vivencia que los
humanos tenemos de nosotros mimos depende del contexto relacional. Nuevamente nos
ofrece una viñeta que lo ejemplifica con claridad (Dani, sus dibujos y la actitud del
padre): nos muestra cuán importante resulta el entorno relacional del niño y cómo
influyen las emociones parentales no formuladas en  el sentimiento de si mismo del
pequeño.
Es así cómo puede darse lo que el autor denomina la tragedia de los hijos con padres
que tienen un sentido de si mismos precario. El artista René Magritte le proporciona un
canal que hace explícito uno de los contextos relacionales que más sufrimiento pueden
causar en el ser humano: l’esprit de geometrie (obra pictórica en la que se ve un bebé
con cuerpo de adulto sosteniendo una madre con aspecto de bebé). De nuevo nos invita
a conocer un poco más de si mismo, de cómo estableció conexión emocional con el
artista y su obra. Y esta relación con el arte le abre una nueva perspectiva.
EL material clínico del caso Dolors ilustra bien cómo los humanos construimos nuestra
propia imagen a partir de la imagen que nos devuelven los demás. Se  trata de un Casoejemplo que presenta similitudes con la historia del artista Salvador Dalí, acerca del cual
Riera tiene publicado un trabajo, y a su vez ilustra la inversión de roles presente en el
cuadro de Margritte que tan profunda impresión causó en el autor. Creemos que con
este ejemplo consigue mostrarnos cómo parece más entendible la problemática si nos damos cuenta de que la tragedia es no poder tener unos padres que conecten
emocionalmente con uno mismo.
A partir de la premisa de que el paciente se cura a través de ir estableciendo distintas
conexiones emocionales con el terapeuta que faltaron, fueron inadecuadas o
insuficientes en otras relaciones, Riera realiza una revisión de conceptos clásicos desde
una visión relacional. No podemos estar más de acuerdo con él cuando habla de los
sueños como películas y de las obras pictóricas como medios de expresión de
experiencias que no pudieron ser vividas por otras vías. Contacta con lo terapéutico que
hay en el cine y arte.
Encontramos en este apartado del libro una breve referencia al origen del Psicoanálisis
relacional, que forma parte del sentido que el autor tiene de si mismo; retoma un
lenguaje que nos incluye a todos, colegas de profesión y otros. Así intenta ser divulgativo
con el lector no experto y también con el propio colectivo psicoanalítico. Retoma trabajos
de psicoanalistas relacionales en los que se revisan  teoría y práctica de Freud desde
una perspectiva relacional, para familiarizar al lector con este modelo más
contemporáneo. Riera, de un modo muy personal, nos  muestra algunos de sus
referentes así como otros intereses que más han ampliado su mirada acerca de las
relaciones humanas.
Inicia este viaje al pasado  psicoanalítico de la mano de Dona Orange, a quien primero
nos presenta, consiguiendo nuevamente en nosotros una mejor disposición para
conectar emocionalmente con lo que la autora piensa. Orange realizó una revisión
acerca del célebre caso Schreber de Freud, en la que al recoger el contexto relacional, la
relación de Schreber con su padre, se abre una nueva posibilidad  para entender el dolor
del paciente.
Seguidamente nos introduce en los trabajos de Ramón Greenberg acerca de los sueños
y del sentido del material onírico. Su investigación, fruto de una estrecha colaboración
entre el psicoanálisis y las neurociencias, ha podido replantear el sentido clásico de los
sueños como realización de deseos inconscientes. A  la luz de las investigaciones
recientes parece que los sueños son un intento de procesar e integrar la nueva
información con la antigua y por tanto una posibilidad de afrontar, mientras dormimos,
problemas que permanecen activos. Esta nos parece una idea original y esperanzadora
pues entiende los  sueños como una posibilidad creativa en lugar de cómo el consuelo
narcisista clásico.

