domingo, 27 de junio de 2010

Trato Personalizado

Es una palabra de apenas dos letras, pero muchos son incapaces de pronunciarla. Decir «no» a los hijos parece la asignatura pendiente de los padres de hoy, incapaces de inspirar autoridad. Si no se reacciona a tiempo, el resultado puede degenerar en un pequeño dictador


A más de un padre se le ha escapado este comentario: «Qué pena que no vengan con manual de instrucciones. Si hubiera sabido que era tan complicado...». Impotentes e incapaces. Así se ven muchos para «meter en cintura» a sus hijos. Y si intentan comprar el respeto del niño, termina siendo peor el remedio que la enfermedad, que hasta tiene nombre: «síndrome del emperador», una expresión cada vez más utilizada por los psicólogos. ¿Los síntomas? La propia denominación lo dice. El niño se vuelve un tirano, un consentido y un prepotente, hasta hacerse el rey de la casa. Ahora bien, ¿qué ha ocurrido hasta llegar a esa situación?
«El nivel de autoridad hoy es cero», afirma con rotundidad la psicóloga Isabel Menéndez Benavente, experta en comportamiento infantil y juvenil. «Hay un movimiento pendular en todos los ámbitos. Del autoritarismo, “la letra con sangre entra”, se ha pasado a una permisividad extrema: no se puede tocar al niño porque le podemos causar un trauma», añade. Así, el cambio que se ha producido en los últimos quince años ha sido «brutal».
Y es que parece que la palabra «autoridad» produce alergia. La psicóloga recuerda que el vocablo «viene del latín “augere”, que significa “ayudar a crecer”. Ésa es la forma de que nuestros hijos tengan un camino y unos límites». Pero los expertos no creen que ésta sea la tónica. Los padres parecen perdidos y desconcertados. «Tienen un hijo como quien tiene un coche: sólo para exhibirlo, o como un bien material. Hay una falta de afecto real», dice Menéndez.

Y por supuesto, el adverbio «no» también está ausente de su vocabulario. La experta defiende que los padres «son padres, no colegas de sus hijos. Y éstos se les van a alejar en la adolescencia». No es raro ver hoy cómo niños de 8 años piden de regalo un ordenador portátil y un teléfono «y se les concede. Muchas veces incluso en familias humildes, que han de hacer sacrificios económicos enormes». El resultado es el de un niño «lleno de cosas, pero sin un tiempo de calidad con sus padres».
«Hay dos problemas: falta autoridad y capacidad de disciplina, pero hay una sobreprotección», asegura el psicólogo Javier Urra. «Estamos creando una sociedad algodonosa. No hacemos que los niños acepten la frustración, que se eduquen en la duda, el conflicto, que se enfrenten a esos problemas. No se les puede meter en una urna de cristal», sostiene, pues, de ser así, «serán jóvenes victimistas, que esperarán que la ayuda les venga de fuera». Entonces, ¿cómo impedir que un hijo degenere en un pequeño dictador? «Hay que tener autoridad moral, ser un adulto, transmitir unos criterios esenciales y que el niño se socialice», argumenta Urra, que considera vital educar al menor «en el respeto a uno mismo, a los demás y a los mayores». También debe usarse el «sentido común y la inteligencia emocional, ser empático y tener habilidades sociales», dice Benavente.

«Mañana lo agradecerá»
Y por supuesto, recurrir al castigo que, al final, «es decirle al niño: “Te quiero, y por eso vas a venir a casa a esta hora, o vas a recoger tu habitación”», afirma Urra. ¿Y cómo ha de ser la sanción? «Coherente e inmediata. Y una vez impuesta, que se cumpla. El niño no lo entenderá hoy, pero lo agradecerá mañana». En este sentido, una encuesta elaborada por el CIS reflejaba que el 56,4% de los padres creía que gracias a los castigos «sí que se podía lograr algo». Y seis de cada diez eran partidarios de un «azote a tiempo» para evitar problemas mayores. Ahora bien, un 79,2% abogaba por premiar los buenos comportamientos antes de dar un cachete.

«¿Castigos físicos? Jamás», afirma Benavente. «Pero no pasa nada por dar un cachete en el culo. ¿Qué diálogo puedes tener, por ejemplo, con una niña que se asoma a la ventana cada dos por tres? No se trata ni de dar un bofetón ni de humillar», puntualiza. Así se ha llegado a un aumento de las «denuncias a los padres. Hay madres a las que sus hijos les dicen: “Cómo me digas algo, te denuncio por maltrato psíquico o físico”».

Desgraciadamente, lo que cada vez son más frecuentes son las agresiones de hijos a padres. Javier Urra afirma que la Fiscalía ha recibido 8.000 denuncias en un año. «Son una muestra de la permisividad, y también del sentimiento de culpabilidad de los padres, que tratan de comprar el cariño de los hijos». Es la consecuencia más amarga de tener en casa a un emperador menor de edad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario