EL DOLOR PSÍQUICO
Esto es algo que no aprendí en la carrera, sino después de años de práctica y reflexión. Recuerdo que se lo comenté a algunos de mis compañeros de trabajo y que les impresionó profundamente.
Me dí cuenta de que el dolor psíquico, espiritual, anímico o como queramos denominarlo es perfectamente comparable al dolor físico. Quizá no es nada nuevo. Pero sí es cierto que, generalmente, lo pasamos por alto.
Me refiero a que si alguien, por poner un ejemplo, se rompe un hueso, experimenta un gran sufrimiento pero, con analgésicos primero y luego con las adecuadas intervenciones médicas, el hueso vuelve a su lugar, a su forma original y deja de doler, excepto quizá cuando el tiempo es húmedo o frío.
Pienso que el dolor espiritual no es en absoluto diferente y que el principal problema de nuestra ciencia es que aún hoy, no sabemos curar ese dolor, esa herida, con la rapidez con la que se puede curar el dolor de un tejido corporal. Es más, probablemente en muchos casos, no es posible; quiero decir en los casos en que las heridas son profundas y han durado mucho tiempo.
Nos desesperamos, por ejemplo, en el caso de una mujer maltratada que vuelve a los brazos de su maltratador, a pesar de toda nuestra lucha terapéutica para que no lo haga. No nos damos cuenta del todo de que esa persona, su espíritu, está agudamente herido y que esas heridas se han producido durante años, como si una persona se hubiera roto día tras día, hasta que sus huesos hubiesen quedado reducidos a fragmentos, como una bella copa de vidrio que se ha caído al suelo y sus trozos han ido siendo pisoteados un día tras otro.
Los seres humanos nos hemos acostumbrado durante cientos de años a convivir con el dolor espiritual, hasta el punto de haber considerado anormal el hecho de que una persona no pudiera soportar ese dolor y, en algunos casos, perdiera por completo la razón.
Afortunadamente, la capacidad de restablecimiento del ser humano es también milagrosa. Esa bella copa que ha quedado reducida a minúsculos fragmentos se puede, con mucha paciencia, mucha delicadeza y mucho tiempo, reconstruir y hasta hacer que vuelva a brillar.
Afortunadamente también, la ciencia médica ha avanzado en este camino y, actualmente, existen medicamentos que hacen más soportable el dolor. No por ser psicóloga pienso que los medicamentos no son útiles. Al contrario, muchas veces son una gran ayuda en el camino, a veces más breve, a veces muy largo, de superación de los problemas que nos pueden llegar a hacer tan dura la existencia. A menudo la terapa psicológica se beneficia de esa ayuda. Igual que el médico que hace que los pedazos de un fémur vuelvan a su sitio, ha dado antes al enfermo un potente analgésico para evitar en lo posible el terrible dolor
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