lunes, 19 de julio de 2010

Elogiar para Educar

El elogio, la mejor herramienta para educar en valores

Todos los padres quieren la felicidad para sus hijos. La forma de asegurar que la consigan es proporcionándole al niño un mundo que estimule las conductas que generan felicidad. Lo que los niños piensan de ellos mismos se debe en primer lugar y sobre todo, a la forma como son tratados por sus padres, en especial a lo que se refiere al estímulo de conductas apropiadas.

Lo más importante para todos los niños es tener un repertorio adecuado de comportamientos que les ayude a construir bases interiores sólidas para la felicidad; conductas que perduren hasta mucho después de la niñez, durante toda la vida. Forjar sentimientos de amor propio y de autoestima, que los padres pueden cultivar y que son la boleta de entrada al mundo de la satisfacción, del éxito y la felicidad.



Existen dos elementos fundamentales para la madurez y esenciales de la vida humana: Relaciones interpersonales: EL AMOR y Metas: EL TRABAJO. El amor en el sentido más amplio del término se refiere a las habilidades sociales: cómo nos llevamos con los demás, cómo nos relacionamos con los que nos rodean. El otro elemento es el trabajo. El primer trabajo de un niño es conocer el mundo. Con el estímulo adecuado y la alegría de estar siempre descubriendo, conducirá a una sed permanente de aprender. También llevará a tener un objetivo y aún más importante a la autoestima. Encontrará que su sentido en este planeta es contribuir a una meta útil.

El amor y el trabajo no existen en el vacío, funcionan a través de la conducta que es algo que los niños aprenden de sus padres. A su vez, los padres tienen que aprender técnicas sencillas y naturales para cultivar en sus hijos el repertorio de comportamientos que los llevará a alcanzar el éxito en el amor y en el trabajo. Lo que haremos con esta Nota Técnica es aprender a estimular los comportamientos que lograrán el éxito en estas dos áreas básicas de la vida.

Hay dos razones por las cuales los padres deberían atender a su(s) hijo(s): por nada, simplemente porque lo(s) aman y para estimular el comportamiento que hará que el niño se sienta orgulloso. Debemos alentar acciones que produzcan sonrisas de orgullo y de éxito. Debemos estimular comportamientos que en el futuro producirán felicidad.

Lo valioso de un elogio

Si el comportamiento no es percibido o se olvida, el niño no tiene manera de saber que esta es la conducta que los padres consideran valiosa y apropiada. Si el comportamiento no ha sido estimulado dentro del hogar, el niño lo podrá repetir por azar, pero es poco probable que lo repita porque usted lo quiere. Como con mucha frecuencia tener buenas noticias significa que no haya novedades, las malas noticias (o el mal comportamiento) nos dan algo de que hablar y eso es lo que hacemos. El “mal comportamiento” rara vez pasa sin comentarios.



Al comprender la realidad de la conducta de su hijo, al establecer diferencias adecuadas en su respuesta y al utilizar sus grandes poderes de elogio y aprobación, usted puede ser un mejor padre y puede tener un hijo feliz. Pues sin duda alguna los padres son los mejores maestros de sus hijos y los mejores terapeutas. Depende entonces de los padres ser selectivos a la hora de decidir qué comportamiento recibe, debido a que antes de la adolescencia los padres son las personas más influyentes en la vida del niño.

Todos estos métodos para manejar los problemas de conducta implican dedicar al niño tiempo y atención exclusivos. Y a los niños les encanta la atención, sobre todo cuando viene de las personas más importantes de su vida, sus padres. Ellos no se preocupan necesariamente por la naturaleza del comportamiento que atrae esa atención.

Lo que se trata de enseñar a los padres con esto, es que es casi tan fácil estimular la conducta positiva como la negativa y que pueden lograr el comportamiento que piden cuando saben cómo hacerlo. La atención y el estímulo también pueden ser la respuesta al “buen comportamiento” (valorado) —madurez, ser un buen amigo, ser responsable, generoso, honesto y considerado—, si usted aprende a verlo cuando sucede y si sabe cómo utilizar el poder de elogio que tiene como padre; si usted hace que los comportamientos valorados sean buenos para el niño, él los va a repetir. Cuando lo elogia, estimula sus sentimientos de amor propio y el niño empieza a sentir que es una persona valiosa. Un niño que tiene sentimientos de autoestima, que se quiere a si mismo, es un niño feliz.

La base de todo está en estimular el tipo de conductas que los padres valoran, ya sea opuesto o idéntico a la forma en que cualquiera de los padres se comporta. Lo vital es que las personas importantes en la vida del niño busquen los comportamientos valiosos y los estimulen. El ejemplo que usted da no es tan útil o perjudicial, como lo que usted estimula con su tiempo, atención y elogio y la forma en que lo hace. Con toda seguridad será mejor que hablar sobre lo que estuvo mal. Usted está en capacidad de enseñarle a su hijo conductas y sentimientos que reflejen sus valores y los valores que quiere que tenga toda la vida.

