miércoles, 20 de marzo de 2013

Joan Vaello ORTS Como dar clase a los que no quieren


Durante 14 años ha sido director del IES Bernat de Sarriá, en Benidorm. También ha desempeñado labores como inspector de educación y ha escrito los libros ‘Resolución de conflictos en el aula’ (2003) y ‘Las habilidades sociales en el aula’ (2005). El último, ‘Cómo dar clase a los que no quieren’, está publicado igualmente por Santillana. No dice que sea una tarea fácil, pero tampoco imposible. De hecho con su libro pretende «inyectar optimismo pedagógico» al tiempo que ofrece casi trescientas estrategias para combatir la desmotivación que van desde la organización de los espacios hasta la propuesta de retos y éxitos pasando por informes, diarios de aula y pactos con los grupos de alumnos disruptivos. Pero también, para que esta tarea prospere considera fundamental la implicación de las familias y la formación del profesorado.
–¿Cómo podemos enseñar a ese 30 % de alumnos que según algunos estudios no quieren aprender?–Creo que con los que no quieren aprender hay dos opciones: una, intentar obligarlos y la segunda es conseguir que quieran aprender. Yo estoy por este segundo reto, que en otras partes del libro se sintetiza en la idea de que lo importante en educación no es tanto transmitir conocimientos sino más bien transmitir ganas de aprender.
–¿Puede decirnos alguna estrategia para captar la atención de los alumnos conflictivos?–Creo que hay que combinar el control desde una perspectiva formativa con la motivación: control para que no hagan y motivación para que hagan. En este sentido, una combinación de estrategias de esas dos variables es lo idóneo para que los alumnos quieran aprender.
El autor de –¿Cómo podemos conseguir una buena gestión de aula?–Soy partidario de ofrecer muchas estrategias para que el profesor cuente con un buen fondo de armario al que acudir ante cada conflicto y ante cada situación. El profesor está, voluntaria o implícitamente, modificando una serie de variables irremediablemente presentes en el aula, como la existencia o ausencia de expectativas, la mayor o menor motivación, el nivel de atención que cada profesor consigue, la empatía profesor-alumnos... En cada momento y ante cualquier problema tenemos una ocasión de intervenir con el fin de mejorar el rendimiento y construir un clima de convivencia sano.
–¿Por qué los docentes tienen que ser optimistas desde que entran en el centro?–Porque las estrategias a utilizar deben estar respaldadas por una actitud positiva del profesor que las haga creíbles y las dote de eficacia y poder de influencia. Ante cualquier problema siempre hay una intervención del profesor que puede mejorar la situación, frente a actitudes fatalistas ancladas en el desánimo, lo que provoca que estemos dejando pasar ocasiones y contribuyendo a que se empeoren las cosas. Por lo tanto, para mí el optimismo es una obligación: no un optimismo de grandes metas sino más bien de pensar que ante cada problema tenemos una posibilidad de intervenir para mejorar la situación.
–¿Cómo puede ganarse un profesor con la boca cerrada el respeto de sus alumnos?–La referencia a un libro de Finkel la leí por primera vez en un artículo de mi admirado Miguel Ángel Santos Guerra y creo que ya el título del libro es una declaración de principios que incide en algo en lo que estoy trabajando actualmente. Hay una educación explícita, intencional, pero hay otro campo menos tratado que es la educación implícita o no intencional, que se transmite en forma de emociones, gestos, actitudes y percepciones a menudo desapercibidas, pero que van calando y conformando personalidades. Estos aspectos tienen muchísima importancia y no tienen el hueco que merecerían en el currículo.
–¿Qué pueden hacer la familia y educadores para paliar los efectos negativos  de la calle y de los medios de comunicación?–Hay tres C fundamentales en la socialización: casa-calle-colegio. De las tres, especialmente la casa/familia y la calle/sociedad han sufrido una transformación total en las últimas décadas, además de la incorporación de los medios de comunicación electrónicos. En casa hay menos personas y por lo tanto menos capacidad de influencia, y como consecuencia, los límites se han difuminado. Los medios de comunicación se han infiltrado también en las casas, lo que ha modificado las pautas de socialización. Queda la tercera C que es el colegio/instituto que ante este cambio sociológico aceleradísimo de las últimas décadas se ve más desamparada en la labor de educación social y emocional de nuestros alumnos y, además, con la necesidad de hacerlo de una manera colegiada, unificando criterios y abordando el problema de raíz.

“Defiendo la firmeza calmada y empática”

 El libro de Juan Vaello está pensado para alumnos de niveles obligatorios pues son los que presentan resistencia al aprendizaje, especialmente los de Secundaria pero las estrategias son perfectamente válidas para Primaria, con las pertinentes adaptaciones. A lo largo de sus páginas demuestra la importancia de la empatía para crear un clima favorable en el aula que favorezca el aprendizaje. Para el autor el profesorado da demasiada importancia al nivel académico sin tener en cuenta los otros niveles fundamentales como  el convivencial que viene dado por la cantidad de conflictos y la mayor o menos armonía en clase;  emocional, por la  calidad de relaciones de cada alumno consigo mismo, autoestima,... El atencional, por la cantidad de tiempo y de alumnos que atienden a las tareas y el motivacional, por la cantidad de alumnos implicados en las tareas. “Mi tesis es que no podemos mejorar el rendimiento académico si no mejoramos los otros cuatro niveles”, concluye.
Así mismo, ante la conducta disruptiva de un alumno considera “absolutamente indispensable” la actuación en equipo de los profesores y la importancia de sustituir las amenazas por advertencias. “La diferencia es que las amenazas rompen el lazo de empatía entre el profesor y los alumnos con lo cual el profesor pierde un referente de poder sobre ellos, es decir, se abren brechas donde tendría que haber puentes, mientras que las advertencias son una representación de uno de los principios que yo defiendo que es la firmeza calmada y empática, es decir, corregir sin crear resentimientos”.
Más información e inscripción en la actividad hasta el 28 de enero en la página web del

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