Otro de los autores que nos presenta en este capítulo es uno de sus predilectos, Heinz
Kohut, conocido por su valiente revisión del  narcisismo y su esfuerzo centrado en el
desarrollo del concepto de si mismo. Como nos viene acostumbrando desde que
iniciamos esta lectura, Riera comparte con nosotros el contexto relacional en el que tuvo
lugar su conexión emocional con este autor. Al hablarnos de algunos detalles biográficos
de Kohut, retoma el cuadro de Magritte l’esperit de geometrie para proponernos que en
la relación padres-hijos existe naturalmente un sostén que aporta el propio hijo y cómo
esto modula los distintos sentidos de si mismo, también el de los progenitores. Para
Riera la idea de Kohut de que los pacientes vienen a tratarse para cambiar el sentido
que tienen de si mismos, sigue siendo una muy válida definición del objetivo de toda
psicoterapia.   En los dos análisis del Sr. Z de Kohut vemos un referente importante para
Riera, nuevamente un ejemplo de relectura de ciertas certezas del Psicoanálisis original.
Se explora una revisión del complejo de Edipo y la  propuesta de un mito alternativo:
Ulises. Se trata de un mito que enfatiza el hecho de que si los padres son protectores y
favorecedores de la autonomía adecuada –  si conectan emocionalmente-, el complejo
de Edipo no parece tener un peso crucial en el desarrollo de la personalidad


 Para finalizar el capítulo Riera nos habla del Efecto Westermarck o lo que resulta ser
una mirada distinta del tabú del incesto a la luz de investigaciones en otras disciplinas
antropológicas. Nos parece que con ello Riera propone un posible cuestionamiento de la
universalidad del complejo de Edipo como pilar de la salud o enfermedad mental.
Capítulo 3. La memoria de las emociones
En este capítulo Riera nos habla de las dos principales clases de memòria: explícita e
implícita a través de diferentes ejemplos que nos ilustran cómo una se recuerda y otra
no.
Seguidamente nos presenta al grupo de Boston, responsable de una de las aportaciones
que el autor considera más importantes del psicoanálisis contemporáneo:  el
conocimiento relacional implícito. Riera lo explica como aquel conocimiento que una
persona tiene sobre cómo utilizar las relaciones con los otros para regular sus propias
emociones. Este conocimiento es procesado por el sistema de memoria implícita.
Creemos que Se trata de una definición muy clara y muy útil.
Otro concepto que explora en este capítulo es el del Paisaje corporal, término acuñado
por Damasio, en su libro El error de Descartes. Riera  lo celebra y utiliza en este capítulo
para describir, de un modo poético y con gran belleza pictórica, y a la vez muy vivencial,
una habilidad especial que tenemos los humanos para realizar una evaluación emocional
de las situaciones relacionales. Riera consigue transmitirnos explícitamente- de un modo
muy sencillo y auténtico, a través de una vivencia personal-, experiencias que vivimos
sólo de forma implícita a través de lo que nuestro cuerpo siente.

