¿Quién era Lucero?
"Si te remontares como águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido,
de ahí te derribaré, dice Jehová".
Abdías 4
"Porque el que se enaltece será humillado,
y el que se humilla será enaltecido".
Mateo 23:12
La historia de Lucero, Luzbel o Lucifer, según las diferentes versiones, nos remite a la protohistoria del universo, antes del génesis de nuestro planeta Tierra. De acuerdo a lo que podemos atisbar en algunos textos bíblicos, Lucero fue un personaje muy encumbrado que realizaba tareas especiales para Dios en el mismo centro directivo del universo. Posiblemente el nombre de Lucero, que significa "el brillante" o "portador de luz" (Nelson, 1978, 386), hacía alusión a su posición privilegiada en las cortes celestiales. Pero, el hecho significativo fue que él protagonizó un movimiento de oposición, sublevándose contra los principios que dominaban en ese mundo de pureza, santidad y salud perfectas.
Su antagonismo se originó al asumir un tipo de comportamiento desviado y enfermizo, que todavía continúa vigente, en un grado de extensión superlativa. Para usar una comparación ilustrativa diríamos, según la teoría astronómica del Big-Bang el origen del universo habría empezado con un gran estallido de la materia primordial, que al fragmentarse y expandirse por los espacios infinitos habría dado lugar a las galaxias, estrellas y todos los astros en movimiento, una especie de megacausa que puso en marcha la historia del cosmos. De la misma manera, de acuerdo a las fuentes bíblicas, Lucero, constituyó el origen primero del mal y la enfermedad, poniendo en ejercicio un patrón de conductas perturbador, una matriz psicopatológica, que proponemos denominar “Síndrome de Lucero” (SL).
Precisamente, los textos de la revelación bíblica que se refieren a este personaje se ocupan de individuos históricos en los cuales los autores detectaron el SL. Al comentar esos ejemplos concretos el escritor bíblico trasciende el caso y expone algunos detalles significativos del originador del cuadro. Por ejemplo, el profeta Ezequiel (28:14-19), al referirse al rey de Tiro, reconoce que era un hombre muy inteligente, capaz, que hizo una brillante administración, con notable éxito económico que llevó a Tiro a ser una de las grandes potencias de la antigüedad; pero esos logros extraordinarios lo hicieron caer en el SL.
Entonces el profeta, bajo la operación de la revelación divina, trasciende las circunstancias concretas e históricas para trasmitir cierta información de los orígenes remotos de esos comportamientos iniciados por Lucero. Este es su informe:
"Tu querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras de fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti" (28:14-17, VRV).
Descubrimos, pues, que Lucero era muy hermoso, perfecto y sabio, con privilegios especiales debido a el puesto de "querubín protector", que sería la máxima autoridad entre los seres angelicales. Pero, incomprensiblemente, su carácter se deterioró al adoptar una conducta orgullosa y autosuficiente. Entonces perdió sus prerrogativas y fue expulsado del cielo, continuando su tarea en nuestro planeta Tierra.
Por su parte, Isaías, amplía esos datos, al comentar la conducta del rey de Babilonia que también fue otra víctima del SL. El monarca, engreído por su brillante gobierno y progreso, que puso a su ciudad como capital del imperio más importante del mundo hasta ese momento, en un arrebato delirante de vanagloria personal intentó ser reconocido como un dios. El profeta, entonces, lo relaciona con el ángel orgulloso, diciendo:
"¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo (Isaías 14:12-14, VRV)
Encontramos, que en su afán exacerbado de superioridad, Lucero, quiso sobrepasar a Dios o desplazarlo del trono, para llegar a igualarse con el Ser infinito. "Subiré más allá de las nubes más altas", reza la versión Dios Habla Hoy. El resultado fue la "caída" y expulsión. "Los Padres (de la iglesia) han interpretado la caída del Lucero matutino (Vulgata, "Lucifer") como la caída del príncipe de los demonios" (BJ, 1978, 1073).
Elena de White (1955, 549), complementa el cuadro, en estos términos: "Abandonando el lugar que ocupaba en la presencia inmediata del Padre, Lucifer salió a difundir el espíritu de descontento entre los ángeles. Obrando con misterioso sigilo y encubriendo durante algún tiempo sus verdaderos fines bajo una apariencia de respeto hacia Dios, se esforzó en despertar el descontento respecto a las leyes que gobernaban a los seres divinos, insinuando que ellas imponían restricciones innecesarias". Desde entonces ha continuado su tarea de promoción de tales sentimientos enfermizos en todas sus víctimas, empeñado en una política de oposición a Dios; por eso cambió su nombre por Satanás, que significa en hebreo, "enemigo" o "adversario", o Diablo (calumniador, acusador), que es el vocablo griego usado en la versión de los LXX para traducir la palabra hebrea Satán.