El mejor momento para enseñar

El momento propicio para enseñar, que es la clave para enseñar valores y conductas, se da justo después de elogiar a un niño por algo que ha hecho y que a usted le agrada, que representa un comportamiento valioso que a usted le gustaría que se repitiera y más que repetirse, que se volviera parte de su personalidad.

El elogio sólo funciona cuando envía un mensaje específico y positivo: vi lo que hiciste; me interesaron las cosas lo suficiente como para tomar nota exacta de ello; lo que hiciste me agradó; lo que hiciste es un comportamiento valioso.

Los niños necesitan que alguien se sienta orgulloso de ellos antes que puedan desarrollar sentimientos de autoestima. No es ninguna virtud portarse bien los primeros años, si ese comportamiento es poco más que un accidente afortunado y realmente no se sabe todavía qué es la virtud. La “gratificación” de la virtud se da cuando las palabras de refuerzo, de elogio externo, se internalizan gradualmente en un patrón de carácter de causa y efecto, “Soy una persona valiosa”.

El elogio es uno de los más poderosos motores de enseñanza que los padres tienen a su disposición. Es un poder que todos pueden utilizar para crear afecto y cariño entre las personas. Funciona entre amigos, esposos, compañeros de trabajo e incluso, entre extraños.



Al final, el comportamiento que debe ser más estimulado en nuestros hijos es el cariño y la preocupación por los demás. Los vínculos de afecto que resultan de allí son la única fuente segura de lo que más deseamos para ellos, la felicidad.

El propósito del elogio y sus efectos tienen tres aspectos:

El elogio hace más probable que la conducta elogiada suceda más a menudo en el futuro. El elogio aumenta el amor propio del niño El Elogio aumenta los vínculos de afecto entre padre e hijo
Unas pocas palabras adecuadas de aliento, dichas en el momento correcto, pueden tener un fuerte impacto inmediato, pero su mayor efecto es lo que pasa después, mucho más allá de la niñez.



Así se siembran las semillas del comportamiento positivo:

“Fue muy maduro de tu parte cambiarte la ropa sola. Me gustó mucho”
“Le diste las gracias muy amablemente a la abuelita cuando te dio el regalo. Me sentí orgullosa de tì por ser tan amable”.
“Me gusta cuando me ayudas a poner la mesa como una persona grande”.
“Tomaste muy bien el mensaje de la señora Rojas, eso fue muy responsable de tu parte”.
A los padres que fomentan sistemáticamente conductas positivas en un niño, con frecuencia se les dificulta creer los cambios impresionantes que ocurren en un tiempo tan corto. Actúan como si la mejoría se diera por alguna otra razón. Los beneficios del estímulo adecuado durarán toda la vida y la necesidad de seguir estimulando disminuirá gradualmente con el tiempo.

Los cimientos para los largos años que hay entre la adolescencia y la vejez, se establecen durante los primeros doce años de vida cuando el conjunto de comportamientos de lo que podríamos llamar la personalidad del individuo se aprende bajo la orientación de los padres.

“Educar niños felices significa crear las condiciones para que sean adultos felices, que encuentren las satisfacciones de la vida al alcance de su mano en vez de estar eludiéndolas siempre”

Comunicando valores

La secuencia para comunicarle valores a un niño es tan fácil como y es tan sencilla que rápidamente se vuelve una forma natural de relacionarse con los hijos. Comience con una nueva disposición y aprenda a mirar a sus hijos con nuevos ojos. Busque momentos de comportamiento tranquilo pero positivo y que usted desea estimular. Luego en treinta minutos y varias horas después, según su conveniencia, haga lo siguiente:



A
B
C
D
Lleve a su hijo aparte, en privado y revea la conducta previa describiéndola con palabras. Haga que el comportamiento sea tan vivido que a medida que se lo cuente a su hijo éste pueda visualizarlo en la mente.
Luego continúe de inmediato con un elogio al cien por ciento. No diga: “Es bueno ver que para variar no le estás pegando a tu hermano”. Dígale a su hijo que ha hecho algo que a usted le agrada, que se ha comportado de una manera que no sólo usted, sino sus amigos y las personas ajenas al hogar, consideran adecuada. Y elógielo de manera específica. El saber cómo elogiar es tan importante como saber cuándo hacerlo. En esta secuencia, el elogio le da a usted la atención plena de su hijo. Luego dígale de inmediato la razón por la que su comportamiento es valioso. “Te estabas portando como un buen amigo”, o “me agrada mucho verte leyéndole a tu hermana y siendo tan cariñoso. Esto me indica que realmente estás creciendo”, o “eso fue la actitud de un niño grande, maduro y más adulto”.
De inmediato y de manera casual pase entre cinco y quince minutos haciendo algo que su hijo disfrute. El pasar tiempo agradable juntos es una inversión adicional efectiva en comportamientos que valen la pena, que confirma el elogio y lo asocia en la mente del niño a otro evento positivo. No es soborno

—si haces esto, yo haré aquello por ti sino una forma de atención después de una conducta valiosa. Este tipo de refuerzo positivo es mucho más provechoso que prestarle atención, por ejemplo, a la renuencia a comer, a la rabieta o a cualquier otro de los muchos comportamientos perturbadores que ocupan a los padres y con frecuencia los conducen por un sendero sin salida.