El caso Joan muestra cómo trabaja Riera. Transmite  cómo se toma su tiempo para
establecer la conexión emocional con su paciente, para cuidarla, puesto que es el
elemento crucial de trabajo terapéutico.
En el contexto de este capítulo nos ofrece una definición más moderna del objetivo de la
psicoterapia desde el enfoque relacional:  la psicoterapia sirve para que el paciente
pueda activar de forma integrada sus distintos tipos de memoria””.
Capítulo 4. La intersubjetividad
En este capítulo nos adentramos de la mano de Riera en el universo de la
intersubjetividad o, dicho de otro modo, la conexión emocional de dos subjetividades. A
través de ejemplos de situaciones cotidianas resulta sencillo ver la subjetividad de cada
uno de nosotros. Por subjetividad entendemos, leyendo al autor, la particular forma en
que cada uno interpreta emocionalmente el mundo.
 Es muy importante que cada persona tenemos una manera de entender el mundo y debemos de estar seguros que esta manera personal y subjetiva de entender el mundo es cambiante y mejorable.
Desde el mundo de la terapia todos tenemos que buscar la manera adecuada, la más conveniente la mejor.
La que nos va a dar más felicidad
 A través del ejemplo de dos de sus pacientes, ambos en situaciones vitales similares,  Riera nos ilustra cómo existen múltiples subjetividades, incluso aparentemente contradictorias. Dicho ejemplo nos
sugiere que esta situación podemos encontrarla a menudo en un mismo paciente,
cuando nos trae el conflicto con las diferentes subjetividades de su entorno, el conflicto
intersubjetivo.
Riera nos proporciona un contexto- histórico- para  este término esencial dentro del
psicoanálisis relacional. Nos habla de Atwood y Stolorow y de su primera libro faces in a
cloud  en el que, como ya vimos en otros autores relacionales, se realiza una revisión
desde esta perspectiva psicoanalítica contemporánea de las teorías de cuatro de los
principales pioneros psicoanalíticos: Freud, Jung, Reich y  Rank. La idea sobre la que
insiste Riera  es que la subjetividad está también en la base de toda teoría acerca del funcionamiento emocional humano. Este punto nos parece de suma importancia ya que
inevitablemente relativiza los postulados fundamentales del psicoanálisis clásico y abre
nuevas posibilidades para entender fenómenos como la resistencia y la neutralidad.
Supone una ventana abierta a la libertad de expresión de nuestros pacientes pues no los
vemos ya como opositores a nuestras ideas al tener más presente que éstas son, en
gran parte, fruto de nuestra propia subjetividad. Riera se centra en la lectura que Atwood
y Stolorow realizan de las teorías de Freud teniendo en cuenta su subjetividad y los
acontecimientos vitales que la constituyeron. A partir de la biografía que Breger realizó
sobre Freud, comprendemos de un modo relacional cómo una circunstancia temprana
en la vida de aquél influenció subjetivamente en la creación de sus principales supuestos
teóricos. Se trata de una visión intersubjetiva que nos parece mucho más cercana a la
experiencia.
La idea que Riera señala como central dentro del modelo intersubjetivo es el de la
validación de lo que uno siente por parte del entorno relacional significativo, a través de
la conexión empática.  Si ello no tiene lugar entonces se da un sentimiento de
inadecuación y vergüenza que comprometerá ciertos aspectos del desarrollo del
individuo. Para ilustrarnos esta idea Riera nos ofrece otra de sus experiencias clínicas,
Pedro, un caso dramático y evocador de una gran ternura.
Como ya hemos ido advirtiendo los trabajos de Stolorow, Atwood y Orange son las
influencias tempranas de Riera dentro del contexto relacional. De la mano de la que él
mismo denomina su familia adoptiva profesional - Gianni Nebbiosi y el grupo de Roma-
Riera profundiza en la idea del trauma psíquico de Stolorow: la gravedad de la situación
traumática no depende sólo del trauma per se sino, sobretodo, de cómo es gestionado
por el contexto relacional. Desde esta óptica parece más posible establecer un puente
hacia lo que sabemos acerca de la resiliencia emocional, abriendo una puerta a la
esperanza para aquellas heridas que clásicamente se consideraban difíciles de reparar.
Riera nos habla del concepto de aniquilación personal introducido por Atwood que hace
referencia a aquellas experiencias sufridas por pacientes traumatizados.  A partir de un
caso presentado en Roma por Atwood, Riera establece una relación con las teorías de

