lunes, 7 de junio de 2010

Las Celulas y su Memoria por José Manuel Bautista García

Trasplantes y Vida: …más allá de la inmortalidad

Fenómenos insólitos y órganos trasplantados



Por Jose Manuel García Bautista



El primer trasplante de órgano se realizo el 23 de Diciembre de 1954, fue el doctor Joseph Murray el pionero en este tipo de intervenciones y la institución que lo acogió fue el Peter Bent Brigham Hóspital en Boston (Estados Unidos). Desde aquella lejana fecha se han realizado ya más de 100.000 trasplantes con éxito en todo el mundo y a medida que avanza nuestra Ciencia y nuestra Tecnología también avanza las posibilidades de ampliación a otros órganos e incluso mimebros del cuerpo humano. Inicialmente estaba centralizado en trasplantes de corazón, pulmón, hígado, instentido delgado y pancreas pero hoy día ya es posible realizarlos tambien de extremidades como brazos y manos, córneas, orejas y, lo más novedoso y espectacular: rostros. La única parte del cuerpo humano que se resiste a todo este proceso de “cambios” es el cerebro que por la dificultad que conlleva y la imposibilidad, aún, de conectar a la médula espinal del receptor es por ahora imposible…pero se llegará generando otro interesante debate: ¿podremos vivir otra vida en otro cuerpo teniendo constancia y recuerdo de nuestra anterior existencia el cuerpo abandonado?

En esta increíble experiencia nos vienen casos de personas que habiendo recibido un órgano o miembro de un donante comienzan a sentir y vivir sensaciones, experiencias, recuerdos que no son suyos… que pertenecen más bien a aquel que nos donó parte de su vida. Por ello, tras un trasplante hay personas que aseguran conocer la vida de la persona a la que pertene´cía este órgano que ahora le permite vivir sin otra complicación añadida más que aquella derivada del propio trasplante. Este conocimiento no sólo se queda en saber el sexo o la edad del donante… En muchos casos, esta sensación ha ido más allá, manifestándose en visiones de vidas que nos las del receptor del órgano, recuerdos de vivencias, personas e incluso actitudes, o aptitudes, del donante en vida.



Experiencias increíbles en algunos receptores de trasplantes

Y no es ciencia ficción ya que la propia Medicina atesora entre sus experientes médicos alguno que constituyen por si ólos un auténtico expediente X del misterio. Asi, llegamos a conocer estos casos que hoy nos impresionan y que están sacados de los propios archivos médicos de las más prestigiosas instituciones médicas del mundo. Es difícil ilustrar todo esto cuando nos referimos a trasplantes y trasplantados, pero el caso de Danielle bien podría servirnos de guía e hilo conductor de todo esto. Su caso sirvió de fuente de inspiración para un libro e incluso una película. Una chica llamada Danielle recibiño el corazón de un chico de 18 años que falleció en un accidente de tráfico. Todo parecía normal en la vida de la receptora si no fuera por una extraña circunstancia: el chico era músico y compositos de poemas. Un año después de su muerte, sus padres tuvieron fuerza para acceder a la habitación del chico y encontraron una carpeta con textos obra de él. En un ode ellos se podía leer cómo había pronosticado, de alguna forma, su muerte de forma cercana e incluso hacía una alusión claro en el título que decía: “Danny, mi corazón es tuyo”. Además la receptora aseguraba que sentía desde el día del trasplante “como si otra persona viviera dentro de ella” y cantaba una canción para ella desconocida, casi sacada de su cabeza que se llamaba: “Danny, mi corazón es tuyo”. Danielle sentía como si aquel chico fuera una suerte de amante. Además era capaz de ocntinuar cantando sus canciones sin conocerlas ni haberlas oído jamás. Despertó en ella un interés por la música que nunca antes habría sido posible. Podía, según afirmaba, oír al donante en su interior, cantándole cada noche antes de dormir… “como si quisiera que su sueño fuera dulce tras una dulce canción”.

