sábado, 26 de junio de 2010

La Fortaleza se Aprende y cultiva

EDUCAR EN LA FORTALEZA
Ayer mismo me lo comentaba el padre de Jaime: “Le digo que no, y él entonces me insiste sin parar. Se vuelve tan plasta que al final… se sale con la suya”. Muchas veces ocurre que nosotros, padres y educadores, vemos claro lo que conviene y lo que no a los hijos. Si ellos no lo ven claro acabarán utilizando todo tipo de artimañas para intentar convencernos. Cuando la tensión se convierte en algo insostenible suelen llegar los gritos y las discusiones; en otros casos acabamos cediendo por derribo. ¿Cómo enseñarles a ser fuertes?

Desde pequeños es bueno habituarles a que no se dejen dominar por los caprichos. Maite me comentaba que una de las debilidades de su hijo es el ketchup. A la que puede lo acompaña todo con la salsa de tomate: patatas, carne, verdura… incluso el pan. Llegó un momento en que le dijo ¡basta! Y no sólo eso, sino que durante un tiempo, a la hora de comer, le ponía el pote delante sabiendo que no podía hacer uso de él. Poco a poco el hijo de Maite aprendió a prescindir de algo que él mismo se había creado la necesidad. Eso sí, cuando le dejan probar el ketchup, disfruta como nunca.

Sin llegar a casos extremos, se puede probar en renunciar a cosas que sin ser malas, el hecho de prescindir de ellas ayudan a fortalecer la persona. Cuando uno está habituado en ello, al llegar las adversidades, se resisten mucho mejor.

Cuando llegan los problemas los hijos esperan que sus padres sean quienes los resuelvan. Dependiendo de la situación, es mejor que sean ellos los que los resuelvan. “El profesor ha corregido mal el examen de lengua”, pues que el alumno vaya a verle sin ser el padre el que llame por teléfono, “jugando a pelota ha roto el cristal de la ventana del vecino”, pues que vaya a pedir disculpas asumiendo el coste de la reparación, “se ha olvidado la mochila en el tren”, que llame a la central preguntando cómo recuperarla… y así infinidad de situaciones que se presentan día tras día.

Enfrentarse a la toma de decisiones, asumiendo la responsabilidad de los propios acuerdos, ayuda a fortalecer el ánimo y a madurar. Sin olvidar que, detrás de los hijos, siempre ha de haber el respaldo de los padres para orientar adecuadamente

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