Las virtudes cardinales son:
* La Prudencia
* La Justicia
* La Templanza
* La Fortaleza.
Contenido
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* 1 Las virtudes cardinales en la Antigüedad
* 2 Virtudes cardinales infusas
o 2.1 Naturaleza
* 3 Referencias
o 3.1 Notas
o 3.2 Bibliografía
* 4 Véase también
* 5 Enlaces externos
[editar] Las virtudes cardinales en la Antigüedad
La areté ("excelencia") política ("ciudadana") de los griegos consistía en el cultivo de tres virtudes específicas: andreia (Valentía), sofrosine (Moderación o equilibrio) y dicaiosine (Justicia): estas virtudes formaban un ciudadano relevante, útil y perfecto. En La República, Platón añadió una cuarta, la Prudencia, y describió las cuatro virtudes cardinales como:[1]
* Prudencia (calculativo) - véase el todo
* Fortaleza (enérgico) - presérvase el todo
* Templanza (apetitivo) - sirvése el todo
* Justicia (virtud fundante/preservante) - conócese a sí mismo
Platón define cómo un individuo puede lograr estas virtudes: la prudencia viene del ejercicio de razón, la fortaleza de ejercer las emociones o el espíritu, la templanza de dejar que la razón anule los deseos, y desde estas la justicia viene, un estado en que cada elemento de la mente está de acuerdo con los otros.[2]
Platón describe la justicia como la virtud fundante y preservante porque sólo cuando alguien comprenda la justicia puede conseguir las otras tres virtudes, y cuando alguien posee todas las cuatro virtudes es la justicia que mantiene todos juntos.
También se encuentran formuladas en Cicerón, en su tratado De officiis (es decir, "Sobre las obligaciones") y por el emperador filósofo Marco Aurelio en sus Meditaciones. El Cristianismo añadió a estas virtudes las llamadas Virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad.
[editar] Virtudes cardinales infusas
En teología católica las virtudes cardinales infusas son hábitos que disponen al entendimiento y a la voluntad para obrar según el juicio de la razón iluminada por la fe para que ésta escoja los medios más adecuados al fin sobrenatural del hombre.[3]
Se diferencian de las virtudes teologales en que no tienen por objeto a Dios mismo sino el bien honesto. Dado que ordenan los actos en orden al fin sobrenatural, se distinguen también de sus correspondientes virtudes adquiridas.
[editar] Naturaleza
Royo Marín siguiendo a Tomás de Aquino hace una analogía que permite aclarar mejor su función:
La relación que dicen las virtudes morales a las teologales es, en el orden de la gracia, la misma que dicen, en el de la naturaleza, las virtudes adquiridas a los actos de la sindéresis y rectitud de la voluntad.[4]
Royo Marín, op. cit. pág. 135.
Para determinar su número, los teólogos moralistas suelen considerar los objetos honestos de la voluntad y luego agruparlas en cuatro principales: prudencia, fortaleza, justicia y templanza. Son llamadas también virtudes morales.[5]
No son una especie de géneros de otras virtudes que serían sus «especies». Tienen sus objetos propios pero al mismo tiempo engloban a otras virtudes. Las demás virtudes se agrupan alrededor de las cardinales pero no son especies de ellas sino que al decir cardinales se subraya solo la influencia de unas en otras.
Su existencia fue negada por algunos famosos teólogos como Duns Scoto, Guillermo Durando y Gabriel Biel aunque otros de la categoría de Tomás de Aquino, Agustín de Hipona y Gregorio Magno admitían su existencia partiendo de algunos textos de la Sagrada Escritura:
Si amas la justicia, los frutos de la sabiduría son las virtudes, porque ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes más provechosas para los hombres en la vida.
Sb 8, 7
Mostrar en nuestra fe virtud, en la virtud ciencia, en la ciencia templanza, en la templanza paciencia, en la paciencia piedad, en la piedad fraternidad y en la fraternidad caridad
2P 1, 5-7
[editar] Referencias
[editar] Notas
1. ↑ «Cardinal Virtues: The Four-fold System». Catholic Encyclopedia (2009). Consultado el 15-02-2009.
2. ↑ «Plato's Republic: Summaries and Commentaries - Book IV: Section Three». Yahoo Education. Consultado el 15-02-2009.
3. ↑ La definición sigue la de la obra de Royo Marín que se cita en la bibliografía, pág. 135.
4. ↑ Véase la fuente de la idea en Summa theologiae I-II q63 a3co.
5. ↑ Cf. Ambrosio de Milán, Exposit. in Lc lección 5, nn. 49.62.
[editar] Bibliografía
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