En otro caso de trasplante de corazón vuelven a surgir fenómenos tan extraños que sería difícil explicar su naturaleza… Al fellecer un bebé de 16 meses se realiza el trasplante a otro de 7 meses. La madre de Jerry, el donante, era la vez doctora, y cuenta la experiencia de encontrarse con Carter, el receptor, como una serie de extraños sucesos: “en primer lugar, corrió hacia mi, al cabo del tiempo, como si hubiera visto a alguien muy familiar, y ras pedirme que lo cogiera en brazos, nos frotamos la nariz, era como lo hacía con mi bebé antes de su muerte… No se explicar lo que sentí, porque era como si tuviera a mi hijo en brazos. Durmió esa noche conmigo en mi cama, ya que no consintió irse con sus padres”. La madre del receptor se mostró muy sorprendida ya que, según afirmaba: “el chico era muy esquivo con las personas y me sorprendió lo que hizo”. Además ocurrió otro acontecimiento extraño al día siguiente: “estando en la iglesia se sontó de mi mano y fue corriendo hacia un hombre… Era mi marido, y no lo había conocido” comenta la doctora.

Sonny Graham, un estadounidense de 69 años, recibió un corazón trasplantado de una víctima que se suicidó (Terry Cottle). Tras recibir el trasplante Sonny comenzo a enviar cartas de amor a la viuda del donante, Cheryl Sweat, con el tiempo acabo casándose con ella, afirmando que “desde el primer momento que la vi era como si la conociera de siempre”. El receptor no hibiera vivdo más de seis meses si no hubiera recibido el citado órgano. Si presentar sigo de depresión y tras un grato tiempo de convivencia con su mujer, Sonny Graham se suicidó de la misma forma que lo hizo el donante de su corazón: con un tiro en la cabeza y en el mismo lugar: el cobetizo.

Sin embarho hay casos, a su vez, curiosos, como puede ser una posible vía de investigación que ocurrió en Alaska, donde una persona fue detenida por un delito de violación. Al realizarle la prueba de ADN se determinó que la persona que había violado a esta chica era él… si no llega a ser por el fin de semana de los hechos había dormido en un calabozo, acusado de conducción temeraria. Al parecer, su hermano receptor de médula espinal fue el agresor y el delincuente… Siendo ajusticiado por ello.

Cheryl Johnson, una mujer de Lancashire (Reino Unido) de 37 años, antigua vigilante de un campo de fútbol, experimentó un completo cambio de personalidad después de haberse somatido a un trasplante de riñón en 2008. Cheryl recibió el órgano de un hombre que murió como consecuencia de un aneurisma, y desde aquel día se interesó por la lectura y la cultura. Antes del trasplante unicamente leía novela rosa y tras la operación se sentía atraída por la lectura de Dostoievski o Jane Austen, que jamás le habían interesado. También su familia advirtió modificaciones en su carácter: “mi hijo dice que cuendo me hicieron el tansplante me volvíborde e irritable, y yo no soy asi”. Su donante tenía accesos violentos y tenía como autor favorito a Dostoievski…

Bill Wohl es otro receptor estadounidense, de 58 años, que recibiño en el año 2000 un trasplante de corazón en el estado de Arizona. Desde aquel momento afirma haber adquirido alguno gustos que tenía su donante. Tras la operación comenzó a gustarle la cantante “Sade” cuya música le resultaba estimulante: “sin saber por qué comencé a llorar y a mecerme al copás de la música”. Posteriormente tuvo la oportunidad de conocer a la familia de Brady Michaels, su donante, un hombre de 36 años, e hixo un misterioso descubrimiento: Sade era su cantante preferida”.

Encontramos otro caso en la figura de Paul Oldam, abogado de Milwaukee (Estados Unidos”, que recibiño un corazón de un joven fallecido en un accidente de tráfico. A partir de entonces, sin saber por qué, comenzó a comer caramelos se hizo aficionado al kayak, al esquí, al ciclismo de montaña… El donante fallecido, supo, era ficionado a todos esos deportes y a lso caramelos.

