jueves, 28 de marzo de 2013

Las madres enseguida buscan conexión emocional


Sería impensable que una madre chimpancé
se pusiera su cría cara a cara y empezara a hacerle gestos y sonidos
buscando una respuesta, es decir, buscando una conexión. Antes del
año de edad, los humanos aprendemos a mirar lo que nuestros cuidadores
miran, es decir, a compartir los intereses del adulto. Poco después
el bebé aprende a señalar y busca que el adulto mire lo que él señala.
Pero no bastará con eso: el bebé no sólo necesita que el adulto se fi je en
el objeto que señala, sino que también necesita que después este adulto
vuelva a redirigir la mirada hacia el pequeño para mostrarle que está
contento con lo que le acaba de enseñar. El pequeño necesita percibir
que el adulto se interesa por las cosas que a él le interesan, y necesita poder
disfrutar conjuntamente con los adultos de este interés compartido.
Por extraño que nos pueda parecer, los chimpancés adultos no tienen
ni la capacidad de señalar, ni la capacidad de entendernos cuando les
señalamos con el dedo dónde está lo que están buscando.
¿Por qué la conexión emocional es tan importante para los humanos?
Una de las experiencias que más nos atrae es la de tener la sensación
de «yo siento que tú sientes lo que yo siento». Es decir, la experiencia
de la conexión emocional. Las relaciones que nos aportan ese tipo de
sensación de sintonía nos resultan agradables, en cambio, las personas
que percibimos que nos malinterpretan nos generan inquietud. Tendemos
a huir de las relaciones en las que no nos sentimos entendidos y
buscamos mantener aquellas otras que nos proporcionan una sensación
de afi nidad derivada de la conexión emocional. ¿Qué sentido tiene que
compartir estados emocionales sea tan atractivo para nosotros?
Los humanos aprendemos a tener emociones a través de las relaciones.
Cuando un bebé de 18 meses tropieza y cae, lo primero que hace

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