lunes, 7 de junio de 2010

La Espiritualidad , La Persona y El Psicoanalisis

El psicoanálisis ha considerado y situado siempre los fenómenos místicos dentro de la terminología narcisista, pero desde mi punto de vista y siguiendo las afirmaciones de Rafael Redondo en su escrito Regresión o Trascendencia, la versión descrita del acontecer espiritual no deja de ser reduccionista. Es comprensible si se considera la racionalidad, o racionalizar (mecanismo de defensa en el que se basa el psicoanálisis), el punto cumbre de la evolución humana. De ahí que para tal versión sea inconcebible una experiencia superior al ámbito del entendimiento, y la vida psíquica llamada normal, se vea limitada al ámbito de la percepción intelectivo-racional, siendo considerada como neurótica, o incluso, psicótica, cualquier desviación del contexto de tal expresión.
La tendencia generaliza, ya actual y afortunadamente desbancada por minorías menos expuestas, de establecer una visión de la psique hacia abajo o en vertical, limitando el inconsciente a lo no comprendido o prejuzgado, se desactiva por su ineficacia en el tratamiento y en lo prolongado en el tiempo, para que surja la necesidad de la búsqueda de integración de lo prejuzgado con lo no visto en positivo, con la búsqueda a las tinieblas con la compañía de una luz, que se puede visionar fuera del tiempo y del espacio, inherente al ser humano, en el ser humano. Se trata de una supraconsciencia, originaria y auténtica, que hace que nuestro cuerpo funcione y nuestro organismo inhale o parpadee como ejemplos simples. Es una sabiduría innata e interna, que facilita el proceso, pues que comprende (no intelectualmente, puesto que no puede justificar, ni teorizar, solo narra). Como bien señalaba Aurobindo en su tiempo:
“La psicología contemporánea se ha percatado también de la importancia del subconsciente y de la necesidad de depuración; sólo que no ha visto sino la mitad del cuadro, el subconsciente sin el supraconsciente (…) No se puede curar si no se llega hasta el fondo y no se puede curar si no se llega hasta el fondo y hasta arriba. Mientras más se quiere descender, más se necesita una luz poderosa, de lo contrario se hace uno engullir”.
Tampoco podemos aceptar la psicología en horizontal, que presupone la fragmentación de la psique del individuo, sin unificación. Será el ámbito intelectual que recorrerá el eje horizontal sin parada resolutiva en ningún sitio. Sería necesario el cambio al vertical y más hacia arriba en un principio para no centrarnos tanto en la patología y sí más en la luz, para fortalecer el Ser y más tarde recorrer lo oscuro. La práctica de la concentración en el lóbulo frontal derecho para el izquierdo y en el centro una vez conseguida cierta destreza (la glándula pineal), predispone al individuo hacia el aprendizaje. Es el Trypura Sundari de los Hinduistas y la Gota de conciencia de la cabeza , la Compasión y la Conciencia del budista tibetano o el dispositivo que nos permite alcanzar el estado de modo aprendizaje, dejando de focalizar la atención en emociones y pensamientos asociados del hipotálamo, de Dispenza.
En este apartado quisiera exponer algunos planteamientos ya analizados por diferentes psiquiatras, filósofos y psicólogos relacionados con el establecimiento de las fronteras entre la locura y la cordura. Y a parte de finalizar el apartado una vez concluidas las presentaciones de los que ya saben, desde mi punto de vista, quisiera adelantar, que las diferencias radican fundamentalmente en la existencia en los trances, muchas veces permanentes de crecimiento, de Compasión y la Conciencia puros (ya que no existe juicio). Y más aún, antes la Conciencia, pero con la necesidad de la incubación e internalización del que lo vive hasta la aparición de Compasión a través de la práctica. La verdad es paradójica y contradictoria. Y el crecimiento duele porque no se sabe uno creciendo, y el arrancar conceptos y apegos solidificados como reales en nuestros órganos desde la aparición del hombre, y antes, duele como ser operado sin anestesia.
En obras consultadas se dice que el místico y el loco, navegan en el mismo mar, pero mientras el primero nada, el segundo se ahoga. También, en particular opinión, me gustaría añadir que el primero igualmente muchas veces se ahoga, pero con la total convicción y sabiéndose rescatado aunque se está ahogando. El loco no suele meditar, no relativiza, cree lo que ve como real, intelectualiza y solidifica. La diferencia entre espiritualidad y esquizofrenia es muy compleja y en psicología transpersonal los autores han opinado al respecto.

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