sábado, 17 de julio de 2010

La Importancia de las Actitudes y La Fuerza

“La única persona que he contratado últimamente no tenía un buen currículum en cuanto a formación, pero venía de la calle, había pateado muchos polígonos y tenía muchas ganas… Ahora necesito gente que muerda, que vaya a por todas, y no chicos formados y educados”. Lo que D.T., director de una empresa mediana, señala es algo que muchos responsables de Recursos Humanos están aplicando en diversos sectores. Incluso aquellos en que formación y experiencia son importantes, están priorizando aquellas virtudes, como la energía, la entrega, la intuición y la picaresca, que no se enseñan en las aulas.

Y esas son sin duda, cualidades que deben ser tenidas en cuenta. Como asegura Stephen C. Lundin, director del Instituto para la Creatividad y la Innovación de la Universidad de St. Thomas, y autor (junto a Harry Paul y John Christensen) de Fish! (Ed. Empresa Activa), las experiencias callejeras pueden aportar mucho a la vida de la empresa, especialmente en aquellas compañías donde las ganas de hacer cosas no son tan frecuentes como deberían.

Para Lundin, “muchos vendedores pueden tener éxito aplicando la disciplina y su fuerza de voluntad. Pero esta fuente de energía, que es también una forma de trabajo solitaria y agotadora, suele perder, con el tiempo, su capacidad para generar mejores y mejores resultados”. Por eso Lundin recomienda buscar la energía en otros lugares, especialmente en aquellos donde aparecen “los compromisos humanos auténticos. Los artistas callejeros entienden que el dinero que la gente deposita en sus sombreros al final de cada actuación refleja la calidad de su compromiso con su público. Podemos aprender grandes lecciones de este pequeño grupo de emprendedores que deben dominar el arte de la conexión humana o morirse de hambre”, afirma.

Para Ignacio Álvarez de Mon, profesor de Comportamiento Organizacional de IE Business School, este tipo de exigencias ilustran plenamente el cambio que se ha operado en la empresa contemporánea, que está valorando más las actitudes que las aptitudes. “Frente a la experiencia profesional y a los títulos académicos, que también son importantes, se están primando aquellas cualidades que tienen que ver con las vivencias y con el carácter de la persona, como tener empuje, ser optimistas y ser resistentes al fracaso”. Hablamos, además, de valores que resultan diferenciales en tiempos como los actuales, cuando “la gente tiene que sacarse las castañas del fuego”. Sin embargo, también se trata de cualidades “que surgen de modo personalista e informal y que resultan muy difíciles de medir y de captar en una entrevista de empleo”.

No obstante, ello no implica que capacitación profesional y actitud deban oponerse. Es más, resulta imposible hacerlo, afirma Ceferí Soler, profesor del departamento de Dirección de Recursos Humanos de ESADE. “Las personas somos un todo que integramos los diferentes espacios en que vivimos y las distintas experiencias por las que atravesamos, como los valores que nos inculca nuestra familia, los que compartimos con los amigos de la calle, los que nos enseñan los maestros en la escuela o los que recogemos de la sociedad en que vivimos. No se puede, en consecuencia, entender que sólo nos afectan unos u otros. Otra cosa es que haya quienes saquen más partido a un tipo concreto de experiencias”, asegura Soler. Así, podemos pensar que los grandes artistas y los grandes deportistas poseen una energía o una creatividad poco comunes, algo que les ha sido dado genéticamente y que determina toda su actividad. Pero incluso esas personas, afirma Soler, son fruto de muchos factores. Por ejemplo, “cuando pasan por un academia de teatro, hacen un buen número de relaciones que terminan por dar forma a una network particular que es lo que les da valor añadido. No todo consiste en el talento o en la energía”.

Mezcla de intuición y formación

Para Álvarez de Mon, estamos ante valores complementarios, tal y como demuestra que “el ideal de las empresas sea contar con empleados creativos, que sepan pensar de forma alternativa, que tengan esa intuición que da la calle, pero que al mismo tiempo estén formados. Y cuanto más mejor”. El problema, sin embargo, se complica en tanto se trata de cualidades que son difíciles de desarrollar al mismo tiempo, como si cada vez que se pretendiese avanzar en las aptitudes se disminuyera el potencial de las actitudes. “Cuando se apuesta mucho por una cosa se pierde la otra. Si a una persona la sometes a un programa formal y estandarizado pierdes todo lo que lleva de intuitivo y creativo”. Al final, para Álvarez de Mon, todo se resuelve a través del equilibrio,” de lograr que los esquemas formativos no sean tan rígidos como para no permitir la originalidad y la diversidad. Y eso invita a que sepamos reformular la formación para que dé cuenta de las nuevas necesidades”. Así, en las empresas se requieren toda clase de perfiles, “más académicos, más profesionales, más institucionales y más creativos. La clave es la diversidad”. Pero eso no deja de ser un reto para las firmas, ya que lograr ese objetivo “requiere abrir el abanico y diversificar esquemas a la hora de la contratación, así como abandonar patrones rígidos de carrera profesional y de desempeño”.

Coincide con Stephen Lundin, para quien “el conocimiento tiene poco valor si no se pone en práctica, y la motivación tampoco tiene valor sin conocimiento. Se necesitan las dos cosas para atender a los clientes”. Sin embargo, más allá de ambas, encuentra en un elemento que las aúna y supera, “un elemento que crea el clima, correlacionado con la calidad del trabajo y que impacta en la retención del cliente y que en ocasiones se deja pasar por alto. Ese elemento es la actitud que eliges mientras realizas tu trabajo, algo que podríamos definir como “quién eres tú mientras estás haciendo lo que estás haciendo”. Esta elección es libre y fundamental y puede llevar tu trabajo y tu vida a un nuevo nivel”.

Sin embargo, bien podría argumentarse que, en un mundo tan incierto como el nuestro, tener una actitud correcta tampoco garantiza el éxito, ya que en ocasiones el resultado final es más fruto de factores no previstos que de una intención planificada. Para Lundin, si bien es cierto que no podemos controlar todas las llaves del éxito en los negocios, porque “los fuertes vientos globales en contra nos pueden conducir a resultados negativos a pesar de la habilidad y motivación de los empleados y directivos”, también lo es que cómo se quiera vivir la vida en ese entorno sigue siendo un aspecto fundamental. Todos tenemos que dar una respuesta a cómo elegimos vivir independientemente de los resultados empresariales. “Puedes estar realizando el mejor trabajo posible, pero a veces esto no basta. Además, existen factores subjetivos que no puedes controlar. A veces la actitud no es causa del resultado final, es verdad, pero lo que siempre se puede elegir es vivir con una gran calidad de vida”.

Además, para Lundin, la apuesta por la creatividad y por la innovación, por esa energía y vitalidad, trae un doble beneficio, ya que son “el motor de crecimiento para las empresas y el elemento esencial que nos lleva a una vida satisfecha. Nosotros, como personas, nunca estamos más vivos como cuando estamos creando”. Así, la creatividad y la innovación son la garantía para un futuro mejor. Y, según Lundin, no sólo en lo económico.

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