domingo, 11 de diciembre de 2011

La Inteligencia de La Ilusión y El Entusiasmo

La Inteligencia del Corazón

Todos recordamos a aquel compañero de colegio que siempre era el primero de la clase, pero era profundamente introvertido y no conseguía tener amigos. Y así podríamos citar innumerables casos de personas que a pesar de su gran inteligencia, llevan una vida mediocre tanto a nivel profesional como familiar o social. Los nuevos conocimientos sobre la Inteligencia Emocional (IE) nos ayudan a potenciar esta capacidad de relacionarnos mejor, conociendo nuestras emociones y comprendiendo las de los demás.
Es quizás aquello de "amarás al prójimo como a ti mismo" ya que la IE implica un conocimiento personal que toma sentido al estar vinculado a la relación con los demás. La IE es el arte de tomar de nosotros lo mejor optimizándolo para ofrecerlo a los demás en un nivel de relación más profunda y eficaz.

1. Presentación de la IE
Los conceptos de la IE no son simplemente un puñado de conceptos románticos o excesivamente positivos. A partir de los avances en el analísis científico de las emociones, las visiones del cerebro en funcionamiento (imágenes cerebrales) han posibilitado entender cómo opera esta masa de células mientras pensamos y sentimos. Estos datos neurobiológicos nos permiten comprender cómo los centros del cerebro nos provocan ira o llanto, amor o alegría.
Definitivamente somos uno y lo que sentimos provoca alteraciones orgánicas positivas o negativas para el propio cuerpo. Incluso en la enfermedad, un alto número de casos se asocia a estados emocionales profundos de ira, dolor, tristeza o stress. En casos de situaciones muy violentas se habla de la "ceguera emocional", ya que el individuo está tan dominado por la misma que es casi inconsciente de sus actos.
Conocer mejor el funcionamiento de las emociones nos ayuda a encontrar remedios para nuestras crisis emocionales, tanto sean personales como colectivas. Más aún cuando descubrimos que el cociente intelectual no ha sido sinónimo de éxito, adaptación o bienestar.

2. Inteligencia y Emoción
En general se ha definido la inteligencia como la capacidad para responder de la mejor manera a las exigencias que nos presenta el mundo. Pero estas exigencias son tan diferentes que para afrontarlas necesitamos no una sino dos clases de inteligencia. Desde la escuela aprendemos bastante esta visión de la inteligencia que acentúa lo racional. Un tipo de inteligencia que se puede definir con palabras como: reflexionar, cavilar, examinar, revisar, acumular datos, conocer significados, decidir según la lógica. Emplear este primer tipo de inteligencia requiere tiempo y calma. Posibilidades que no siempre tenemos a la hora de afrontar los problemas que se nos plantean. Y las 50.000 generaciones anteriores a nosotros, durante el millón de años en que la mente humana se ha ido desarrollando hasta su estado actual, tuvieron aún menos tiempo y calma que nosotros para desarrollar la inteligencia. Cuando un hombre de las cavernas vislumbraba una sombra, debía decidir en el plazo de milésimas de segundos si allí había una presa o si la presa era él. Para responder a esta solicitud mental, la naturaleza nos ha provisto de un segundo tipo de inteligencia en la que la expresión inteligencia emocional se empieza a imponer. Esta inteligencia "del corazón" se caracteriza por decisiones extremadamente rápidas y decisiones confusas para nosotros mismos pero que se muestran como absolutamente correctas. Como ejemplo, podemos usar nuevamente al hombre de las cavernas.
Quien reflexiona largamente sobre si encontrará una presa o si él mismo se verá amenazado, arriesga su vida. Por eso resulta a menudo más inteligente tomar una decisión incorrecta que cavilar largamente sobre lo que resulta más acertado. Como el hombre de las cavernas, aún hoy en día analizamos constantemente y sin darnos cuenta, si el lugar en el que nos encontramos es peligroso o no, si las personas que nos rodean son amables o amenazadoras, juzgamos a las personas a partir de la primera impresión y a menudo tomamos decisiones sin haber analizado todos los factores o pensado en todas las consecuencias. También nos resulta válido que "rápidamente" es a menudo más inteligente que "correcto cien por ciento". En esta sencilla contraposición veremos las diferencias entre Cociente Intelectual y Cociente Emocional.

Inteligencia de CI
Reflexión, meditación
Acumulación de ideas
Tiempo y calma
Desde la mente
Datos consistentes
Analítico
"Sí, pero..."
Palabras y cifras
Comprender el pasado
Frío, definido
Distanciado
Egocéntrico
Formación intelectual

Inteligencia de CE
Relacionarse
Hallazgo de nuevas ideas
Rapidez e impaciencia
Desde las emociones
Información maleable
Globalizador
"Aquí y ahora"
Personas y situaciones
Actuar de cara al futuro
Cálido e impreciso
Integrado
Orientación a la colectividad
Formación sensitiva

La palabra "emoción" se usa a menudo como equivalente de "sentimiento". Existe un número infinito de sentimientos pero la psicología, la neuro-psicología, la psiquiatría y la socio-biología creen que hay sólo unos pocos sentimientos básicos, que mezclados originan toda la variedad de sentimientos. Daniel Goleman (autor del destacadísimo best seller "Inteligencia Emocional") considera sentimientos básicos: cólera, tristeza, temor, felicidad, amor, asombro y vergüenza/culpa.
Goleman se basa en la clasificación del norteamericano Paul Ekman, investigador de las emociones. Entiende como emoción un sentimiento que afecta a los propios pensamientos, estados psicológicos, estados biológicos y voluntad de acción. Por ejemplo, el sentimiento de los celos afectaría: el pensamiento (cuando mi pareja se distancia, mi mundo se desmorona), el estado psicológico (enojo, desánimo), el estado biológico (alteraciones internas, trastorno circulatorio, nerviosismo) y la voluntad de acción (atentar contra la propia vida, pareja o rival).
Mayer, uno de los psicólogos que elaboró la teoría de la IE, clasificó los estilos de respuesta y de enfrentamiento de las emociones:

Consciente de sí mismo
Independiente, con los límites claros, seguro, "sano" psicológicamente, con una visión positiva de la vida, superando rápidamente estados negativos.

Sumergido
Se empantana en sus emociones, es dominado y descontrolado por las mismas, queda en un nivel inconsciente.

Aceptador
Tiene cierta claridad para con lo que siente pero lo acepta y no intenta modificarlo.

3. Vivir de una manera más plena
Es la que nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones, acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo y adoptar una actitud empática y social. En el cultivo de esta inteligencia del corazón encontramos una prevención a los rasgos negativos de nuestra sociedad: violencia, droga y suicidio.
Podemos decir que en cierto sentido tenemos dos cerebros, dos mentes: la racional y la emocional. Y nuestro desempeño en la vida está determinado por ambos: no sólo importa el cociente intelectual, importa también la IE. Es más, el buen funcionamiento depende del complemento. No es la antigua lucha: razón versus emoción. Ninguna puede ocupar el lugar de la otra. La armonía razón - corazón es el equilibrio inteligente.
Recientes investigaciones han demostrado que la inteligencia tal como la entendíamos hasta ahora, es sólo una parte y no precisamente la más importante de las capacidades que el ser humano debe desarrollar para lograr sus objetivos vitales. La capacidad de comunicación, la comprensión hacia los problemas ajenos, la participación afectiva y emocional en la realidad que nos rodea, la facilidad para extraer rendimiento del trabajo en equipo y de sintetizar a partir de las experiencias de los demás, son cualidades que permiten a una persona, sea cual sea su coeficiente de inteligencia vivir de una manera más plena.
Las personas incapaces de dominar su IE tienen relaciones familiares y profesionales conflictivas y se debaten permanentemente en inútiles luchas internas que les impiden no sólo establecer relaciones saludables con los demás, sino también consigo mismos y con el entorno. Todas estas características son las que conforman la IE, un conjunto de aptitudes que tiene en cuenta el mundo de los sentimientos y el de la razón; que forman en la realidad una amalgama de capacidades interrelacionadas entre las cuales la inteligencia racional no es sino una habilidad más.