Esta secuencia del puede, aplicarse para comunicar valores y enseñar conductas en casi todas las situaciones en la crianza de un niño. Es una manera positiva de ayudarle a aprender comportamientos.

Qué elogiar, cómo elogiar y cuándo elogiar

Como cualquier otra persona, los niños quieren sentirse bien consigo mismos y así comienzan rápidamente a portarse de una manera que genere elogios y afecto, atención y cariño, tan esenciales para un sentimiento de satisfacción, autoestima y una verdadera inteligencia emocional.

Lo único que usted tiene que hacer para llevarlos por el camino correcto es aprovechar el momento adecuado y volverlo significativo con el elogio. Cada uno de estos estímulos al comportamiento valorado es un paso pequeño pero significativo hacia una vida feliz y productiva.

Los padres tienen una oportunidad única para estimular sentimientos positivos de autoestima en sus hijos. Sus palabras tienen un impacto enorme. Darle a un niño esta sensación de autoestima puede ser la responsabilidad más importante que tienen los padres, si quieren un hijo feliz que llegue a ser un adulto feliz.

El elogio específico unido incluso a pequeños eventos que un niño recuerda y a los comportamientos que queremos estimular construye la autoestima y contribuye a la columna de activos del balance general. Cada vez que un niño se encuentre en una situación similar, aprenderá un poco más sobre los tipos de comportamientos apropiados, lo que le dará recompensas adicionales de elogio y éxito.

Con el tiempo, lo que los padres ven y elogian en estos momentos sencillos y tranquilos se volverá el comportamiento habitual del niño, una cualidad de su personalidad. Estos rasgos que se manifiestan en la forma de comportarse del niño, son los que los demás ven y también consideran y ven digno de elogio.



Si uno reconoce un comportamiento positivo con un elogio, que es una de las recompensas más poderosas que hay para un niño o un adulto, la conducta elogiada ocurrirá con más frecuencia. Sin embargo, no se debe exagerar el elogio hasta el punto de devaluar el regalo.

El elogio indiscriminado disminuye el valor de la recompensa que se ha ganado y el elogio excesivo desestimula en el niño la internalización de sentimientos de amor propio, produciendo una dependencia excesiva de las palabras externas de aprobación. Usted está preparando al niño para un mundo en el cual el elogio no se da repetidamente por todas las cosas que son dignas de él y un mundo que considera que demasiado elogio no es sincero. Si usted elogia efectivamente para construir una base sólida de autoestima, el elogio constante es innecesario.

Hemos examinado el papel que desempeña el elogio en el momento propicio para enseñar, el cual se da después de las palabras de elogio para comunicar valores o enseñar comportamientos. Pero decirle simplemente a un padre que elogie a un niño es como si el doctor le dijera a un enfermo que se tomara un medicamento sin especificar el nombre, la dosificación o el tiempo durante el cual lo debe tomar. Los medicamentos, como el elogio, son buenos, pero sin unas pocas instrucciones ambas recetas son igualmente inservibles y potencialmente dañinas. La receta para dar elogios que estimulen comportamientos adecuados es simple: ** Sea concreto. ** Elogie al cien por ciento.

“Fuiste muy bueno” no le dice mucho al niño, a pesar de ser claramente un elogio. “Fuiste muy amable cuando ayudaste a tu hermano a leer el cuento, eso es ser considerado y maduro y me gusta mucho”; le dice al niño exactamente lo que ha hecho y por qué le agrada a usted. Veamos otros ejemplos:

No elogio:
Significado:
Elogio real:

No elogio:
Significado:



Elogio real:

“Ya era hora de que arreglaras tu cuarto”.
Nunca arreglas tu cuarto cuando te lo pido y eso siempre me molesta. Esta vez lo hiciste, pero con seguridad no volverá a suceder.

“Arreglaste tu cuarto. Se ve muy bien. Me gusta como organizas tus juguetes en un sitio. Me agrada verte ordenando tus cosas”

“Obtuviste cuatro buenas calificaciones y una regular en tu informe. Eso está bien, pero tenemos que subir esa nota regular”.
Esas cuatro notas buenas están bien, pero no es suficiente para mí. No estarás a mi altura hasta que tengas sólo las mejores calificaciones. El elogio que depende de la perfección no tiene valor.

“Estoy tan orgulloso que hayas obtenido esas calificaciones tan buenas en tu informe. ¡Caray – cuatro Excelente!”

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