Freud para revisar desde la perspectiva relacional  cómo se entienden las situaciones
que antes se explicaron mediante la teoría de la seducción y posteriormente la de las
fantasías originarias. Este marco le resulta idóneo al autor para señalarnos una de las
ideas que considera más importante de este libro: los humanos estamos diseñados para
nacer en un entorno familiar empático que sintonice con nuestras emociones y que esté
genuinamente interesado en saber qué sentimos.  Cuando esto no se da aparecen
situaciones de aniquilación personal. Este contexto inspiró un trabajo de Riera acerca de
Salvador Dalí, en el que el autor ensaya una comprensión del artista y su obra bajo la
hipótesis de la aniquilación personal propuesta por Atwood.
En esta línea, la lucha entre el principio del placer y principio de realidad postulados por
Freud como eje central en la maduración emocional del ser humano, pierde fuerza en el
marco de la intersubjetividad. Parece más actual la idea que a lo largo de la vida
acumulamos convicciones a partir de nuestros intercambios relacionales acerca de cómo
es la realidad. Y eso influye mucho más que lo primero.  Estamos totalmente de acuerdo
con la idea de que el cambio psíquico en psicoterapia se produce cuando el paciente
puede imaginar posibilidades que hasta entonces habían sido inimaginables.
Los contextos relacionales son los que validan o no las experiencias emocionales de los
humanos y, en función de si lo que sentimos es validado o no por ese entorno nos
sentiremos consistentes y vitales o por el contrario raros, vacíos y desvitalizados. El
material clínico de Pau, presentado al final de este capítulo, permite ver el cambio de
considerar la homosexualidad en si como una orientación sexual patológica, con sus


distintas variantes (perversión, evitación de la rivalidad edípica, etc.) para poner el
acento en la falta de validación y la consecuente vergüenza, siendo la investigación esta
última, según Riera, una de las principales claves del éxito terapéutico.
Capítulo 5. Un poco de prehistoria de las relaciones
Riera nos propone un viaje a un espacio y un tiempo lejanos, lejanísimos, en los albores
de la humanidad. La biología evolutiva nos aporta datos acerca de cómo podían ser las
relaciones hace unos doscientos cincuenta millones de años. Parece que lo que hoy se
da por supuesto no fue siempre así. Los estudios evolutivos atribuyen a nuestros
ancestros reptiles un patrón relacional marcado por la reacción agresiva frente al otro.
Se supone que una feliz sucesión de diversas mutaciones en estos antepasados
nuestros provocaron cambios corporales que modificaron inevitablemente el modo en
que los individuos se relacionarían entre si. En este apartado Riera nos habla de los
sustratos biológicos que se han ido identificando   como propios de las conductas de
vinculación en los mamíferos en general y en los humanos en particular.
Fundamentalmente explora los descubrimientos acerca de la biología que acompaña las
situaciones vinculación y cura de las crías mamíferas así como de la monogamia, en los
humanos y en una minoría de mamíferos más.

El hallazgo de hormonas implicadas en la experiencia relacional de los humanos permite
hablar, dice Riera, de una vinculación inconsciente -porque se da sin la participación del
córtex cerebral-, y emocional porque implica una serie de cambios corporales ante una
situación particular. Riera a través de su capacidad para establecer conexión emocional
con otras disciplinas y otros autores interesados en la naturaleza humana, nos ofrece
hipótesis verosímiles que establecen un puente entre lo relacional, lo biológico y lo
evolutivo. En este punto nos muestra el contraste entre el psicoanálisis relacional y el
clásico que fue alejándose cada vez más de otras disciplinas para contrastar y/o
complementar sus hipótesis.
Con una entusiasta incursión en el cine de la mano de Kubrick y el mítico film  2001:
Odisea en el espacio, nos intenta mostrar lo que parece que muchos científicos hoy
piensan: que fue la conexión empática el punto culminante para entender mejor el gran
cambio evolutivo en los humanos, mucho más determinante aún que el uso de las
herramientas mostrado en la película.
Malcom Slavin y Robert Trivers nos abren  una nueva perspectiva sobre el
funcionamiento humano a partir de la combinación de las investigaciones en evolución y
psicoanálisis. Las ideas fundamentales que Riera recoge a partir de estos trabajos es
que el paciente puede, de hecho,  tener una percepción de nuestras actitudes que va
mucho más allá de nuestras palabras, cuestionando de este modo la supuesta
neutralidad del terapeuta psicoanalítico. Pero Riera nos aporta muchos otros estudios
que parecen seguir esta línea:  Haig con sus trabajos acerca de la negociación
bioquímica entre madre gestante y feto, Tomasello y sus ideas acerca de la capacidad,
exclusiva de los humanos, de compartir intenciones y estados emocionales; Meltzoff y la
capacidad de imitación de los bebés como posible precursora del lenguaje verbal; y otros
autores, todos muy interesantes, que se van descubriendo a lo largo del capítulo



