lunes, 25 de abril de 2011

La Ansiedad que nos Pierde : La Falta de Sentido

LLEVA CINCO AÑOS 'LIMPIO' Y AHORA AYUDA A OTROS ADICTOS
Pedro García: "Era campeón del mundo, oro olímpico... y cocainómano"
R. F. · Madrid Los chicos de oro del waterpolo español, esa selección que pisó todos los podios posibles y encontró como eclosión definitiva el título olímpico de los Juegos de Atlanta’96 escondía otro juguete roto además del fallecido Jesús Rollán. Por fortuna, el desenlace de Pedro García (Madrid, 1969), otro de los titulares, ha sido radicalmente distinto. El jueves publicó el libro Mañana lo dejo en el que narra con realidad los 14 años que estuvo enganchado a la cocaína.

“Comencé a esnifar cocaína en el año 90, después de los Juegos de Seúl”, relataba en una entrevista en La Vanguardia. Al polvo blanco llegó luego de los coqueteos con el alcohol con 15 años primero en Madrid, luego en Barcelona adonde se marchó con 17 años para jugar en el Catalunya. Su consumo era exclusivamente social en los inicios. “Nunca consumí para rendir más. Era por diversión: cuando acababa una competición lo celebraba, aunque no hubiera nada que celebrar. A partir de 1998 estaba tan enganchado que consumía jueves y viernes, el sábado ponía una excusa para no entrenarme y el domingo iba al partido”.
En su lucidez, García hacía parones antes de las pruebas importantes para no dar positivo en los controles antidopaje. Fue un milagro, pues el waterpolo español en los noventa atravesó una década sobresaliente, con continua presencia en competiciones internacionales que lo exigían. Fue campeón y subcampeón olímpico (Barcelona’92), campeón del mundo (1998), subcampeón en otras dos ocasiones (1991 y 1994). “Antes de los Juegos de Barcelona levanté la mano porque sólo con que uno diera positivo, nos echaban a todos”.

El éxito llamaba a su puerta continuamente, pero, al mismo tiempo, una sensación de desánimo le embriagaba. “Como ya era un adicto, cuando no consumía me sentía gris y me deprimía. Inventaba cualquier mentira para seguir consumiendo”.

La confesión
Toto, como le llamaban en el equipo, comenzó a ganar la batalla cuando asumió su enfermedad y la confesó. Primero lo hizo al equipo. “Les dije: Tengo un problema, salgo por la noche y, si bebo, no sé parar y entonces consumo otras sustancias”. “Entonces, los entrenadores se asustaron”, contaba en la entrevista. “y decidieron que me harían controles privados. Sólo si los pasaba podría jugar. Los pasé todos”. Aún era el año 92.

Posteriormente, su vida familiar se arruinó. “Estuve casado cuatro años, tuvimos una hija, Claudia. Yo seguía saliendo hasta que una noche salí y no volví en tres días. Le dije a mi mujer que no podía parar la fiesta. Discutimos. Así que decidí abandonar a mi mujer, de 28 años, y a mi hija, de ocho meses, pensando que era lo mejor para no hacerlas desgraciadas”. Otra relación rota, con otra hija por medio, le condujo al Marenostrum, la clínica de rehabilitación en la que se arrojó al vacío Jesús Rollán hace dos años. “Ingresé con él. Era mi mejor amigo. Su suicidio fue durísimo para todos”. Al guardameta de la selección española, que según confiesa sirvió junto a él de tapadera para disimular la relación que la Infanta Cristina sostenía desde antes de los Juegos de Atlanta con Iñaki Urdangarín, le dedica un capítulo.

Era 2003. “Ya no podía culpar a nadie de mis desastres: ni al seleccionador que me echó ni a mi mujer. Yo era el único culpable. Ingresé”. En la clínica, en la que ahora colabora como terapeuta de adicciones, chocó abruptamente con la realidad. “Me dijeron, ¿quién eres?” “Yo soy Pedro García, el campeón olímpico”. “No, Pedro tú eres un adicto, un alcohólico y un cocainómano”. “Y tú un hijo de puta, contesté llorando. Pero sabía que tenían razón”.

Cuando se rehabilitó, trabajó de conserje en un hotel. Un día, un botones, le espetó: “Tanta medalla para acabar aquí”. “No, tanta medalla para empezar aquí”, dijo. Supo entonces que estaba curado.

El libro, de 160 páginas, lo define como una “historia de superación”. Luego reflexiona sobre la falacia que existe por el consumo de la droga social más extendida en este país. “Con la coca, España siempre va bien. Vives una mentira hasta que se hace insostenible. La coca te vuelve irreflexivo”.

García cuenta como reflexión final que sin la cocaína “hubiera disfrutado mucho más del waterpolo, que era lo que más me gustaba en la vida”

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