Dottie O´Connor, una mujer de 38 años de Bradford (Massachusetts, Estados Unidos) recibió un trasplante de pulmón hace diez años, sufría de vértigo. Tras el trasplante, la escalada se convirtiño para ella en una tradición, y cada vez que escala una montaña deposita en la cina una rosa amarilla en memoria del donante, un donante que era aficionado al alpinismo y ella misma declaró: “estoy convencida de haber heredado su hobbie, cuando escalo tengo la sensación de que él lo hace conmigo”.

Mucho se ha escrito sobre pacientes que, después de recibir un trasplante de algún órgano, empiezan a tener recuerdos que no son suyos, a experimentar sensaciones extrañas, cambios en el carácter o a soñar insistentemente con su donante. Estas historias han dado argumento a multitud de novelas y películas, pero esas experiencias, de las que tanto se habla, son tan raras en la vida real que se quedan en eso, en literatura.



Anonimato y Factores psicológicos

Mucho se ha escrito sobre pacientes que, después de recibir un trasplante de algún órgano, empiezan a tener recuerdos que no son suyos, a experimentar sensaciones extrañas, cambios en el carácter o a soñar insistentemente con su donante. Mucho se ha escrito sobre pacientes que, después de recibir un trasplante de algún órgano, empiezan a tener recuerdos que no son suyos, a experimentar sensaciones extrañas, cambios en el carácter o a soñar insistentemente con su donante. Estas historias han dado argumento a multitud de novelas y películas, pero esas experiencias, de las que tanto se habla, son tan raras en la vida real que se quedan en eso, en literatura.

La duda de cómo se sentiría una persona con un corazón o un riñón que no es suyo siempre ha levitado sobre los trasplantes de órganos. Y mucho más ahora cuando, además del pulmón o el hígado, se trasplantan también conjuntos de tejidos diferentes, como las manos, los brazos o incluso el rostro.

El rechazo al órgano recibido existe. Y existirá durante toda la vida del receptor. Pero es un riesgo fundamentalmente físico. Los expertos coinciden en que las ocasiones en las que una persona rechaza por algún problema psicológico el corazón o el riñón recibidos son extremadamente infrecuentes. Suelen darse sobre todo en personas que ya tenían con anterioridad algún desequilibrio emocional. Para los trasplantados, recibir su nuevo órgano es como renacer tras una larga espera y una penosa enfermedad. “Cuando llega, suelen hacer el órgano suyo rápidamente”, explica Miguel Gutiérrez, vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría.

Los propios trasplantados explican, además, que el hecho de que en España esté prohibido por ley revelar la identidad del donante, y que no se conozca de dónde ha llegado ese corazón o ese brazo que tanto necesitaban, es fundamental para su recuperación. “Por salud psicológica es preferible no hacerse una idea física de la persona de la que viene el órgano”, dice Emilio Bautista, presidente de la Federación de Trasplantados de Corazón. Bautista recibió un nuevo corazón hace ya 10 años, y explica que no se pregunta nunca por su antiguo propietario. “No es sano”, dice.

Tampoco se lo plantea Juan Báez. Este canario de 40 años recibió hace ya tres meses un nuevo pulmón que considera “un verdadero regalo”. No piensa en la circunstancia que desencadenó que recibiera el órgano. “Los accidentes ocurren. Nosotros no esperamos y no queremos que nadie se muera, pero aunque no necesitáramos el trasplante, la gente se moriría igual. No se puede pensar de otra manera… Si no, seguro que terminas rechazando el órgano”, cuenta.

En España, la legislación establece que el donante de órganos siempre debe ser anónimo. Sus datos están absolutamente protegidos. Sin embargo, como ha sucedido esta semana con el caso del primer trasplantado de rostro en España, a veces esos datos se filtran y el donante pasa a tener nombre, apellidos, familia y, a veces, hasta imagen.

Estas filtraciones son hoy cada vez menos comunes. Al principio, no. Antes, cuando los trasplantes que se hacían en España se podían contar con cuentagotas, era más común que la identidad del donante saliese a la luz. “Sobre todo en los lugares pequeños y cuando donante y receptor estaban en el mismo hospital”, recuerda Rafael Matesanz, Coordinador de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT).