Capítulo 6: cómo nos vinculamos los humanos
Encontramos en este capítulo una introducción al concepto de apego. EL lector puede
hacerse una idea bastante general y completa de los estudios en este campo pues Ramón Riera
nos habla sobre autores destacados, estudios longitudinales y herramientas de trabajo
como la entrevista de apego adulto. Riera aprovecha también este espacio para
hablarnos de cómo entiende la relación contemporánea padres-hijos, niños-adultos y el
cambio en la asimetría de dichas relaciones. Apreciamos de buen grado esta manera
distinta de hacer una lectura de las generaciones jóvenes que no cae en los tópicos de
rancio abolengo describiendo a los niños y jóvenes de hoy como malcriados y sin límites.
Es un primer paso para una lectura mucho más esperanzadora de un futuro posible.
Resulta muy entendedor para el lector la descripción de los tres tipos de apego descritos
por Ainswoth con ejemplos clínicos que los ilustran. Para Riera hay un aspecto
claramente destacable de los estudios sobre el apego: los bebés, ja en los primeros
meses de su vida, son auténticos expertos en recoger información muy sutil,
psicológicamente muy compleja, de un modo vivencial y sin utilizar el pensamiento
reflexivo. Finalmente nos aporta una última descripción de un cuarto patrón relacional
descrito por Main y Solomon, considerado el más relacionado con la psicopatología
severa en la edad adulta.
En la línea de anteriores capítulos continúa presentándonos a sus autores predilectos,
en esta ocasión Daniel Stern. A partir de una anécdota personal de Stern citada en el
conocido libro  el mundo interpersonal del bebé, Riera recoge la idea de un bilingüismo
necesario para mantener un puente entre el mundo infantil y el adulto, bilingüismo que
hace referencia a la posibilidad de entender a través del pensamiento reflexivo aquellas
sutilidades de la comunicación no verbal.
Los estudios longitudinales del apego permiten constatar empíricamente cuáles son las
evoluciones más probables de los patrones vinculares. A través de ellos, partiendo de
los parámetros presentes, se pueden predecir desarrollos futuros. La idea que Riera
señala en especial es que no se trata tanto de la gravedad de la experiencia sino  de la
manera cómo es integrada en una narrativa coherente. Este aspecto fácilmente se
conecta con las ideas de Stolorow referentes al trauma y a la gestión que el entorno
realiza para paliar-lo, explicado en el capítulo cuarto.  Uno de los estudios que Riera
destaca es el trabajo de K. Lyons-Ruth y colaboradores que han determinado factores
predictivos en los patrones vinculares desorganizados. Creemos que Riera pretende
transmitirnos el valor empírico de dichos estudios  para el desarrollo del psicoanálisis
relacional.
Para finalizar el capítulo Riera nos ofrece unas reflexiones acerca de cómo entiende él el
proceso psicoterapéutico a la luz de los patrones vinculares. Partiendo de la idea de que
la mayoría de las conductas de vinculación que componen nuestro estilo relacional se
aprenden y modifican a lo largo de toda la vida sin la participación del pensamiento
reflexivo, el trabajo psicoanalítico es visto por Riera cómo el entorno relacional en el que
el paciente tiene la oportunidad de practicar nuevos estilos relacionales, obteniendo así
nuevas maneras de reaccionar emocionalmente, menos dolorosas y más útiles.


