lunes, 25 de abril de 2011

El Dios es de cada Uno

El dios de cada uno. Por qué la neurociencia niega la existencia de un dios universal
Autor: Francisco Mora
Ficha editorial: Editorial Alianza. Madrid, 2011 (296 páginas)

La idea de la existencia de Dios o de un ser que nos transciende ha sido tratada de manera recurrente a lo largo de la historia. Son los griegos los primeros que utilizaron la razón para evaluar y elaborar un juicio crítico sobre el universo material y el mundo trascendente. Más tarde, este análisis crítico se amplió y profundizó a partir de la época de la Ilustración, llegándose al convencimiento, bajo un punto de vista filosófico, de que la existencia de Dios quedaba bastante comprometida, y así ha continuado esta historia hasta hoy en día y en ese caminar entre "dudas razonables" y "certezas emocionales" nos llega una nueva visión del problema desde las ciencias del cerebro, y de eso es precisamente de lo que trata el último libro del Profesor Mora 'El Dios de cada uno' que ha editado Alianza editorial recientemente. Alrededor de las ideas de este libro me gustaría hacer algunas reflexiones. Es, desde luego, el libro más personal y arriesgado de todos cuantos ha escrito el profesor Mora y también la consecuencia lógica de todos ellos. El profesor Mora, en su libro, asimila los conocimientos acumulados hasta el presente sobre la existencia de Dios, pero da una importante vuelta de tuerca al considerar la neurociencia como herramienta investigadora, es decir, aporta un punto de vista neurobiológico.

La distribución temática del libro hace que éste quede expuesto de una manera clara y diáfana. El libro consta de una primera parte formada por tres capítulos, un cuarto capítulo bisagra y los cinco restantes, en donde se expone el desarrollo de la perspectiva crítica actual. El libro termina con un décimo capítulo, de agradabilísima lectura, acerca de la opinión de relevantes científicos sobre la idea de Dios.

En la primera de ellas se describe la aparición en la evolución humana de una primigenia época mágica. Las potencias naturales son divinizadas, lo que desembocara en el politeísmo, formula religiosa ampliamente representada en multitud de pueblos en toda la historia de la humanidad. A continuación aparece en Egipto, durante el reinado del faraón Akhenaton, el monoteísmo, la existencia de un Dios único, encarnado por el sol; Ra. Esta etapa monoteísta duró bastante poco, pero no desapareció por completo, ya que fue asimilada por el pueblo de Israel, aunque el Dios judío, creador de todo el universo y también del hombre, era además dueño de su destino con capacidad de otorgar y castigar. Todas estas creencias (politeístas y monoteístas) se acompañan de una serie de ritos característicos que aseguran un cierto grado de cohesión social y de identidad perteneciente a un pueblo por parte de la comunidad de creyentes. Todas las religiones y, como no, la cristiana, van ligadas a una serie de líderes, intermediarios entre la tierra y el cielo, que aseguran un conjunto de conductas religiosas apropiadas para todos. El autor destaca a Abraham y Moisés (del que se discute si fue un personaje real o mítico), también comenta el autor las probables diferencias entre el Dios de Abraham y el de Moisés. Otros personajes bajo discusión son; San Pablo, San Francisco de Asís y Santa Teresa de Jesús, destacados por su importancia dentro del cristianismo, así como por su mensaje que pudiera haber estado matizado por la presencia de diversas patologías como demencia frontotemporal o crisis epilépticas ligadas a crisis de misticismo. Sin embargo, son los ilustrados, como John Locke, David Hume y sobre todo Kant, los que, utilizando la vía de la razón, llegan por el camino de la filosofía a negar la posibilidad racional de alcanzar un conocimiento de Dios.

Sin duda, los capítulos más densos del libro son los que hacen referencia a la evolución biológica y a la clara concepción, ya desde Charles Darwin, de que Dios o ningún Dios es necesario para explicar el origen del hombre. El hombre es la consecuencia de un proceso evolutivo aleatorio junto con las demandas y determinantes ambientales que se han sucedido a lo largo de millones de años. La neurociencia cognitiva ha añadido que la estructura cognitiva del cerebro humano construye la idea de Dios y todo lo "divino" y sobrenatural, de la misma manera que se construye cualquier otra idea.

Al ser humano, desprovisto de Dios, le queda el sentido de la religiosidad, que no religión, entendido como un diálogo mantenido con sus estratos más profundos. Como ya dijimos, en el capítulo diez se comenta la relación existente entre diversos científicos y la creencia en Dios. Básicamente, la mayoría de ellos se revelaran como no creyentes, aunque Einstein considera que el sentido de religiosidad es algo fundamental en el hombre. Otros son más explícitos al considerarse no creyentes como Francis Crick o esencialmente creyentes como John Eccles.

Básicamente, el libro nos viene a plantear que tras la desaparición de Dios queda un vacío que puede ocuparlo el sentido de la religiosidad. Ya lo decía nuestro escritor Enrique Jardiel Poncela en su novela 'La tournée de Dios': Se puede no tener fe y, no obstante, llevar arraigado, letal, innato e inconmovible el sentido de lo religioso.

Mientras no sepamos relacionar nuestra base emocional (hay que tener en cuenta que el hombre es un ser eminentemente emocional y no racional) con la racional tendremos que seguir caminando con nuestro sentido de la religiosidad y con la inexistencia de Dios, el primero de ellos emanado de nuestra base emocional y el segundo de la razón.

El libro se completa con un excelente glosario muy útil para todos, así como de una extensa bibliografía en donde el lector puede organizar su búsqueda de una manera personalizada. En definitiva, un buen libro informativo y formativo de muy recomendada lectura que combina enseñanzas filosóficas, religiosas y neurocientíficas. Este libro también proporciona indicaciones a seguir frente a la desaparición de Dios de nuestro altar de la razón y que a nuestro cerebro le puede originar un miedo al vacío cósmico que esto pueda representar. ¿Cuál es pues el sentido último de la existencia del hombre? Se pregunta Mora. Dejo la contestación que da el mismo Mora en el epílogo del libro a la lectura de los propios lectores. Como dijo Blaise Pascal hace más de trescientos años: Le coeur a ses raisons que la raison ignore.

Ángel Luis Peña Melián
Facultad de Medicina Universidad Complutense de Madrid

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