domingo, 27 de marzo de 2011

Mario Vargas LLosa disfruta de Arequipa

Mario Vargas Llosa: La casona del escritor
Dom, 27/03/2011 - 14:00
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Mario Vargas Llosa: La casona del escritor
Mario Vargas Llosa vivió días intensos en Arequipa. Fue colmado de homenajes y condecoraciones a raíz del Nobel que le concedió la Academia Sueca. Para el escritor, el retorno a esta ciudad fue un viaje al pasado, un reencuentro con las raíces de su familia materna; la casa donde empezó a gatear y que pronto será un museo en homenaje a él. Aquí la crónica de los pasos más íntimos del escritor sobre el suelo que lo vio nacer.

Por Juan Carlos Soto

MIÉRCOLES 23 DE NOSTALGIAS. “Fue un parto doloroso. Me contaron que duró casi seis horas”. El escritor desgrana esos recuerdos heredados de su nacimiento, mientras recorre la habitación en la que su madre lo trajo al mundo. Es miércoles por la mañana. Vargas Llosa pasea por el amplio cuarto, soleado por una ventana con marcos de madera y un balcón que cuelga a la calle. Aún carga el cansancio acumulado del día anterior. Una jornada maratónica de homenajes, condecoraciones y discursos.

Hoy habrá menos revuelo para él y su entorno familiar. Los guardaespaldas mantienen a raya a los periodistas que aguardan en la puerta enrejada. La casa de nuestro escritor es un viejo chalé de dos pisos, ubicado en la avenida Parra, a cinco cuadras de la Plaza de Armas. Vargas Llosa nació en la segunda planta. “Si bien he vivido poco tiempo aquí, todo lo que esté asociado a esta casa y a los Llosa forma parte de mi memoria”, afirma.

Entonces aparece nítida la imagen del abuelo Pedro Llosa, de prominente nariz y calva reluciente. Don Pedro fue un poeta frustrado que se dedicó a la agricultura y alentó la vocación del nieto celebrando sus primeros versos. Se evoca también la figura de su madre, Dora, quien soportó el abandono del esposo cuando tenía cinco meses de embarazo. Ernesto Vargas partió a La Paz y no lo volvieron a ver en poco más de una década. Mario creció creyendo que su padre había muerto.

Mario Vargas Llosa: La casona del escritor

En su tercer día al pie del Misti, el escritor desempolva esos recuerdos íntimos. Mantiene un vínculo con esta ciudad a pesar de haber vivido muy poco tiempo aquí. No cumplió ni el año de edad, y los Llosa con él en brazos partieron a Cochabamba.

Abandonaron esta casa, pero se llevaron en sus corazones a la Blanca Ciudad. Creció escuchando sobre los volcanes, el barrio de Vallecito y el colegio Sagrado Corazón donde estudió su madre. “Aunque lejos, esta ciudad siempre estuvo presente y yo fui mamando de ella como la leche materna”, dijo en la ceremonia de cambio de nombre de la avenida Parra por Alameda Vargas Llosa. El acto se desarrolló en plena vía pública el martes 22. Ese día, el escritor no pudo ingresar a la vivienda. La empresa Unique, propietaria del inmueble, preparó otra ceremonia especial en la que se entregó oficialmente el inmueble a la familia y al ministro de Cultura, Juan Ossio. El cineasta Lucho Llosa, primo del escritor, tiene la misión de convertirlo en un museo.

En esa búsqueda de ir tras sus pasos, MVLl cae en la casa de Carlos Meneses Cornejo, director del diario El Pueblo. Meneses nació el mismo día y año en que el autor de La ciudad y los perros: 28 de marzo de 1936. ¿La misma partera atendió el nacimiento de los dos? Meneses recuerda una nota escrita por su padre. “Hoy nació mi tercer hijo, esta vez varón, cerca del mediodía… atendida por Miss Phryser”. Esta mujer probablemente de origen británico llegó a Arequipa en los años 20. La señalan como la partera oficial de las familias conocidas, pero se desconoce si trajo al mundo al futuro novelista. En la casa de Meneses, Mario volvió al sabor de la infancia. Comió guargüeros, los mismos dulces rellenos que preparaba la abuela Carmen en Cochabamba. El día que ganó el Nobel, en Nueva York el festejo fue con esos postres traídos desde el Misti.