Riera llega en este punto a una de las cuestiones centrales de su trabajo: ¿por qué es
tan importante la conexión emocional para los humanos? Esta incógnita ha sido ya
planteada por E. Tronik, investigador de primera infancia y antiguo miembro de Grupo de
Boston para el desarrollo del cambio psíquico.  A partir de sus investigaciones llega a
formular que la conexión emocional crea lo que él denomina una expansión diádica de
los estados de conciencia. Riera destaca la importancia de dichos estudios en la práctica Reseña de la obra de Ramón Riera  psicoterapéutica, donde estos estados de conexión emocional, pérdida y recuperación
de la conexión también se reproducen naturalmente.  Para él la vivencia mutua de conexión emocional sería uno de los principales indicadores de buen pronóstico en el
desarrollo de la relación paciente-terapeuta.



Capítulo 6: cómo nos vinculamos los humanos
Encontramos en este capítulo una introducción al concepto de apego. EL lector puede
hacerse una idea bastante general y completa de los estudios en este campo pues Riera
nos habla sobre autores destacados, estudios longitudinales y herramientas de trabajo
como la entrevista de apego adulto. Riera aprovecha también este espacio para
hablarnos de cómo entiende la relación contemporánea padres-hijos, niños-adultos y el
cambio en la asimetría de dichas relaciones. Apreciamos de buen grado esta manera
distinta de hacer una lectura de las generaciones jóvenes que no cae en los tópicos de
rancio abolengo describiendo a los niños y jóvenes de hoy como malcriados y sin límites.
Es un primer paso para una lectura mucho más esperanzadora de un futuro posible.
Resulta muy entendedor para el lector la descripción de los tres tipos de apego descritos
por Ainswoth con ejemplos clínicos que los ilustran. Para Riera hay un aspecto
claramente destacable de los estudios sobre el apego: los bebés, ja en los primeros
meses de su vida, son auténticos expertos en recoger información muy sutil,
psicológicamente muy compleja, de un modo vivencial y sin utilizar el pensamiento
reflexivo. Finalmente nos aporta una última descripción de un cuarto patrón relacional
descrito por Main y Solomon, considerado el más relacionado con la psicopatología
severa en la edad adulta.
En la línea de anteriores capítulos continúa presentándonos a sus autores predilectos,
en esta ocasión Daniel Stern. A partir de una anécdota personal de Stern citada en el
conocido libro  el mundo interpersonal del bebé, Riera recoge la idea de un bilingüismo
necesario para mantener un puente entre el mundo infantil y el adulto, bilingüismo que
hace referencia a la posibilidad de entender a través del pensamiento reflexivo aquellas
sutilidades de la comunicación no verbal.
Los estudios longitudinales del apego permiten constatar empíricamente cuáles son las
evoluciones más probables de los patrones vinculares. A través de ellos, partiendo de
los parámetros presentes, se pueden predecir desarrollos futuros. La idea que Riera
señala en especial es que no se trata tanto de la gravedad de la experiencia sino  de la
manera cómo es integrada en una narrativa coherente. Este aspecto fácilmente se
conecta con las ideas de Stolorow referentes al trauma y a la gestión que el entorno


realiza para paliar-lo, explicado en el capítulo cuarto.  Uno de los estudios que Riera
destaca es el trabajo de K. Lyons-Ruth y colaboradores que han determinado factores
predictivos en los patrones vinculares desorganizados. Creemos que Riera pretende
transmitirnos el valor empírico de dichos estudios  para el desarrollo del psicoanálisis
relacional.
Para finalizar el capítulo Riera nos ofrece unas reflexiones acerca de cómo entiende él el
proceso psicoterapéutico a la luz de los patrones vinculares. Partiendo de la idea de que
la mayoría de las conductas de vinculación que componen nuestro estilo relacional se
aprenden y modifican a lo largo de toda la vida sin la participación del pensamiento
reflexivo, el trabajo psicoanalítico es visto por Riera cómo el entorno relacional en el que
el paciente tiene la oportunidad de practicar nuevos estilos relacionales, obteniendo así
nuevas maneras de reaccionar emocionalmente, menos dolorosas y más útiles.


