sábado, 26 de junio de 2010

El efecto Pigmalion

El efecto Pigmalión

En su libro Las metamorfosis, Ovidio escribió el mito de Pigmalión, antiguo rey de Chipre que en lugar de buscar una esposa que le diera descendencia, se pasaba los días trabajando en esculturas de marfil que representaban a hermosas mujeres. Pigmalión se enamoró de una de sus creaciones, que bautizó con el nombre de Galatea. La admiraba día y noche; sufría porque ella no era más que una fría estatua de marfil. Pero la diosa del amor se compadeció del miserable Pigmalión y convirtió a Galatea en una mujer de carne y hueso. Ahora imagine que usted es una estatua. Puede ser siempre de marfil, pero si alguien cree y espera que cobre vida, muy probablemente lo hará. Esto es lo que en psicología se conoce como efecto Pigmalión.

Muchas veces el éxito o fracaso depende de las expectativas que los demás ponen en nosotros. Supongamos que tiene un jefe que lo subestima. No importa cuánto se esfuerce, nada parece ser suficiente para él. Nunca pierde oportunidad para ponerlo en ridículo. Al hombre, simplemente, le encanta exhibir su maestría en las artes de la prepotencia. Usted, como es de esperarse, siente que cada jornada laboral es una tortura, pierde la motivación, lentamente se convierte en lo que su jefe había pronosticado. Tal vez renuncie pensando que es un bueno para nada. Pero esto no es necesariamente cierto.

En 1968, el Dr. Robert Rosenthal, reconocido investigador de la Universidad de Harvard, dio a conocer los resultados de un experimento bautizado como “Pigmalión en el aula”. Poco antes de que iniciara el ciclo escolar, se le informó a un grupo de profesores de primaria que algunos alumnos de nuevo ingreso habían obtenido niveles sobresalientes en sus pruebas de inteligencia. Asimismo, se les advirtió que no se dejaran llevar por las apariencias, ya que aunque parecieran ser chicos muy normales, en realidad estarían tratando con auténticos genios. La verdad era que los supuestos alumnos brillantes, no eran más que niños comunes que habían sido elegidos al azar.

A lo largo del año escolar, los profesores le brindaron especial atención a las presumibles lumbreras. Dichos alumnos mejoraron su rendimiento enormemente, su autoestima se vio fortalecida y se mostraron participativos y entusiastas durante las lecciones. De hecho, por increíble que parezca, su coeficiente intelectual se elevó algunos puntos.

El efecto Pigmalión tiene una explicación científica: cuando alguien confía en nosotros y nos lo hace saber, el sistema límbico acelera la velocidad del pensamiento, incrementa la lucidez y la energía; favorece nuestra capacidad de atención, la eficacia y la eficiencia.

Las profecías tienden a cristalizarse cuando hay un fuerte deseo que las impulsa. Del mismo modo que el miedo tiende a provocar que se produzca lo que se teme, la confianza en uno mismo, aunque sea contagiada por un tercero, puede darnos alas. Pero también existe la auto motivación. No es necesario que alguien más nos diga que somos capaces de alcanzar nuestros anhelos para que así sea. Los pensamientos positivos atraen cosas buenas y viceversa. Lo semejante atrae a lo semejante. Esta es la ley de la atracción: el secreto está en nuestra mente.

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