4. Todos tenemos 7 inteligencias
Howard Gardner, psicólogo y profesor de la Universidad de Harvard, construyó una teoría revolucionaria sobre el concepto de inteligencia, según la cual el ser humano posee siete tipos de inteligencia: verbal, matemática, espacial, musical, corporal, intrapersonal e interpersonal.
Todos tenemos estos siete tipos de inteligencia, que se complementan, aunque uno de ellas domina en cada persona... Hasta una persona que ha desarrollado bien todos los tipos de inteligencia, en situaciones de stress tiende a reaccionar de la forma que en él es dominante. Por otro lado, hay personas que pueden ser, por ejemplo, brillantes en matemáticas y mediocres en inteligencia interpersonal y viceversa.
Según Gardner, estas dos habilidades para asimilar informaciones: la información intrapersonal y la información interpersonal, son las que determinan nuestra IE. De una manera simple y un poco exagerada se podría decir que a menudo nos comportamos como un hombre primitivo o como un niño pequeño, cediendo a nuestros impulsos. Y es allí donde nos ayuda la inteligencia emocional.

Esquema de las 7 Inteligencias
1. Inteligencia Verbal o lingüística (hablar y explicarse de manera comprensible y convincente, poder explicar historias originales).
2. Inteligencia Musical (recordar una música, interpretarla, componer).
3. Inteligencia Lógico Matemática
4. Inteligencia Espacial (orientación con mapas, puzzles, etc.).
5. Inteligencia Intrapersonal (estar en contacto con los propios sentimientos, las emociones y las capacidades mentales no racionales, la sensibilidad).
6. Inteligencia Interpersonal (ser sensible a los estados de ánimo, los motivos y las intenciones de las otras personas).
7. Inteligencia Corporal y cinestésica (bailar, practicar deportes, moverse, habilidad en el uso de las herramientas).

5. Primero emocionales, luego racionales
A partir de los descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro, su constitución y su bioquímica, aparecieron explicaciones "fisiológicas" sobre nuestras emociones. Y estas explicaciones sostienen firmemente la importancia de la IE. El cerebro humano, con su casi kilo y medio de células es 3 veces mayor que el de nuestros parientes más cercanos en la escala evolutiva, los primates no humanos. En su evolución, el cerebro ha crecido de abajo hacia arriba. El tronco cerebral, la raíz, regula las funciones vitales básicas (ej: la respiración). Sus funciones y reacciones son preprogramadas para facilitar la supervivencia. En el esquema observamos cómo a partir de un estímulo se desencadena una primer reacción emocional. Así nos sucede siempre. Somos seres básicamente emocionales y luego racionales. Del manejo inteligente de estas emociones (que antiguamente salvaban la vida del hombre primitivo pero que hoy muchas veces están fuera de contexto) depende la óptima vinculación con los demás y con nosotros mismos.

6. Habilidades Emocionales
Muchos pedagogos y psicólogos creen que la formación escolar se debe completar con una formación humanista y a ello pertenece todo lo que se aglutina bajo el concepto de IE. Existen cinco habilidades especiales que deben ser fomentadas fuertemente y lo más tempranamente posible:
1. Autoconciencia. Se refiere al sentido exacto de la palabra: ser consciente de sí mismo, conocerse, conocer la propia existencia y ante todo el propio sentimiento ante la vida.
2. Autocontrol. Significa la disposición para saber manejar ampliamente los propios sentimientos de manera que uno no caiga en el nerviosismo sino que permanezca tranquilo, que se puedan afrontar los sentimientos de miedo y que uno se recupere rápidamente de los que son negativos.
3. Motivación. Significa ser aplicado, tenaz, saber permanecer en una tarea, no desanimarse cuando algo no sale bien, no dejarse desalentar.

Las tres primeras dimensiones de la IE dependen fuertemente de la propia persona y están en comunión con el propio yo: ser consciente de uno mismo, saber controlar en cierto modo los propios estados de ánimo y motivarse a sí mismo. En cambio las dos dimensiones restantes se refieren a la relación con las otras personas.

4. Empatía. Significa entender lo que otras personas sienten. Empatía es algo parecido a la simpatía ("sentir con otras personas, sufrir, estar afectado"). Empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, en su interior. Implica "descentrarnos", salir de nosotros mismos para estar "con " y "en" el otro.
5. Habilidad social. Significa orientarse hacia las otras personas, no mirar la vida como un espectador, no observar sólo a las personas sino hacer algo en común con ellas, entenderse con los demás, sentir la alegría de estar entre la gente.


7. EMPATÍA: Ponerse en el lugar del otro
Uno de los conceptos fundamentales de la teoría es el de Empatía (la capacidad de sentir y participar en la realidad y emociones de otra persona). La empatía se construye sobre la conciencia de uno mismo; cuanto más abiertos estamos a nuestras propias emociones, más hábiles seremos para interpretar los sentimientos propios y ajenos.
Carl Rogers, psicoterapeuta norteamericano fallecido en 1987, es por excelencia el propulsor teórico-práctico de este concepto. Rogers define a la Empatía como "el estado que consiste en darse cuenta con precisión del cuadro de referencias interno de otra persona, juntamente con los componentes emocionales y los significados a ella pertenecientes, como si fuésemos la otra persona, sin perder la noción de que es como si estuviésemos tristes o alegres". Si perdemos esta condición de "como si" caemos en un estado de identificación. El "como si" es una diferencia sutil pero importante.
La empatía juega a favor de mil situaciones cotidianas: la educación, la política, las ventas, etc. La ausencia de esta habilidad está presente en psicópatas, raptores y abusadores de niños.
Las emociones de la gente rara vez se expresan abiertamente; son señales delicadas que hay que traducir. La clave para intuir los sentimientos del otro está en la habilidad para interpretar los canales no verbales: el tono de voz, los ademanes, la expresión facial y cosas por el estilo. Los psicólogos estudiosos de la empatía y su evolución en el desarrollo de las personas señalan que existen dos componentes para la empatía:
• Una reacción emocional hacia los demás, que normalmente se desarrolla en los primeros seis años de la vida de un niño.
• Una reacción cognoscitiva que determina el grado en el que los niños de más edad son capaces de percibir el punto de vista o perspectiva de otra persona.

