domingo, 18 de julio de 2010

Francisco Fernández-Avílés buscaba una solución nueva, una herramienta que le permitiera recuperar el corazón cuando los tratamientos clásicos no funcionaban.

Su preocupación por el tratamiento del infarto le lanzó a la aventura de las células madre hace ya nueve años. Francisco Fernández-Avílés buscaba una solución nueva, una herramienta que le permitiera recuperar el corazón cuando los tratamientos clásicos no funcionaban. «Necesitábamos algo más y apareció la terapia celular, poniendo fin ...
Su preocupación por el tratamiento del infarto le lanzó a la aventura de las células madre hace ya nueve años. Francisco Fernández-Avílés buscaba una solución nueva, una herramienta que le permitiera recuperar el corazón cuando los tratamientos clásicos no funcionaban. «Necesitábamos algo más y apareció la terapia celular, poniendo fin al dogma clásico de que el corazón no se regenera».
Sus primeros pasos en esta línea de investigación los dio en el Hospital Clínico de Valladolid. Allí trató los primeros infartos con células madre procedentes de la médula ósea del paciente.
La «aventura» continúa ahora en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid. El pasado 30 de enero implantó células de la grasa a un varón de 72 años con un corazón que había perdido su capacidad de bombeo. Era la primera vez que se hacía.
-En el mundo ya hay centenares de enfermos de corazón tratados con células madre. ¿Qué ha aprendido la medicina de esta experiencia?
-Que aún sabemos muy poco. No me canso de insistir en que hay que ser muy prudentes. Creo en la terapia celular aplicada al corazón, creo que va a ser una forma muy, muy eficaz de combatir una gran parte de las enfermedades cardiovasculares pero aún estamos en una fase prehistórica. Todavía tenemos enormes dudas de cuál es el mecanismo de acción de las células, cuál es el momento ideal para aplicarlas, en qué dosis y el tipo ideal para cada momento. Lo que sí sabemos es que el corazón tiene cierta capacidad de regeneración, aunque sea pobre. A partir de ahí estamos en una fase muy inicial en la cual se tienen más dudas que certezas, por eso este tipo de tratamientos hay que plantearlos siempre con una dosis altísima de prudencia dejando muy claro que queda mucho tiempo para poder recomendarlo de manera rutinaria y no salir del marco de investigación o uso compasivo.
-Algunos prestigiosos cardiólogos, como Valentín Fuster, son críticos con la utilización de este tipo de terapias en los enfermos. Advierten de que se está corriendo mucho, ¿no lo cree así?
-Valentín Fuster cumple con su obligación y da la señal de alarma que hay que dar, y la repite porque es de ley hacerlo. Todos debemos ser muy críticos y cautos antes de crear expectativas en el paciente. Pero hay estudios que demuestran que la aplicación de las células es factible y segura. También hay estudios en humanos que indican que en determinadas situaciones esa aplicación podría ser beneficiosa en comparación con el tratamiento convencional. En esa situación, la aplicación de la terapia celular es inevitable en humanos. Nunca se había investigado tanto en terapia celular. Lo mismo pasó con la angioplastia (una técnica para desbloquear las arterias) y la propia aspirina. Hoy después de cien años no sabemos cómo funciona. Si hubiéramos tenido que esperar a descubrir con todo detalle cómo funciona la aspirina todavía no estaríamos usándola y es el tratamiento que más vidas ha salvado a lo largo de la historia de la cardiología.
-Entonces, hoy sólo se puede afirmar que es una terapia factible y segura, ¿qué hay sobre su eficacia?
- Sí, y que hay indicios de que pueda ser eficaz en algunas circunstancias. Hay resultados muy discrepantes entre los diferentes grupos de investigación. En infarto, donde más hemos encontrado un beneficio claro, pero relativamente modesto. Otros grupos de Alemania han encontrado un beneficio altísimo utilizando aparentemente el mismo producto. Nadie miente. Pero el gran problema de la terapia celular es que no hay un producto estándar y no nos podemos comparar. El procesado de las células es muy artesanal y aunque los protocolos parezcan iguales los tratamientos no se hacen exactamente igual.
-El hecho de que este no sea un producto que se pueda explotar comercialmente, ¿dificulta el acceso a los fondos de investigación?
-Nos obliga a depender de fondos públicos, que son siempre menos cuantiosos que los que proporciona la iniciativa privada. Es una investigación huérfana, un proyecto interesante que no deriva en un producto comercialmente explotable y no tiene interés para la industria.
-¿Las células madre adultas están ganando la partida a las embrionarias?
-Como clínico, me tengo que plantear aquéllo de lo que dispongo. En este momento hay células adultas con una plasticidad altísima y esa plasticidad hace prever que se les va a sacar una rentabilidad muy alta, a corto y medio plazo.
-¿Cuántos proyectos de investigación en terapia celular tienen en marcha?
-Trabajamos con diferentes tipos de células en dos escenarios diferentes: el escenario agudo con el paciente de infarto agudo de miocardio y el paciente crónico. El enfermo con infarto agudo de miocardio no puede tratarse con un procedimiento complejo y largo. Investigamos varias fórmulas, fundamentalmente con células de la médula ósea. En enfermos crónicos, trabajamos con diferentes tipos de células en las que figuran las mesenquimales y algunos otros tipos celulares.
-¿Es la grasa una de las fuentes ideales para la obtención de células madre?
-Es una fuente excelente de células mesenquimales, pero su utilidad dependerá de nuestra necesidad. En el infarto necesitamos tratamientos poco traumáticos o que estén accesibles, como las células de la médula ósea u otras que estén disponibles sin necesidad de proceder del mismo paciente. Es decir, células que podrían estar disponibles para su uso en la estantería del quirófano. Esas células podrían tener distintas procedencias, de la grasa o de la médula ósea. Ambas son muy poco antigénicas, no producen rechazo y si lo producen sería escaso.
-¿Podrían utilizarse esas células sin tratamiento inmunosupresor como el que reciben los trasplantados?
- Sí o con un tratamiento mínimo durante periodos cortos de tiempo. Esto aún no ha superado la fase de experimentación animal. Calculo que en un año habrá en el quirófano células a disposición del paciente y podremos empezar a probarlas en estudios controlados.
-¿Cree que ha llegado el momento de empezar a hacer estudios a gran escala para comprobar la verdadera eficacia de la terapia celular?
-Ese es uno de los grandes debates científicos. Yo creo que aún hay un montón de preguntas sin resolver y que esas preguntas se tienen que resolver antes con animales de gran tamaño, como los cerdos, que reproducen fielmente la clínica humana y en estudios clínicos con pequeños grupos de pacientes para decidir si merece la pena seguir. Sólo entonces consideraría oportuno emprender un ensayo a gran escala. Pero hay muchos que no opinan como yo.
-Ha dicho que «regeneran los dioses» que la terapia celular sólo repara, ¿No cree en la regeneración?
-Creo en la medicina regenerativa. Pero una cosa es demostrar que el músculo cardiaco de un corazón de 5 gramos de un ratón se regenera y otra que esto mismo suceda en un corazón de 300-500 gramos. El tamaño aquí sí importa. No se puede negar que la terapia celular es capaz de regenerar el corazón de un ratón. Como médico a mí no me preocupa si realmente los tratamientos de células madre regeneran el corazón. Lo que me preocupa es que funcione, que un paciente que se ahogadeje de hacerlo. Que mejore su calidad de vida y supervivencia.

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