"Decía Aristóteles que la esperanza es el sueño del hombre despierto. Ciertamente, hoy la humanidad también sigue anhelando de ese despertar para dar respuesta a los muchos entresijos que se nos presentan a diario. Interrogarse e interrogarnos va explicito en la propia existencia. El ser humano no puede vivir en el vacío, porque genera además un desencanto permanente, es preciso activar una verdadera formación ética, que nos lleve a descubrir los valores de lo auténtico, desvalorados y perdidos en el baúl de los recuerdos, para ser capaces de hacer justicia con la verdad de frente. Desde luego, se demandan nuevos entusiasmos, que es tanto como decir nuevas esperanzas, en un planeta caracterizado por una banalidad que todo lo funde y lo confunde, hasta el punto que cada día nos penetra una sensación de dolor grande, por tener que vivir en una sociedad globalizada en la que no se permite a la gente pensar, ni mucho menos poder decir lo que uno piensa..."
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