lunes, 19 de julio de 2010

un “cuaderno del Renacimiento” para la reflexión y la acción.

La autora nos recomienda tener un “cuaderno del Renacimiento” para la reflexión y la acción. “Los artistas y filósofos del Renacimiento italiano veían el amor como el poder creativo del universo”. Y nos pone como ejemplo a Giotto y Cimabue, a Elena Lucrecia Cornaro (la primera mujer con un doctorado, Padua, 1678), a Juana Inés de la Cruz (la mujer más ilustrada de Nueva España), al poeta John Donne, a Miguel Ángel Buonarroti, a Isabel I de Inglaterra, a Thomas Traherne, a Ignacio de Loyola, a John Locke, a William Shakespeare, a Francis Bacon, a Tomás Moro, a Aphra Behn (la primera mujer actriz, 1670), a Francisco de Sales, a Teresa de Jesús, a Christopher Marlowe, a Marsilio Ficino, a Baldassare Castiglione, a Rafael sandio, a Leonardo da Vinci.

Me ha gustado especialmente que haya introducido ideas como “metacognición” (examinar nuestra conducta), la autocompasión (ser buenos con nosotros mismos), las “cavilaciones” (obsesionarnos por lo negativo), “comunidad renacentista”, “práctica contemplativa” (meditación, sobre un pasaje inspirador), armonía (“la música desata las cadenas que amarran el alma oculta de la armonía”, John Milton), la importancia de la lectura (el 52% de los estudiantes universitarios dedica menos de una hora semanal a leer por placer), la “emulación espiritual” (modelos de conducta), “sentirnos cómodos en la incomodidad” o la disciplina como práctica espiritual (“no hay nada en el mundo más importante y apremiante en la vida del hombre que la disciplina”, John Milton).

Y una especie de “koan” del rabino Hillel en el Talmud:
Si no miro por mí, ¿quién lo hará?
Pero si sólo miro por mí, ¿qué soy?
Y si no ahora, ¿cuándo?

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