Esa circunstancia llegó a provocar situaciones traumáticas para algunas familias. Bautista todavía se acuerda de algunas de ellas, como la de un trasplantado de Salamanca al que localizó la viuda de su donante. “Él era soltero y ella se había quedado sin su esposo, así que intentó varias veces entablar una relación sentimental con él porque llegó a pensar que en él quedaba algo de su marido”, cuenta. Eso, dice Matesanz, para el trasplantado, que había estado años esperando un nuevo corazón, fue muy doloroso.

”El establecer el anonimato del donante por ley es de sentido común, porque a veces cuando la familia del donante y el receptor se conocen se pueden establecer relaciones bastante viciadas. Y eso puede ocurrir igual con un riñón que con la cara”, sostiene Matesanz. “Conocer detalles del donante puede ser malo para el trasplantado. En esos casos, cualquier tendencia a imaginarse cosas raras se acrecienta y el rechazo emocional al órgano puede ser mayor”, afirma.

Sin embargo, Matesanz afirma que, en circunstancias normales, los casos de rechazo psicológico a un nuevo órgano son muy raros. “Los pacientes que necesitan un trasplante están en una situación tan grave que no están para plantearse ese tipo de dilemas emocionales”, dice. “El trasplante es la única solución que tienen, y sus problemas físicos son tales que los problemas psicológicos que podrían tener por recibir un órgano que no es suyo son muy raros”, sostiene.

Pero, para evitar esos conflictos, algunos pacientes reciben tratamiento psicológico. Terapias que tienen como finalidad ayudarles a asumir su nueva realidad. Un tipo de cuidados que, sin embargo, eran más comunes al principio, cuando la tasa de trasplantes realizados en España era pequeña. “Ahora el tema está tan rodado, tan asumido, que muy pocos lo necesitan. Antes, cuando los trasplantes eran heroicos, se veía de una forma distinta”, sostiene Matesanz.

La tasa de donación en España es de 34,2 donantes por millón de habitantes. Una cifra muy por encima de las 18,2 donaciones por millón de habitantes que tiene la Unión Europea de media.

Además, según Matesanz, estos tratamientos suelen estar más bien encaminados a apoyar a los trasplantados para que superen todo lo que han pasado antes de la operación -la dura enfermedad, la lista de espera…- que a ayudarles a que acepten el órgano donado. Ni Juan Báez ni Emilio Bautista, por ejemplo, han precisado tratamiento psicológico. Un tipo de cuidados que son más comunes en personas que han recibido órganos externos, según el coordinador de la ONT.

El paciente de 42 años que ha recibido la pasada semana un nuevo rostro en Valencia sí precisará tratamiento psicológico. Después de haber sufrido un tumor maligno que le dejó sin la parte inferior de la cara y sin la lengua y que le ha tenido 11 años alimentándose con una sonda, es seguro que necesitará ayuda para aceptar su nueva imagen. También la necesitará para asumir todo lo que pueda pasar después de la intervención -el rechazo físico, por ejemplo-.

Pero el paciente ya estaba preparado para todo ello. Para someterse a la operación, el receptor tuvo que pasar diversas pruebas psicológicas que determinaron que su actitud era la adecuada para recibir la nueva cara y que sus expectativas sobre la operación eran realistas. Ahora, tras la intervención, al duro tratamiento físico y a la rehabilitación a la que deberá hacer frente se sumará la terapia psicológica. Porque encontrarse de la noche a la mañana con un nuevo rostro, sobre todo cuando ha sido un proceso tan deseado y tan largo, es duro.

”Necesitará años de ayuda profesional psicológica o psiquiátrica para reestructurar su personalidad. Para adaptarse y enfrentarse a su nueva vida con un nuevo rostro”, explica Miguel Gutiérrez. “La imagen, la cara… es la persona. Es el cómo cada uno se ve a sí mismo. Cambiar la configuración del rostro afecta de una forma trascendente”, sigue.

Gutiérrez y otros expertos coinciden en que el paciente debe de seguir una terapia psicológica para sobrellevar el proceso de adaptación a su nuevo rostro. “Los pacientes de este tipo necesitan un tratamiento de readaptación a la vida. Igual que lo hubieran precisado si no hubieran sido trasplantados, porque es gente que normalmente ha vivido aislada y limitada por la deformidad de su rostro”, sostiene José Guimón, catedrático de Psiquiatría en la Universidad del País Vasco.

Guimón, experto en tratamientos de recuperación de pacientes que se han sometido a grandes operaciones de cirugía plástica y estética que conforman la apariencia física -grandes quemados, por ejemplo-, explica que la terapia en estos casos va encaminada a “descondicionar” al paciente sobre su imagen, ya que va a encontrarse aún desfigurado y siempre cambiante. “El rostro, además de que seguirá desfigurado durante bastante tiempo, irá modificándose constantemente”, cuenta.

El problema del rechazo psicológico también existe. “Puede que el paciente no se acostumbre a vivir con el nuevo rostro”, dice Gutiérrez. Lo que no es realista, dice Guimón, es la “despersonalización”, es decir, que el receptor tenga la sensación de llevar la cara del donante. “No es realista porque lo que quedará es algo muy distinto del rostro del fallecido”, sostiene. De hecho, la cara del receptor será muy distinta de la de quien le donó el órgano. La forma del rostro viene determinada, sobre todo, por la estructura ósea.

Pero, a pesar del tratamiento psicológico, el paciente tardará en acostumbrarse a su nueva imagen. A la francesa Isabelle Dinoire, la primera trasplantada de cara, también le costó un tiempo poder mirarse al espejo sin sobresaltarse. Se sometió a la intervención en 2005, y en 2007 todavía sentía que el rostro que le habían puesto no era suyo. “Jamás lo será”, dijo en una entrevista al diario francés Le Monde en julio de 2007.

Su recuperación psicológica no fue fácil, pero finalmente logró asumir su nueva realidad. Así, en 2008, tres años después de la intervención hizo por fin suyo el rostro que le habían trasplantado.

Clint Hallam, el receptor del primer trasplante de mano del mundo, no tuvo la misma suerte. Este neozelandés de 49 años, que había perdido la mano derecha en un accidente con una sierra mecánica, recibió en Francia un trasplante. Era el año 1998. Sólo tres años después, Hallam se hizo amputar la mano que le habían puesto, mediante una operación privada en Londres. Alegó “rechazo mental” hacia el nuevo miembro, que le hacía sentirse “monstruoso”.

El primer año tras la intervención todo fue bien. Podía volver a sostener una taza o lavarse los dientes. Luego, después de una de las crisis de rechazo físico que tuvo, comenzó a ver el miembro trasplantado como un elemento extraño y ajeno a su cuerpo.

Más tarde, la nueva mano se le llenó de pústulas. “He llegado a un punto en que no puedo más. Mi cuerpo y mi mente están hartos de esta mano y ahora soy yo el que la rechaza”, dijo a la cadena televisiva BBC justo antes de someterse a la intervención que le libraría de ella.

Los médicos que le atendían, sin embargo, sostienen que Hallam dejó de tomar la medicación inmunosupresora que los trasplantados deben seguir recibiendo de por vida para evitar que su organismo luche contra el miembro trasplantado.

El neozelandés tampoco gozaba, según Matesanz, que siguió muy de cerca el caso, de un perfecto equilibrio emocional. “Era una persona que ya tenía problemas psicológicos previos. Que había tenido una vida difícil y que no pudo acostumbrarse ni a la medicación ni a su nueva realidad”, sostiene el coordinador de la ONT.

La medicina aprendió mucho del caso de Hallam. “A raíz de eso solicitamos una extensa batería de pruebas que determinen que el paciente está en condiciones psicológicas para recibir este tipo de trasplantes de órganos internos”, dice Matesanz.