El escritor reniega de los nacionalismos y del chauvinismo regionales, enfermedades sociales que alientan la discriminación y genocidios. Sin embargo, en estos días de visita él se comporta como fanático de lo arequipeño. Una herejía para un predicador de la globalización. El día de los homenajes oficiales su deseo fue almorzar en una picantería; quería sentir los hervores de la poderosa y volcánica comida local. Los organizadores quisieron llevarlo a un restaurante gourmet. Por medio de sus voceros, el escritor insistió en que deseaba ir a una picantería, un lugar que antaño era llamado chichería y en donde los arequipeños, además de jaranear, tramaban alguna revolución. La Nueva Palomino fue la picantería elegida. Hubo un bufé con más de 33 platillos servidos para 150 invitados. El Nobel devoró zarza de patitas, ocopa, soltero de queso y adobo de cerdo. No hubo chupe de camarones, uno de sus platillos favoritos, cuyo consumo está temporalmente prohibido. El crustáceo está en reproducción y se perpetraría una matanza con su pesca. “La primera vez que me enfrenté a esos monstruos anaranjados fue en la casa del tío Eduardo. Vinimos de Cochabamba a Arequipa... Prepararon chupe de camarones y me gustó mucho”, recuerda el escritor.

Mario Vargas Llosa: La casona del escritor

Lunes y martes de adrenalina

Desde que pisó suelo mistiano, el lunes 21, el Nobel sintió el afecto local. El cielo se pintaba de oscuro cuando descendía por las escalinatas del avión. La banda de músicos lo recibió con carnaval arequipeño. Pétalos de rosas caían sobre él. El alcalde Alfredo Zegarra le entregó el varayoc de mando de la ciudad. La sala de espera del aeropuerto era un loquerío. Todos querían estar lo más cerca de él y arrancarle un autógrafo. Parecía una estrella de rock. A la mañana siguiente, el asedio no amainó un segundo en los homenajes de la Municipalidad Provincial y el Gobierno Regional de Arequipa. Lo más emotivo para los lugareños fue su paseo a pie del Palacio Municipal al Teatro. El Nobel se abrió paso escoltado por un bosque de banderas portadas por escolares de más de 30 colegios que lanzaban pétalos de flores y lo vitoreaban. Cientos de arequipeños llegaron con libros en mano buscando la soñada firma. Las medidas de seguridad lo impidieron. Banderitas de papel flameaban desde los balcones. En la primera cuadra de Mercaderes, a una cuadra del Teatro, algunas librerías dedicaban paneles dándole la bienvenida. En sus vitrinas ofrecían reliquias de colección. Ejemplares de las primeras ediciones de La guerra del fin del mundo y La casa verde.

En el Teatro Municipal, el escritor fue declarado hijo Predilecto e Ilustre y Embajador Plenipotenciario de Arequipa. Emocionado por el recibimiento de los jóvenes, MVLl les dio algunos consejos. Que lean mucho; los libros ayudan a viajar a mundos imaginarios y deseados y despiertan un espíritu crítico. También les pidió que defiendan la libertad, y cito a su referente liberal, el austriaco Karl Popper.

Cuando era un niño de pantalón corto, Vargas Llosa nunca pensó que un día volvería a Arequipa convertido en la mayor celebridad de un país. El jueves por la mañana partió a Lima con la sensación de haberse convertido en un personaje de ficción, como los de sus novelas.

Mario Vargas Llosa: La casona del escritor

En la Ciudad Blanca

COMITIVA. Mario Vargas Llosa llegó acompañado de su esposa Patricia, su hija Morgana y sus dos nietas Isabella y Anaís, a las que permanentemente cargó en brazos en todas las ceremonias oficiales. También lo acompañaron amigos entrañables como Freddy Cooper y Beatriz Merino.

LA CASA DE LOS SUEÑOS. La casa en la que nació Vargas Llosa tiene más de 900 metros cuadrados y cuenta con 30 ambientes. Allí se instalará un museo y un centro cultural. La vivienda pertenece a la empresa Unique y fue entregada a la Fundación Vargas Llosa.

VISITA A CONVENTOS. El miércoles en la tarde, el Nobel visitó algunos conventos. Uno de ellos fue Santa Teresa, en donde ha sido recreada la historia de la monja Gutiérrez, la religiosa que pretendió escapar del claustro haciéndose la muerta y que aparece en la novela El paraíso en la otra esquina.

De cumpleaños

El escritor cumple mañana este lunes 28, 75 años. Por el momento está abocado a concluir La civilización del espectáculo, un ensayo sobre la frivolización de la cultura, avanza la segunda parte de Los cuadernos de don Rigoberto y alterna en el teatro.

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