Diagnóstico del Síndrome Lucero
Más allá de la historia y la realidad personal de Lucero, convertido posteriormente en Satanás (“adversario”) y el Diablo, se puede decir que fue el creador de un patrón de comportamientos perturbado y perturbador. Ese modelo de conducta fue el origen de todos los males y de todas las enfermedades, una matriz productora de todos los trastornos existentes, tanto psicológicos como físicos. Ahora, ¿cuáles son las características distintivas o signos, que definen ese cuadro patológico que hemos llamado "Síndrome de Lucero"?
La bibliografía bíblica mencionada reconoce, en primer lugar, una actitud desmedida de autoexaltación y soberbia, que alcanzó el delirio de grandeza (megalomanía) creyéndose un dios. Hay ciertas condiciones que favorecen esa conducta orgullosa, como ocupar posiciones elevadas en la política, en el deporte, en el ejército, en la vida económica, etc., además de tener éxito o logros importantes reconocidos en el medio social. En esas condiciones, el sujeto se siente como el más grande del mundo, alguien que nadie se le iguala y puede experimentar la tentación de que aún Dios es menos que él. No debe inferirse que todo aquel que ejerce cargos directrices u ocupa espacios importantes de poder, sufre el SL. Sólo decimos que quienes accedan a esos lugares tendrán más tentación de padecer el síndrome. Asimismo, esa ambición insaciable de poder y de ser reverenciado, va incrementándose aún cuando sea resistida por los otros por medio de consejos, exhortaciones y llamados al cambio. Igual como ocurrió con Lucero (White, 1955, 549s) se desoyen las advertencias, rechazándolas obstinada y pertinazmente, persistiendo en la conducta arrogante. Otro signo distintivo del SL es, cuando asumen cargos o posiciones relevantes, tienden a ser autoritarios, violentos, exigiendo de sus súbditos reconocimiento, devoción y un servicio incondicional.
El SL es un proceso que presenta dos etapas claramente diferenciadas, una de ascenso y otra de "caída". Debido a su ambición y cualidades superiores de inteligencia, belleza o capacidad de logros, el Lucero, se destaca, triunfa, despierta admiración, ascendiendo a la cúspide del éxito. Allí se siente un dios y actúa despóticamente. Pero, las fuentes inspiradas, aseguran que luego sobreviene la "caída", esto es, la pérdida brusca y notoria de los logros y privilegios obtenidos, cayendo en la ruina y el fracaso siendo objeto del comentario de la gente. Como aquel personaje de la mitología griega, Sísifo, que debido a su desobediencia fue condenado por los dioses a subir una gigantesca piedra a la punta de la montaña, sufriendo entonces la fatalidad que todo ese tremendo esfuerzo de subir hasta la cumbre se desvanecía en el mismo instante de llegar, pues la piedra rodaba aceleradamente hacia abajo. Así, ocurre con todos los que se sienten astros como Lucero.
Luego, ¿qué ocurre cuando llegan al abismo? El sujeto vive resentido, susceptible y rencoroso, en un estado de permanente enfado, criticando ácidamente a sus sucesores y las más leves faltas observables. Son los pleiteros, litigantes, aquellos que se instalan en un espacio de continuo reclamo y exigencia de reivindicación.
La historia está llena de seguidores de Lucero. El Génesis narra los orígenes del mal en la tierra, en la célebre crónica del Edén, cuando el enemigo de Dios utilizó la misma estrategia de inocular el microbio del SL a Eva y Adán, con la vieja fórmula, "seréis como dioses" (Gn.3:5). Otro ejemplo histórico notable fue el caso del rey Nabucodonosor, fundador del imperio babilónico. Orgulloso de sus conquistas y poder excepcional, se paseaba por los jardines colgantes de su capital, una de las maravillas del mundo antiguo, diciendo, "¿No es ésta la gran Babilonia que yo he edificado como mi residencia real, con el poder de mi fuerza y para la gloria de mi majestad?" (Dn.4:25, BJ). Sufrió una "caída" brutal y terrible. Durante siete años padeciendo un ataque de locura, viviendo como un animal en el campo, alimentándose de hierba "como los bueyes", sufriendo el "rocío del cielo", creciéndole "sus cabellos como plumas de águila y sus uñas como las de las aves" (versículo 30).
