Se imaginan que Rafa Nadal hubiera nacido en un país en el que su talento hubiera pasado desapercibido? O peor aún: ¿se imaginan que se hubiera descubierto su talento pero que en aquel país no existieran ni los centros de alto rendimiento (CAR), ni los maestros, ni los médicos, ni las instalaciones, ni los mecanismos que le han permitido desarrollarse hasta convertirse en el mejor jugador de tenis del mundo? ¿Y se imaginan si hubiera pasado lo mismo con Xavi, Iniesta, Pau Gasol o todos los campeones del mundo en las diversas disciplinas individuales o de equipos?
No hace mucho, los triunfos internacionales de los deportistas españoles eran escasos. Todavía recuerdo a los comentaristas de TVE explicando que España no había conseguido medallas, pero había obtenido cuatro diplomas olímpicos, “que son casi como medallas…”. Una manera burda de disfrazar la realidad cuando se cosechan fracasos. Una manera que ya no es necesaria porque hoy se consiguen medallas en múltiples disciplinas. ¿Qué ha cambiado? ¿El talento innato? ¡No!: desde un punto de vista genético, los españoles de ahora son casi idénticos a los de entonces (digo casi porque la inmigración ha aportado savia distinta). Lo que ha cambiado es que ahora existe un sistema que identifica a los jóvenes de más talento y se han construido centros – llámense CAR deportivos o Masías- donde los deportistas que más prometen tienen acceso a los mejores entrenadores, médicos especialistas, tecnologías superiores y becas. El éxito de esta política deportiva es innegable.
Al mismo tiempo que nuestros jóvenes deportistas triunfan en todo el mundo, nuestros jóvenes no deportistas se enfrentan a una situación trágica, con tasas de paro de hasta el 50%, salarios ínfimos, productividad bajo mínimos, precariedad extrema y una manifiesta incapacidad de innovar, investigar o competir en el mercado laboral internacional. Claramente el sistema educativo no funciona para ellos y yo me pregunto: ¿Cuántos de estos jóvenes que hoy día están en el paro o trabajan a cambio de un salario ridículo tenían el talento innato para ser un Rafa Nadal oun Xavi de las ciencias, las matemáticas, las artes, la economía, la medicina, la informática o la ingeniería? La verdad es que sólo de pensar en la respuesta me entran escalofríos.
La comparación entre los éxitos deportivos y el fracaso educativo nos lleva a pensar en una posible solución: imitando lo que se ha hecho en el mundo del deporte, ¿por qué no crear centros de alto rendimiento científico para los jóvenes de más talento? Esa es, precisamente, la idea que tuvo la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, cuando propuso la creación de un centro de excelencia al que acudirían los jóvenes con mejores notas de su comunidad. ¡Bravo, presidenta!
Esa es una de las cosas que se necesitan.
No hace falta decir que la guardia pretoriana del papanatismo progresista español no tardó en saltar a la yugular de la presidenta con su tradicional letanía de simplezas populistas y acusó a doña Esperanza de ser una clasista, de querer introducir un sistema de castas, de perpetuar las desigualdades sociales… y toda una constelación de tonterías que repiten cada vez que alguien propone soluciones al problema de la educación en España. Curiosamente, toda esa gente que detesta la idea de los CAR educativos acepta sin rechistar los CAR deportivos. ¿Por qué? Pues supongo que deber de ser porque la educación de los jóvenes les importa un comino y lo único que importa es… ¡el deporte! Eso, o bien porque su ideología igualitarista que prima la igualdad por encima de todo les impide ver que sólo se puede conseguir que los niños más lentos corran al mismo ritmo que los más rápidos reduciendo la velocidad de todos y, por lo tanto, impidiendo que los rápidos desarrollen todo su potencial.
Crear centros de alto rendimiento para matemáticas, ciencias o arte no significa que los jóvenes con menos talento sean dejados de la mano de Dios. No. A esos también hay que ayudarlos a desarrollar todo su potencial. Pero lo cierto es que eso no se puede lograr a base de frenar el progreso de los jóvenes con más talento.
Los críticos dicen que los CAR perpetuarían las diferencias sociales. Eso no es verdad porque los niños con más talento no son los más ricos. No lo son en el fútbol y tampoco lo son en las ciencias o las artes. Si los CAR educativos se modelan a imagen de los deportivos, la entrada se regulará basándose en el talento del joven y no en el estatus social o económico de los padres. De hecho, es la situación actual la que perpetúa las diferencias sociales: los niños pobres van a las escuelas públicas igualitarias donde no pueden desarrollar todo su potencial mientras que los niños ricos con talento pueden desarrollarlo estudiando en EE. UU. ¡El mundo al revés!
El problema de fondo es que el sistema educativo español persigue unos objetivos equivocados. El objetivo no debería ser que todos los jóvenes completen los estudios y los completen al mismo ritmo sino el que todos los jóvenes puedan desarrollar todo su potencial. Nuestros líderes hablan constantemente de fracaso escolar refiriéndose a los jóvenes que no completan los estudios. Nadie piensa nunca en los miles de Rafa Nadal o Xavi de las ciencias y las artes que tienen la mala suerte de haber nacido en un país que no ha sabido detectar su talento. O lo que es peor, que viven en un país que ha sabido detectarlo pero no ha hecho nada para desarrollarlo. Ese es el verdadero fracaso escolar.
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Hace 6 años
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