jueves, 14 de abril de 2011

La Mentira de la Igualdad

La mentira de la igualdad: ¿y si Einstein era un burro? Opinión | Bachillerato | Excelencia | Aguirre | segregación
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BIOGRAFÍA
Federico Quevedo, nacido en Hamburgo (Alemania) en 1961, licenciado en Ciencias de la Información, está casado y tiene 4 hijos. Quevedo ha realizado su carrera profesional en medios como Radiocadena Española, Antena 3 Radio, Europa Press, La Gaceta de los Negocios, Actualidad Económica... Además es colaborador de Telemadrid, Popular TV, 'La Mañana' y 'La Linterna' de La Cope y 'El Gato al Agua' en Intereconomía. Autor de los libros 'Pasión por la Libertad' sobre el pensamiento político del ex presidente Adolfo Suárez, y 'El Negocio del Poder' junto al periodista Daniel Forcada.POST ANTERIORES
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29 Comentarios
Federico Quevedo - 14/04/2011
Uno de los mayores males, uno de los dogmas más perversos que las ideologías totalitarias han aportado, desgraciadamente, a la convivencia, es ese según el cual todos somos iguales, y eso se traduce en que no debe ni puede haber oportunidades diferentes para unos y para otros. Vaya por delante que yo creo en la igualdad de oportunidades, pero es evidente que la igualdad se rompe en el momento en el que el aprovechamiento de esas oportunidades no es el mismo por parte de todos. La izquierda, sin embargo, se empeña en forzar esa igualdad hasta el absurdo, y lo hace impidiendo y poniendo obstáculos a aquellos que por sus capacidades intentan sobresalir.

El dogma de la igualdad tiene como consecuencia que en una sociedad democrática como la nuestra aquellos que poseen más recursos pueden explotar sus capacidades mediante el acceso a la iniciativa privada, mientras que la inmensa mayoría se tiene que aguantar porque el modelo educativo progresista, que es el que existe en nuestro país desde casi la instauración de la democracia, coarta el derecho de los alumnos a que se tengan en cuenta sus capacidades y se exploten adecuadamente, en beneficio no sólo individual, sino colectivo. Dicho de otro modo, si Albert Einstein hubiese sido un hijo de la LOGSE nunca habría llegado a ser el padre de la Teoría de la Relatividad, porque nuestros progres patrios se lo habrían impedido por la fuerza del dogma de la igualdad… ¡Cómo se le podría ocurrir a don Alberto ser más listo que los demás!

No deja de ser curioso, sin embargo, que fuera en la patria del socialismo real, en la extinta Unión Soviética y el resto de sus satélites, especialmente la República Democrática Alemana, donde las autoridades comunistas pusieran en práctica políticas elitistas en casi todos los órdenes de actividad humana, con el agravante de que allí sí que se propiciaba eso que aquí algunos han llamado demagógica y sectariamente apartheid escolar. Porque al contrario de lo que aquí se ha propuesto por parte del Gobierno de Esperanza Aguirre, lo que hacían los soviéticos era crear castas de superdotados para la ciencia y el deporte especialmente, aunque también ocurría en otras disciplinas.

En España hubo un momento en el que nuestras autoridades se dieron cuenta de que sin necesidad de llegar a ese extremo y sin generar exclusividades, la única manera de conseguir que en la práctica deportiva nuestro país empezara a tener éxitos era, precisamente, explotando las habilidades de los más capaces y se creó el Programa ADO, gracias al cual en algunas disciplinas hemos conseguido llegar a la élite deportiva. Supongo que los mismos que hablan de apartheid escolar pensarán que eso ha significado crear un apartheid deportivo y ahora abogarán por suprimir esos programas y evitarnos la desagradable experiencia de observar cómo unos atletas que son mejores que nosotros nos restriegan por las narices sus medallas olímpicas, símbolo de la desigualdad social.

Se trata de poner al alcance de la inmensa mayoría una posibilidad que hoy por hoy está reservada a los más pudientes, y que además va a servir para que los propios alumnos vean esa posibilidad como un incentivo a sus estudios, lo que previsiblemente debería de contribuir a mejorar las medias colectivas
Lo que ha propuesto Esperanza Aguirre poco o nada tiene que ver con lo que el comunismo explotó en los países en los que experimentó la práctica del socialismo real, pero no deja de ser curioso el ataque coordinado de los apóstoles del Pensamiento Único, de los moralistas del relativismo y de la legión de serviles plumillas de la izquierda a una iniciativa que, vaya por Dios, resulta que el propio Partido Socialista había incluido en su programa electoral de las últimas elecciones, tal cual la ha desarrollado el Gobierno regional de Madrid.

Es probable que nuestros queridos colegas afectos a la causa progresista no se leyeran aquel programa, pero no deja de resultar chocante que entonces no se acusara al PSOE de querer crear castas, de apostar por la segregación y el elitismo, de recuperar el ‘pelotón de los torpes’, etcétera, etcétera. No, miren, creo más bien que la postura de estos gregarios de la Uniformidad tiene más que ver con el sentido mismo de la Ideología Relativista que empaña todo su hacer y decir, según la cual las cosas no son buenas o malas, mejores o peores, en sí mismas, sino dependiendo de las circunstancias y de quien o quienes estén detrás de ellas. Es decir, una guerra es buena si la hace el PSOE y mala si la hace el PP, y un bachillerato de la excelencia es una idea buena si se le ocurre al PSOE, y mala si se le ocurre a la derecha.

Verán, en el fondo subyace también cierta envidia por una iniciativa que tiene mucho de componente social y nada de elitismo o exclusividad. Se trata, como decía al principio, de poner al alcance de la inmensa mayoría una posibilidad que hoy por hoy está reservada a los más pudientes, y que además va a servir para que los propios alumnos vean esa posibilidad como un incentivo a sus estudios, lo que previsiblemente debería de contribuir a mejorar las medias colectivas.

Es verdad que en la vida estamos todos juntos, listos, tontos, feos, guapos, altos, bajos… pero también lo es que no todos llegamos a ser Cristiano Ronaldo por mucho que nos guste jugar al fútbol, que no todos los altos pueden ser Pau Gasol y jugar en Los Ángeles Lakers, que no todos a los que les gusta escribir acabarán siendo Camilo José Cela, que hay unos que se quedan en la ventanilla del banco y otros que llegan a presidente incluso empezando desde el puesto de botones -acuérdense de Alfonso Escámez-, que a casi todos nos gustaría ser ricos pero solo uno se llama Emilio Botín… Y también lo es que esos que por sus habilidades y sus capacidades llegan más lejos tiran del carro de todos los demás, nos producen una sana envidia y los consideramos como parte de nuestro patrimonio como país porque de alguna manera nos representan y enriquecen nuestro capital humano. Fomentarlo es una medida inteligente. Evitarlo, criticarlo y obstaculizarlo es una estúpida cabezonería producto del empeño progresista por hacer valer su falsa superioridad moral.

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