Algo que en los órganos internos, como el corazón o el pulmón, no se hace. Así, se consigue minimizar mucho el riesgo de rechazo psicologico al órgano.

-El autor cita como fuente de este punto de Información al ElPais.com-



La Ciencia busca explicaciones

La explicación de la Ciencia a los casos de extraños sucesos que viven los trasplantados: efector colaterales psicológicos de los potentes fármacos inmunodesupresores que son administrados para impdir el rechazo del órgano trasplantado, que sucede por que las defensas de nuestro organismo detectan diferencias en el código HLA de las células de este órgano con respecto al totl del individo, atacándolas como método de defensa.

En cuanto al conocimiento de la vida del paciente del cual tiene el órgano, es posible que el trasplantado acceda, de alguna forma, a la información, de donante, o que recuerde conversaciones por parte del personal sanitario a cargo de la operación antes, durante o después del proceso.

En nuestra búsqueda de respuesta encontramos al Dr.Robert Bobrow, autor de la obra “El Médico Perplejo” (Ed.Alba), quién nos comentó diversas posibilidades de explicaciones y sus experiencias médicas, y científicas en este y otros campos de la medicina con experiencias nos menos extrañas y sorprendente.

Una nueva vía de investigación queda abierta con la teoría de la “Memoria Molecular”, el Dr. Paul Pearsall afirma que “las células tienen memoria y que el corazón carga un código energético especial, que nos conecta con los demás seres humanos y con el mundo que nos rodea. El hecho de que las células tengan memoria es una ley básica de la naturaleza. Aun los más simples organismos unicelulares recuerdan cómo moverse, encontrar alimento, aparearse y evitar a los predadores. Los científicos llaman eso como memoria de la función, pero, si una célula puede recordar, es bien probable que muchas células juntas pudieran tener memorias más complejas y elaboradas. Las células del corazón son las únicas células rítmicas. Ellas pulsan incluso cuando están fuera del cuerpo, y cuando son colocadas cerca de otras células del corazón, se comunican entre sí y entran juntas en un latido rítimico. Las células del corazón retiradas por biopsia de un paciente y colocadas en un plato de laboratorio vibraron más rápido cuando a su donante le hacían un test en una cinta de ergometría, en una sala al final del corredor, bien distante del lugar donde sus células estaban siendo observadas. Investigadores de la Universidad de California, en Los Ángeles, transfirieron las memorias de gusanos. Investigadores del Instituto de Tecnología de California mostraron que un único electrón podía alterar las memorias de nuestros genes. Existen decenas de fascinantes descubrimientos en investigaciones que indican el principio de que estamos conectados de una manera que todavía no entendemos”. Conluye el Dr. Pearsall con algo más que una sentencia: “El corazón es mucho más que un mecanismo bombeador. No está al servicio del cerebro, sino que es un socio para formar con él nuestra organización interna de manutención de la salud”.

Quizás todas las células de nuestro cuertpo están conectadas por un sutil “hilo dorado” que les hece tener conciencia del todo del que forman parte y esas mismas células reviertan su “conocimiento” sobre el receptor de algún órgano o miembro primigenio del cuerpo original… La memoria celular obraría el resto de proezas que les hemos narrado… ¿Realidad o ficción” Permíntanme decirles que a veces la realidad supera a la ficción. Para la realización del presente artículo el autor a temado como fuentes:

“El Médico perplejo” del Dr, Roberto S. Bobrow (Ed. Alba).
“Memória de las Células” del Dr. Paul Pearsall (Ed. Mercuryo).
Medical Literature Analysis and Retrieval System.
“Neurociencia y conducta”, Pearson Alhambra, 1996.
Journal of the American Medical Association.
“Mechanism of the mind”, C. Blakemore, Cambridge,1977.
ElPais.com
“Diagnosis made by hallucinatory voices”,BMJ,1997.
“Vida después de la vida”, Raymond Moody. Edaf, 1992.
Correspondencia privada entre el autor y los Dres. Bobrow y Pearsall.

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