Capítulo 7: un poco de neurociencia aplicada a las relaciones humanas
En este último capítulo Riera nos explica algunos avances científicos de otras
disciplinas, como medicina y las neurociencias, relacionados con la empatía, o conexión
emocional.  Conoceremos mejor el trabajo de Kandel, premio Nobel 2000 en medicina,
gracias al cual hoy podemos suponer los procesos que tienen lugar en la creación de la
memoria, a corto y largo plazo, desde una perspectiva biológica. Riera aplica estos
descubrimientos al proceso psicoterapéutico, a través del caso Laura, entendiendo que
los cambios en la forma de reaccionar emocionalmente y, en último término, en el
sentido que uno tiene de si mismo, se producen cuando podemos desaprender, como
nos dice él, aquello que quedó almacenado de forma  estable como memoria a largo
plazo, fruto de múltiples experiencias de nuestra vida. Comprobar que el efecto
continuado de un estímulo externo puede crear modificaciones anatómicas en las
neuronas nos anima a confiar más en la creatividad relacional en nuestro trabajo.
Para finalizar nos ofrece una posible base física,  cerebral, de la empatía, a partir del
descubrimiento en los años noventa de las neuronas espejo. Estas neuronas se activan
al ver una acción que otro realiza, pero resulta especialmente interesante su capacidad
para captar la intencionalidad del otro. De este modo nos acerca Riera un poco más al
concepto de trabajo de mentes en red.
Para finalizar regresamos a la primera cita con la que Riera abre este libro “yo siento que
tú sientes lo que yo siento”. La conexión intersubjetiva de la que tanto nos ha hablado el
autor en este trabajo, como él mismo sostiene, probablemente no sería posible sin la
existencia de las neuronas espejo.




Comentarios inspirados por la lectura
Este libro trata de explicar que es un tratamiento o una terapia psicoanalítica. O una Terapia de cura por la palabra. Es importante lo que podemos hacer para conocer y gestionar mejor nuestras emociones.
En la vida tenemos que aprender a tratar lo que sentimos.
Y que lo que nos va sucediendo no vaya laminando el como nos sentimos.
A lo largo de todo el libro hemos ido hallando múltiples formas de entender el trabajo
psicoterapéutico, todas ellas conectadas entre sí, y al final uno podría decir que ahora
sabe mucho mejor de qué se trata. Poder observar la psicoterapia ora desde la
perspectiva del sentido de uno mismo, ora desde la  intersubjetividad, más adelante
según las formas en como nos vinculamos, y algunos  vértices más, ha sido una
sorpresa.
De la idea tan claramente expresada “los humanos estamos diseñados para nacer en un
entorno familiar empático que sintonice con nuestras emociones y que esté
genuinamente interesado en saber qué sentimos”  casi puede acariciarse la posibilidad
de una nueva mirada, más evolutiva,  sobre la patología mental, de modo que cuanto
mejor podamos entender el universo que hay detrás de dicha formulación, más capaces
seremos de ir reduciendo los tiempos de tratamiento. La cuestión que leyendo a Riera se
nos formula es: ¿la psicoterapia tiene que ser siempre necesariamente una carrera de
fondo? Creemos lícito imaginar la posibilidad de imprimir mayor velocidad a nuestros
tratamientos. Si algunos acontecimientos, como los  traumáticos, pueden crear
modificaciones permanentes de una sola vez, ¿podemos imaginar la posibilidad
contraria? O dicho de otro modo, ¿podemos imaginar  que la psicoterapia alcance en
algún momento, no muy lejano, una velocidad de transformación similar?
En una línea similar, al hablarnos acerca de los patrones de vinculación nos ha sugerido
que quizás en un futuro próximo, siguiendo la línea despatologizante del Psicoanálisis
Relacional, se podrán ir valorando más las estrategias de supervivencia  en la regulación
emocional de los tipos de apego no seguro.


Relacional, se podrán ir valorando más las estrategias de supervivencia  en la regulación
emocional de los tipos de apego no seguro.

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