sábado, 23 de octubre de 2010

Del Corazón de la Inteligencia a La Inteligencia del Corazón

Corazón de la sabiduría

Corazón de la sabiduría

Las enseñanzas esenciales de Buda acerca de la sabiduría

por Gueshe Kelsang Gyatso

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La comprensión de la naturaleza última de la realidad, la vacuidad, es un elemento esencial de la visión y práctica budistas. El Sutra del corazón, una de las escrituras mahayanas más conocidas, contiene la esencia de las enseñanzas de Buda sobre la vacuidad y los métodos para cultivar la sabiduría que la comprende.

En este reconocido comentario, Gueshe Kelsang revela los significados explícito e implícito del sutra y los relaciona con los cinco caminos mahayanas que conducen hacia la iluminación total. También muestra un método en el que se combina una comprensión inicial de la vacuidad con la recitación del sutra para eliminar los obstáculos externos e internos que nos impiden ser felices.

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Todo es como un sueño

Otro ejemplo que se utiliza a menudo para ilustrar el significado de la vacuidad son las experiencias oníricas. Cuando soñamos, nuestras experiencias nos parecen reales. Algunas veces viajamos a tierras lejanas, nos encontramos con personas hermosas o con seres aterradores, realizamos diferentes actividades y, como resultado, sentimos placer o sufrimiento y dolor. En nuestro sueño aparece un mundo con sus propias leyes. En ocasiones, se asemeja al que experimentamos durante el estado de vigilia y a veces es un mundo extraño, pero en ambos casos nos parece real. Es muy difícil incluso sospechar que estamos soñando. El mundo que surge en nuestro sueño parece que existe por sí mismo, independiente por completo de nuestra mente, y reaccionamos ante él como solemos hacerlo cuando estamos despiertos, con deseo, odio, miedo, etcétera.

Si mientras soñamos intentamos comprobar si el mundo que experimentamos es real, por ejemplo, palpando los objetos que nos rodean o preguntándoselo a las personas que nos encontramos, lo más probable es que lleguemos a la conclusión de que sí lo es. La única manera de darnos cuenta de que estamos soñando es despertarnos, puesto que entonces comprobamos de inmediato y sin lugar a dudas que el mundo que experimentábamos en nuestro sueño era una ilusión y una mera apariencia en nuestra mente. Al despertarnos nos resulta obvio que nuestras experiencias oníricas no existen por su propio lado, sino que dependen por completo de nuestra mente. Por ejemplo, si soñamos con un elefante, este no es más que una apariencia en nuestra mente y no lo encontraremos en nuestra habitación ni en ningún otro lugar.

Si lo pensamos con detenimiento, comprobaremos que nuestro mundo de vigilia existe de manera similar al onírico, puesto que también lo experimentamos de forma vívida y parece tener existencia propia sin depender de la mente. Al igual que cuando soñamos, creemos que esta percepción es real y reaccionamos con deseo, odio, miedo, etcétera.
Asimismo, si analizamos nuestro mundo de vigilia de forma superficial, como hicimos con el onírico, para comprobar si realmente existe o no del modo en que aparece, reafirmaremos nuestra opinión. Si palpamos los objetos que nos rodean, nos parecerán sólidos y reales, y si preguntamos a otras personas, nos responderán que perciben los mismos objetos que nosotros. Sin embargo, no deberíamos aceptar esta confirmación de la existencia inherente de los objetos como definitiva porque con este tipo de pruebas no pudimos descubrir la naturaleza real de nuestro mundo onírico. Para entender la verdadera naturaleza de nuestro mundo de vigilia hemos de investigar y meditar con profundidad utilizando el análisis anteriormente descrito. Cuando entendamos la vacuidad de esta manera, comprenderemos que los objetos, como nuestro cuerpo, no existen por su propio lado. Como en el caso del elefante que aparece en nuestro sueño, no son más que meras apariencias de nuestra mente. No obstante, el mundo de vigilia funciona según la ley de causa y efecto al igual que nuestro mundo onírico lo hace siguiendo sus propias normas.

La experiencia de comprender la vacuidad se puede comparar con la de despertar. Cuando comprendemos la vacuidad vemos con claridad y certeza que el mundo que experimentamos es ilusorio y falso. Creemos que tiene existencia propia, pero cuando comprendemos la vacuidad nos damos cuenta de que es vacío por completo de existencia inherente y depende de nuestra mente. De hecho, Buda recibe el título de Ser Despierto precisamente porque ha despertado del sueño de la ignorancia.

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