Podemos observar una empatía emocional en la mayoría de los niños pequeños a lo largo de su primer año de vida. Los bebés suelen darse vuelta para observar a otro niño llorar y frecuentemente se pondrán a llorar también. El psicólogo Martín Hoffman la denomina empatía global, debido a la incapacidad del niño para distinguir entre él mismo y su mundo, interpretando la aflicción de cualquier otro bebé como la propia. A medida que sus capacidades perceptivas y cognoscitivas maduran, los niños aprenden cada vez más a reconocer los diferentes signos de la congoja emocional del otro, y son capaces de combinar su preocupación con conductas adecuadas A los seis años comienza la etapa de la empatía cognoscitiva: la capacidad de ver las cosas desde la perspectiva de otra persona y actuar en consecuencia. Las capacidades relacionadas con la adopción de una perspectiva le permiten a un niño saber cuando acercarse a un amigo que está triste y cuando dejarlo tranquilo. La empatía cognoscitiva no requiere de comunicación emocional (tal como el llanto), porque un niño ha desarrollado entonces un punto de referencia o modelo interno respecto de cómo puede sentirse una persona en una situación de tristeza, ya sea que lo demuestre o no.
En el mundo adulto, rodeado de situaciones relacionales de todo tipo (familiares, laborales, amistades, alumnos, etc.), el ejercicio de la empatía es tan diverso y rico a la vez que no nos permite estar desatentos a la realidad del otro. Un simple ejemplo: una amiga le contaba a otra de su divorcio. Su esposo se había enamorado de una mujer más joven de su trabajo y le anunció repentinamente que la dejaba para irse a vivir con la otra mujer. Se sucedieron meses de amargas disputas por la casa, el dinero y la custodia de los hijos. Ahora, después de unos meses, decía que su independencia le resultaba atractiva y que se sentía feliz de estar sola. "No pienso más en él... realmente no me importa", dijo. Pero mientras lo decía, los ojos se le llenaron de lágrimas. Estas lágrimas repentinas podrían haber pasado inadvertidas. Darse cuenta de que alguien está triste a pesar de que dice lo contrario, es un acto de comprensión tan claro como lo es el de desentrañar el sentido de las palabras de una página impresa. Uno es el acto de la mente emocional, el otro de la mente racional. Ser capaz de dejar de lado el enfoque sobre uno mismo y de controlar los impulsos, rinde beneficios sociales: ayuda a empatizar, a escuchar con atención, a ponerse en el lugar del otro. Conduce a interesarse, al altruismo, a la compasión. Ver las cosas desde la perspectiva del otro rompe los estereotipos preestablecidos y promueve así la tolerancia y la aceptación de diferencias.
Estas aptitudes son cada vez más requeridas en nuestra sociedad crecientemente pluralista e individualista, permitiendo a las personas vivir en un mayor respeto mutuo. Los centros educativos (y las familias, por supuesto) tienen un papel central en la formación del carácter inculcando autodisciplina y empatía, posibilitando la asunción de compromisos auténticos con los valores cívicos y morales.
En esta tarea no es suficiente dar a los hijos conferencias sobre los valores: necesitan practicarlos y verlos realmente reflejados en nosotros.
Actividades muy simples para ejercitar este "ponerse en los zapatos del otro" pueden ser:
• Analizar fotos en las cuales aparezcan rostros y expresiones (¿qué estará sintiendo...?).
• Inventar una historia en la cual el protagonista se enfrenta a una situación problemática y pedir a otro que descubra lo que estará sintiendo, dramatizarlo y pedir posibles soluciones o alternativas constructivas. En estos casos suelen aparecer datos proyectados de lo que vive el que inventa la historia y de lo que él mismo vivencia como dificultad. A su vez, las "soluciones" que se dan para superar la dificultad pueden iluminar su conflicto.
• Ante expresiones de los chicos ayudarlos con la "técnica espejo" a darse cuenta de lo que realmente expresaron. Es la ejercitación de la empatía que descubre lo que se manifiesta detrás del discurso verbal. Ej: cuando un chico dice con desánimo "no puedo hacer esto", quien más lo ayudará será aquel que responda espontánea y naturalmente: "de alguna manera te parece que no vas a poder aprenderlo y eso te pone mal, ¿no es cierto?". La habitual negación del sentimiento expresado por el chico (cuando se le responde: "no, estoy seguro que vos podés") representa una ayuda menor. Se trata de leer el sentimiento que se encuentra disimulado en la forma de expresarse; lo que se encuentra detrás de las palabras que en ocasiones es lo contrario al contenido literal.

