Se cree que para llegar a viejo se necesita haber tenido suerte en la repartición de los genes y llevar un estilo de vida sano. Pero recientemente, a la luz de nuevos estudios, es posible que para vivir más y mejor solamente haya que tener un cerebro prodigioso. De hecho, Ian Deary, director del Centro de Envejecimiento Cognitivo de la Universidad de Edimburgo y quien ha estudiado el tema extensamente, afirma que la inteligencia podría predecir la mortalidad mejor que otros indicadores, como el índice de masa corporal, el colesterol y la presión arterial.
En el último estudio de Deary, publicado en la revista Psychology Science in the Public Interest, el experto resume docenas de investigaciones que concluyen una y otra vez lo mismo: la gente inteligente vive más. Uno de estos trabajos se hizo entre 3.654 veteranos escoceses de guerra, y los expertos concluyeron que aquellos con bajo coeficiente intelectual, o CI, sufrían de muchas más enfermedades -desde hernias hasta cataratas- si se les comparaba con los que mostraban mayor agilidad mental. Otro trabajo hecho en Australia, con 2.300 veteranos de guerra, halló que por cada punto adicional en el CI de los participantes disminuía 1 por ciento el riesgo de muerte. Otro trabajo hecho por Pamela Herd, de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos, con 10.000 personas que se graduaron en 1957 de bachillerato, demostró que aquellos estudiantes que terminaron entre los primeros 25 de la clase eran más saludables cinco décadas después que sus compañeros menos aplicados. Otros estudios han encontrado una asociación entre menor inteligencia y desórdenes psiquiátricos, así como con mayor número de problemas cardiovasculares. Este tipo de trabajos se han replicado en Australia, Dinamarca, Inglaterra, Gales y Suecia, y el resultado es el mismo. "La asociación se ha encontrado en todas las poblaciones donde se ha estudiado", escribió Deary en el estudio.
Según Bro Amdam, especialista de la Universidad de Arizona, este fenómeno se puede dar por factores socioambientales durante la niñez. Un bebé que nace con bajo peso tiene más probabilidad de enfermarse y de ser menos brillante. También es importante la cuna. Los niños que nacen en familias más acaudaladas tienen mejor educación y salud y, por lo tanto, viven más.
Sin embargo, ella y otros expertos sospechan que esto solo explica parte de la asociación. "Ese 'algo más' ha dado origen a una teoría conocida como integridad del sistema", dijo Amdam a SEMANA. Este término se usa para referirse a conjuntos dispuestos para cumplir una misión que les fue encomendada. En este caso, el cuerpo sería como una máquina biológica para hacer determinado número de procesos en el tiempo. Pero unos estarían mejor dotados que otros. En el caso de los más inteligentes, su cerebro sería apenas una parte de un sistema que funciona integralmente de manera más eficiente.
Amdam hizo un trabajo con abejas para mostrar lo que podría ocurrir con los seres humanos. En el experimento cada uno de los insectos fue entrenado para asociar un olor con una recompensa. Como era de esperarse, algunas abejas tardaron más que otras en aprender. Las abejas luego fueron encerradas en un ambiente con altos niveles de oxígeno, para exponerlas a un proceso de envejecimiento acelerado. Las que aprendieron más rápido en la fase anterior vivieron más en esta prueba, lo que sugiere que tenían un mejor sistema antioxidante que resiste la acción de los radicales libres. En el caso de las personas, Deary considera que aquellas con un cerebro eficiente "podrían tener otros órganos y sistemas que son igual de eficaces".
Deary cree que una mayor inteligencia le da a la persona una serie de herramientas útiles para resolver situaciones en cualquier campo de la vida, incluso aquellas que implican prevenir enfermedades o accidentes. "Teniendo en cuenta que cada individuo es su mejor proveedor de salud, los más inteligentes logran hacer ese trabajo con mayor competencia".
Vivir más sería, entonces, un asunto de tomar decisiones correctas. Por esta razón, la gente que registra un coeficiente intelectual alto en su niñez tendría, en su etapa adulta, más capacidad para tomar decisiones sobre los cuidados claves para evitar envejecer prematuramente. Pero también podría ser que la gente más inteligente obtiene mejores notas en sus estudios y esto la lleva a tener un mejor empleo, un buen sueldo y, por lo tanto, una vivienda en las áreas más favorecidas. "De esta forma, la inteligencia le compraría a la persona un ambiente más saludable para vivir más", señala Deary.
Jaime Toro, jefe de Neu-rología de la Fundación Santa Fe de Bogotá, está de acuerdo con esta última explicación, pero también observa que en ciertas enfermedades, como el mal de Alzheimer, a los más inteligentes les va peor. "No se sabe por qué, pero la evolución de la enfermedad es diferente en este grupo", afirma.
Deary es consciente de que hay que investigar cada enfermedad por separado. Se conoce que las personas menos lúcidas en la niñez mueren más de enfermedades cardiovasculares, accidentes, suicidios y homicidios. Pero la asociación con el cáncer no es tan fuerte, excepto los de pulmón y estómago, que, como se ha encontrado, se presentan más entre personas menos avispadas. La razón sería el hábito del cigarrillo, un alto factor de riesgo en la aparición de ambos, que, según los estudios, está más presente en gente con bajo coeficiente intelectual, quizá porque no tienen en cuenta las advertencias de no fumar o de dejar el hábito.
Para el psiquiatra José Posada, la teoría de Deary es prepotente porque implica una discriminación que muchas enfermedades no hacen, como aquellas que tienen un componente genético. "El cáncer no escoge a los brutos", señala. Además, considera que esta línea de investigación tendría el problema de que se basa en el coeficiente intelectual, una medida que ya ha sido cuestionada por otros investigadores como Howard Gardner, quien propuso la teoría de las inteligencias múltiples, una visión más democrática del tema, pues sugiere que todos los individuos son aptos, solo que unos lo son en un área y otros en otra. Para Posada, estos resultados se explican en la pobreza, que genera estragos en materia intelectual y determina una serie de situaciones que limitan el acceso a la salud.
Deary no desconoce lo anterior. Pero considera que unas habilidades cognitivas menores serían el obstáculo por el cual muchas personas no entienden las campañas preventivas ni las instrucciones de los médicos sobre cómo manejar una condición específica. "Los pacientes inteligentes tienden a tener mejor vocabulario y logran comunicar mejor sus síntomas". Y esa es precisamente la potencial aplicación de su trabajo científico. Deary cree que si hay personas menos inteligentes que no adoptan estilos de vida saludables, tendrían que ser monitoreadas con mayor frecuencia. Y sostiene que como la inteligencia es inmutable, más que aumentar la capacidad cognitiva de las personas, habría que enseñarles a las menos despiertas los hábitos saludables de los más astutos. Algunos ven en esta última parte el espectro de la eugenesia, una filosofía para crear gente inteligente por selección social, adoptada, entre otros, por la Alemania nazi. Pero es posible que el interés de Deary sea distribuir en toda la sociedad el conocimiento de quienes viven más, para que todos tengan una salud óptima.
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