domingo, 26 de junio de 2011

Mi Vida Feliz Gracias a Las Mujeres

Mi vida ha sido afortunada gracias a las mujeres con las que me he cruzado"
Texto de Juan Ignacio Francia
Foto de Emilia Gutiérrez
Ricardo Darín. Su nombre al frente de un reparto de cine en español es sinónimo de éxito. Hijo de actores, Ricardo Darín lleva la profesión en su ADN. Desde unos comienzos sacrificados, ha demostrado poseer una calidad de actor muy superior a las expectativas más ambiciosas. Su trabajo en el último Oscar argentino, El secreto de sus ojos, así lo rubricó

Una cincuentena de títulos, entre cine y televisión, componen la historia profesional de este bonaerense de 54 años cuya vida es la interpretación. Desde la mítica Nueve reinas a El hijo de la novia, le han convertido en uno de los grandes. Ahora, Ricardo Darín presenta la comedia Un cuento chino, de Sebastián Borensztein. Entre otras cosas, un divertido guiño al futuro, porque su personaje, a regañadientes, protege a un joven chino. Ninguno habla una palabra del idioma del otro y Roberto/Darín, muy a la hidalga hispana, exige al chino que aprenda español. Cuando, según se sabe, con el tiempo terminará siendo a la inversa.

La alegoría del entendimiento está ahí. Y alude a todos. También a hombres y mujeres, acusados a menudo de hablar idiomas distintos: “Parto de la base –reflexiona el actor– de que no nos podemos ni comparar a ellas. Están armadas de otra manera, son más rápidas, inteligentes, sagaces y frescas que nosotros; por consiguiente, creo que tenemos asignados diferentes roles: nosotros debemos tratar de que no se note esa diferencia que nos perjudica, y ellas no tienen más que mostrarla”.

El Darín de Un cuento chino es huraño y malhumorado. Pero frente a las mujeres, su misantropía no se torna en misoginia, sino en timidez, autodefensa, “porque no sabe dónde colocarse”, se adelanta el actor. “Cómo lidiar con la ternura, la autenticidad, la frescura de Mary –protagonista femenina–. Ella es transparente y dice lo que se le pasa por la cabeza, y eso es conmovedor para Roberto, pero, en vez de animarlo, le retrae aún más”.

Ante los nuevos cauces en las relaciones, la igualdad, la tolerancia y la posibilidad de que se difumine el concepto del eterno femenino, es claro. “Creo que siempre encontraremos la manera de escurrirnos, como el agua entre las piedras, para recuperarlo, porque en definitiva no se trata más que de un encuentro químico”.

Darín habla sobre su relación con las damas en la vida real: “Las adoro. Mi vida ha sido muy afortunada hasta aquí, y toco madera, gracias a las extraordinarias mujeres con las que me he ido cruzando. Empezando por mi madre y terminando por mi hija. Esto supera ampliamente el concepto ortodoxo del amor, así como del amor romántico…”.

Desde el ámbito del cortejo, se resiste a reconocerse donjuán, lanzado o romántico. Asegura ser tan retraído con las chicas, que utiliza el sentido del humor como cortina de humo. Pero en la promoción de Un cuento chino, se le vio piropear los ojos de una conocida periodista televisiva: “¡No la estaba piropeando, sólo le estaba diciendo la verdad y era un 10% de lo que veía! Ella tiene unos ojos que miden como medio metro cada uno…”.

Cree que el piropo ha sucumbido a los nuevos tiempos: “No sólo ha caído en desuso el piropo, sino también la palabra, la frase…, todas estas cosas están como pasadas de moda. Hoy en día se usan señales, números, y eso acorta las posibilidades de expresión. Por eso quienes tenemos conciencia de ello estamos obligados a recordar al resto que existen otras ­posibilidades”.

Una sola directora en su filmografía, Lucía Puenzo, en la magnífica XXY. Se llevó muy bien con ella. Y reconoce una particular conexión con la actriz Norma Aleandro. “Haciendo de mi madre con alzheimer, no sólo por las características del rol, sino por como es ella, con su talento, marcó un camino del que era imposible apartarse”, dice.

Asegura ser un afortunado que todavía no sale de su asombro por recibir tanta calidez y consideración de los demás. “Más o menos he ido juntando el valor para aceptar que está bien cometer errores. Después de todo, lo más digno que tenemos los seres humanos es eso, ser seres humanos

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