La empatía está claramente relacionada con los resultados positivos. Los datos son los mismos ya se refieran a pacientes esquizofrénicos, estudiantes corrientes, clientes de un centro de ayuda o neuróticos que vivan en Uruguay o Alemania. Tales datos indican que cuanto mayor es la comprensión del terapeuta, profesor, familiar o amigo, tanto es más probable que se produzca un aprendizaje y cambios constructivos. La comprensión empática significa para el receptor ver a alguien que lo valora, que está atento hacia su persona y lo acepta. Muchas veces en la terapia los pacientes expresan: "realmente usted me entiende". Otro de los grandes efectos causados por la comprensión sensible es su característica de no juzgar. La más alta expresión de la empatía jamás supone la menor característica estimativa o diagnóstica. Este hecho causa una cierta sorpresa en el receptor: "Si no estoy siendo juzgado, tal vez no sea tan malo o anormal como pensaba. Quizá no deba juzgarme con tanta severidad."
Cuando una persona se siente comprendida de manera correcta y sensible desarrolla un conjunto de actitudes promotoras de crecimiento o terapéuticas en relación a sí misma. La característica no estimativa y aceptadora del clima empático capacita a la persona a asumir una actitud de estimación e interés por sí misma. Ser oído por una persona comprensiva le hace posible oírse a sí misma de modo más correcto, con mayor empatía en relación a sus vivencias y a sus significados, los cuales percibe vagamente. La mayor autocomprensión y autoestima le muestran nuevos aspectos de la experiencia, que pasan a formar parte de un "sí mismo" con bases más precisas. Se vuelve aún más aceptadora e interesada, más empática y comprensiva, más real y coherente en sus actitudes y en relación a sí misma.

Conclusiones:
¿Qué genera el cultivo de la IE?
• Control de los impulsos.
• Automotivación.
• Alivio de tensiones y ansiedad.
• Empatía (ética, evita la moral sociópata).
• Las artes sociales (cooperación, solidaridad).

La "alfabetización emocional" tiene una fundamental importancia como prevención. El analfabeto emocional se aísla, tiene problemas sociales, ansiedad, depresión, problemas de atención o del pensamiento, delincuencia, agresividad.

La IE no es un concepto de moda sino un volver a las emociones, a su cultivo y refinamiento, integrando a las mismas "el imperio del mundo de la razón". Durante siglos no nos ha ido muy bien haciendo las cosas solamente desde nuestra "inteligencia racional". Necesitamos manejar mejor las emociones, para que redunden en beneficio de los que nos rodean. Quizás la vida tenga más sentido si hacemos que la existencia de los que nos rodean sea más agradable. Y todo comienza en el autoconocimiento y en el cultivo de nuestra interioridad y de nuestros afectos. Vale la pena.
Leonardo Buero


(RECUADRO)

Algunas preguntas que pueden ayudar a pensar sobre nuestra IE
¿Con qué frecuencia les grito a los demás?
¿Cuáles son mis mejores y mis peores momentos?
¿Varían estos de un día para otro?
¿Cómo resuelvo las situaciones interpersonales problemáticas de todos los días?
¿Hasta qué punto conozco mis propios sentimientos?
¿Hasta qué punto conozco los sentimientos de mi familia?
Piense en algún problema reciente que haya surgido en la familia: ¿cómo se sintió usted, o sus hijos, u otras personas involucradas en este problema? ¿Cómo hago frente a la ira, a la ansiedad y a otras formas de estrés?
¿Soy capaz de mantener el autocontrol cuando estoy muy cansado?
¿Cómo me comporto después de una jornada de trabajo muy complicada?
¿Qué grado de empatía experimento hacia los demás?
¿Soy capaz de expresar u ofrecer empatía cuando escucho a alguien? ¿Escucho "realmente"?
¿Soy capaz de comprender los puntos de vista de los demás, incluso en una discusión?
¿Debo enojarme e "imponer" mi opinión para que resolver un conflicto? ¿Muestra interés en los sentimientos de los demás?


Referencias
DANIEL GOLEMAN, Inteligencia Emocional.
ELÍAS, FRIEDLANDER y TOBÍAS, Educar con IE.
CARL ROGERS, Psicoterapia centrada en el cliente.
SHAPIRO, IE aplicada a los niños.

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