Talento para vivir
¿Cuándo es el potencial de un niño indicativo suficiente de hacia dónde se debe o se puede encauzar su desarrollo? Una pregunta poco explorada y de muy difícil respuesta. No obstante, estudios al respecto sitúan entre los 12 y los 14 años, la edad en que ya es posible determinar el desarrollo personal que seguirán los alumnos con altas capacidades.
Madrid | Enero 2010 | Cayetana García (Tutora de la UP on-line)
¿Qué es el talento? Algunas respuestas que probablemente podrían darse a esta pregunta serían: “ser bueno en algo”, “tener una habilidad especial para desarrollar alguna actividad” o “ser muy inteligente”. Esta manera de conceptualizar el talento, como una capacidad sobresaliente específica en algún aspecto, (como por ejemplo, orientarse especialmente bien conduciendo, ser hábil con los números, jugar al tenis con mucha destreza, etc.), es un poco limitada, ya que la habilidad queda reducida a un campo concreto. Es cierto que todos destacamos en algún área, pero el talento va más allá, no es una destreza concreta o independiente, sino un conjunto de recursos que forman un todo y que se interrelacionan.
El talento se puede considerar realmente como un potencial. Lo es en el sentido de que una persona dispone de una serie de características o aptitudes que puede o no llegar a desarrollar, o ampliarlas a un ritmo mayor o menor en función de diversas variables, como la clase de colegio al que van, vivir en un entorno rural o urbano, el tipo de familia a la que pertenece, experiencias vitales vividas, etc.
En la Universidad de Padres, tomando como punto de partida la Teoría de los Recursos de José Antonio Marina, acuñamos el término TALENTO PARA VIVIR, haciendo referencia al conjunto de recursos básicos (capacidades de acción) y a la habilidad de ponerlos en marcha que posee un individuo, que le permiten desplegar todo su potencial, conseguir sus objetivos vitales y desarrollarse como un ser humano, sano y feliz. En conclusión, a mayor número de capacidades más talento se posee. Para aumentar este talento para vivir, y con ello, la probabilidad de ser feliz, hay una serie de recursos que deben desarrollarse. Los más destacados son los siguientes:
Saber elegir las metas adecuadas y tener habilidades de solución de problemas. Las personas se mueven por objetivos, esto es en definitiva lo que nos motiva. No se puede vivir sin proyectos, éstos nos permiten avanzar y dar significado a la experiencia. Además, es frecuente encontrarnos conflictos y, tener una buena capacidad para resolverlos y no bloquearnos, nos va a facilitar la tarea.
Soportar el esfuerzo y recuperarse de los fracasos y traumas. El alcance de muchas de las metas que nos proponemos requiere de un esfuerzo mantenido en el tiempo, y el ser capaces de sobreponernos ante las adversidades nos ayudará a no decaer.
Valorar adecuadamente las cosas y disfrutar con las buenas. Saber diferenciar lo primordial de lo secundario y disfrutar de lo cotidiano, es una habilidad muy útil porque a veces perdemos gran cantidad de tiempo y esfuerzo dedicando nuestras energías a algo que realmente no es tan importante.
Mantener lazos afectivos con los demás. El ser humano es por naturaleza sociable y necesita a los otros para lograr desarrollarse adecuadamente. Uno estará más adaptado y, por lo tanto, tendrá más oportunidades en la medida en que más habilidades interpersonales adquiera.
Autonomía responsable. Permite tomar decisiones libremente siguiendo un criterio propio, sin dejarse influenciar por la situación o por los otros, siendo conscientes en cada momento de las consecuencias de nuestros actos.
Funciones intelectuales básicas, como poseer un pensamiento crítico, una buena memoria, la capacidad para fijar voluntariamente la atención, la capacidad de abstracción, de reflexión, de razonamiento, etc.
Tono vital activo y tono hedónico positivo. Tener una actitud resuelta ante los problemas, un afán exploratorio, curioso y un modo de vivir productivo. Así como una preferencia por las emociones positivas frente a las negativas.
Hábitos cognitivos adecuados. Tener una visión del mundo adecuada, realista y racional. Aquí quedaría englobado el conjunto de creencias básicas que se van formando a lo largo de todo el desarrollo. Es la manera de interpretar y construir la realidad, nuestros logros dependerán de lo coherentes, adaptadas y positivas que éstas sean.
Hábitos afectivos. Son maneras estables de reaccionar emocionalmente a los estímulos y situaciones. Se trata de potenciar una serie de hábitos que favorecerían la vida como, por ejemplo, el sentimiento de seguridad básica o el optimismo.
Hábitos operativos. Éstos facilitan modos de comportarse, podemos destacar los hábitos de autocontrol, que son los mecanismos psicológicos que permiten el comportamiento autónomo y los hábitos morales, que favorecen comportamientos determinados y que variarán dependiendo de los valores sociales establecidos en nuestro entorno.
¿Cómo pueden los padres incrementar este TALENTO PARA VIVIR en sus hijos?
Se tiene una concepción del talento como algo con lo que se nace. Si bien es cierto que algunas de las capacidades que planteamos son innatas, requieren además de un desarrollo y aprendizaje posteriores y, aquí, es donde los padres cumplen su papel facilitando y potenciando dichas habilidades.
Los padres deben optar por una educación proactiva que despierte la curiosidad y el interés por cualquier actividad, y que fomente la seguridad en sí mismo en el niño.
Desarrollar el talento de un modo temprano y siguiendo un orden ascendente en cuanto a dificultad.
Favorecer un contexto rico y diversificado, con una adecuada estimulación.
Provocar experiencias activas en las que se le vaya dotando de una mayor responsabilidad y autonomía.
Proponer un ocio constructivo, que no se limite al juego de consolas ni al sedentarismo, con una amplia variedad de actividades que abarquen distintas áreas: arte, ciencia, deportes, etc.
En la medida de lo posible, utilizar los recursos sociales, económicos, de infraestructura, culturales y sanitarios que estén a nuestro alcance, como por ejemplo tener acceso a la educación, actividades extraescolares, eventos culturales, relaciones interpersonales con otros niños, etc.
El desarrollo de cualquier habilidad requiere de constancia y motivación, por lo que, sería bueno el establecimiento de unas normas y límites bien diferenciados que fomenten la disciplina y la capacidad de esfuerzo.
Respetar y apoyar los intereses propios de los niños aunque a veces no coincidan con los de los padres. En ocasiones, estos vuelcan en sus hijos sueños que ellos no han podido realizar. No debemos cometer el error de confundirles o presionarles innecesariamente ya que esto podría terminar con la frustración de ambos.
Observarlos detenidamente en distintos ambientes, ser conscientes de sus dificultades y cubrir sus necesidades básicas en cada caso.
Mantener una actitud coherente y unas expectativas realistas frente a las habilidades del niño.
Aprende a Sentirte Bien
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a)El primero corresponde a las emociones positivas como el disfrute, la
vida gozosa o la comodidad. Se trata de multiplicar las experiencias
placenteras qu...
Hace 6 años
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