domingo, 2 de octubre de 2011

5 Autenticidad y Verdad

5.-Autenticidad y Verdad
Las cosas verdaderamente importantes en la vida son la verdad y la autenticidad. Hay que ser nosotros mismos e intentar siempre hacer las cosas de la mejor manera posible.
Con el tiempo aprendes lo que de verdad es importante y que la clave es conectar con las personas que se aceptan tal como son y que a ti te aceptan tal y como eres. Es tan sencillo como amar y disfrutar de las cosas como son. Además de aprender a disfrutar de lo sencillo.
La verdad de lo sencillo de lo simple del mostrarte tal como eres de ser tu mismo de dedicar la vida también a hacer lo que te gusta.
No se puede ser feliz sin ser un gran buscador de la verdad.
La verdad lo primero que nos enseña es que la vida es dura es complicada que nos vamos a encontrar con la injusticia la mentira y la traición.
Ya nos dice el poeta que la verdad es amarga.
Y también los psiquiatras y psicólogos nos explican que la vida es dura y difícil y que hay que asumirlo y aprender a afrontar las dificultades y los conflictos.
Es amarga la verdad y hay que echarla de la boca.
La Verdad tiene que ver con 2 realidades
Vivir con compromiso con lo que debe de ser
Y vivir sin mascaras.
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
La muerte llama, uno a uno, a todos los hombres y a las mujeres todas, sin olvidarse de uno solo -¡Dios, qué fatal memoria!-, y los que por ahora vamos librando, saltando de bache en bache como mariposas o gacelas, jamás llegamos a creer que fuera con nosotros, algún día, su cruel designio.

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