Carlos Belmonte es investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante y catedrático de fisiología de la Facultad de Medicina de de la misma ciudad. Con dilatada experiencia en la investigación de los mecanismos bioquímicos y moleculares asociados al dolor, Belmonte sostiene que éste «debe ser eliminado de raíz una vez ha cumplido su misión de avisar de que existe una lesión». En una entrevista en Consumer comentaba a la periodista María José Viñas:
Básicamente, nuestro trabajo trata de entender cómo los estímulos físicos y químicos que provienen del medio externo y son potencialmente dañinos son transformados por los receptores periféricos del dolor en señales nerviosas inteligibles para el cerebro. En este ámbito recientemente hemos registrado una patente de unas sustancias que podrían mejorar el dolor que se presenta tras una cirugía ocular.Las neurociencias se dedican el estudio del cerebro, y por eso sus descubrimientos van a influir en nuestra sociedad mucho más que cualquier otro tipo de investigaciones en las que se trabaje en estos momentos.
El estudio del cerebro, uno de los campos prioritarios en neurociencias, va a comportar «grandes desafíos ético» en los próximos años, sostiene Carlos Belmonte. El primero, asegura, es la «más que probable» invasión de la intimidad. La neuroeconomía, una disciplina emergente, ya se está aplicando a paneles de consumidores para determinar los gustos individuales basándose en datos objetivos obtenidos a través de la imagen cerebral. «Se puede saber cuál será la elección de la persona incluso aunque ésta no verbalice sus preferencias, porque cuando ha consumido un producto que le ha gustado se le ha 'iluminado' una zona concreta de, por ejemplo, la corteza cerebral frontoorbitaria», señala el experto.
Este mismo tipo de técnicas podría llegar aplicarse, añade, para medir la actividad cerebral en procesos de evaluación de personal. «Tenemos ya al alcance de la mano la posibilidad de 'leer', en términos neurobiológicos objetivos, algunos aspectos de la actividad cerebral vinculada a situaciones anímicas o a pensamientos», aspecto que abriría la puerta a la difusión de informaciones reservadas.
El estudio de cómo funciona el cerebro también ayudará a entender «cómo somos y a mejorar nuestra conducta social», prosigue Belmonte. Por ejemplo, el concepto de responsabilidad penal «será diferente» en función del nivel de conocimiento que tengamos de en qué medida algunas conductas del individuo son evitables. «Hoy en día, el estar bajo los efectos de las drogas se considera un atenuante de determinados actos. Tal vez descubriremos que para determinadas conductas el sujeto es menos libre de lo que pensábamos y no le podemos hacer del todo responsable de determinados actos».
¿Qué clase de actos? «La violencia de género», responde Belmonte. Es un problema que «claramente» tiene que ver con los condicionantes biológicos del cerebro masculino, que es diferente del femenino. «Las mujeres no cometen apenas violencia de género, la proporción es cercana a un caso por cada cien». Los investigadores pretenden averiguar porqué es así. «En algún país nórdico, con una sociedad mucho más avanzada e igualitaria entre sexos que la nuestra, hay tanta o más violencia machista que en España», dice. Reconducir el problema, insiste, va a exigir algo más que medidas judiciales.
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