Tratamiento del Síndrome Lucero
El SL se observa en jugadores de fútbol, boxeadores y otros deportistas, en modelos, artistas y otros "ídolos" de la pantalla, en políticos, dirigentes, personas adineradas y quizás hasta lo descubra en usted mismo al leer el cuadro que aparece más abajo. Pero, la pregunta importante es, ¿tiene cura el SL? ¿Puede rehabilitarse quienes sufren la locura de Lucero? Sí, hay esperanza cuando se sigue las prescripciones del tratamiento adecuado. La Biblia, que es la fuente que descubrió la enfermedad, presenta una enorme cantidad de recetas con antídotos para ese mal (Proverbios 16:19; 29:23; Is.57:15; Mateo.18:4; Lucas.22:26; Romanos.12:3; Santiago.4:10; 1 Pedro 5:5). Por razones de espacio nos referiremos a una sola de ellas, que tiene varias prescripciones y constituye, a nuestro criterio, uno de los mejores remedios para el SL. Se encuentra en la epístola paulina de Filipenses 2: 1-11. Las recomendaciones son las siguientes:
1. Unanimidad: "Siéndoos todos del mismo sentir", dice el apóstol, es decir, teniendo la capacidad de empatizar con los demás, comprender las necesidades ajenas, manifestando un sentimiento de comunidad, gentileza y simpatía.
1. Humildad: El polo opuesto del complejo exacerbado de superioridad es la humildad. Comprende una percepción realista de sí mismo, reconociendo las debilidades y flaquezas. Implica saber dominarse a sí mismo, estar satisfecho con lo que se tiene, estimar las virtudes y valores que tienen los otros (vers.3).
1. Interés por los demás: "No mirando cada uno por los suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros" (versículo 4). Significa ejercitar el espíritu solidario, la bondad, la benevolencia y sentir como propias las necesidades ajenas.
1. Seguir el ejemplo de Jesús: Es el modelo más completo de vida pura, santa y sana. Es el ejemplo absolutamente opuesto al protagonizado por Lucero. Su historia de humillación y vaciamiento de sí mismo ha sido sintetizada por el apóstol Pablo en este bello y expresivo himno (versículos 6-10):
"El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos".
Criterios para el diagnóstico del Síndrome Lucero
1. Afán desmedido de superioridad por la ambición enfermiza de "ser como dios", expresado en conductas soberbias, grandilocuencia, narcisismo, gestos altivos, búsqueda de poder y notoriedad.
Son condiciones facilitadoras de este criterio:
1. ocupar altas posiciones de jerarquía (a nivel político, económico, en el ejército, etc.) y el éxito en los emprendimientos;
2.
3. ciertas cualidades personales superiores reconocidas por el medio social, como belleza física, inteligencia, habilidades de mando y otras asociadas a los parámetros de éxito en la cultura respectiva.
1. Afirmación progresiva del patrón de conductas del punto 1, desoyendo las advertencias de los efectos perniciosos de este proceder o argumentando en contra de ellas, hasta asumir una posición irreductible de rechazo, a la vez que se instala el delirio de grandeza divina (megalomanía mística).
1. En tanto ocupan cargos o posiciones relevantes, tienden a asumir conductas autocráticas, sádicas, eliminar toda oposición y una búsqueda incesante de elogio, reverencia y sumisión total.
1. Los criterios anteriores son fases de un proceso que culmina en la "caída", esto es, pérdida brusca y notoria de los logros y privilegios obtenidos, con amplio reconocimiento y repercusión social, haciendo atribuciones de ruina y fracaso.
2. Posteriormente a la "caída", el sujeto manifiesta conductas litigantes, crítica social corrosiva y exigencias de reivindicación, con altos montos de resentimiento sobre un fondo permanente de enfado.
Referencias bibliográficas
Biblia de Jerusalén (1978). Desclée de Brouwer, Bilbao, España (se abrevia, BJ).
Dios Habla Hoy (1979). La Biblia Versión Popular. Sociedad Bíblicas Unidas (abreviada, DHH).
La Santa Biblia (1960). Versión Reina Valera, revisión de 1960. Sociedades Bíblicas Unidas.
Nelson W. (1978). Diccionario Ilustrado de la Biblia. Editorial Caribe, Miami, EEUU.
White E.G. de (1955). Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos. Casa Editora Sudamericana, Bs. As.
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