El objeto del deseo, o el corazón que imagina y crea
Posted on Octubre 23, 2010 by Jose| Deja un comentario
El primer paso para fijar una visión en la mente conciente es elegir el deseo y transformarlo en un objeto práctico. Es decir, concretarlo de tal manera que no sea un deseo del tipo “quiero ser feliz” o quiero cambiar de trabajo, sino algo perfectamente concreto. “quiero un automóvil nuevo” podría ser. Tampoco debe ser demasiado concreto como “quiero un Prius” por que eso dificultaría las cosas y no nos interesa dificultarlas.
Una vez que el objeto está concreto, hay que verlo. Verlo, sentirlo, tocarlo, vernos en él, con él, usándolo, etc. Cual es el sentido de esto? Nada especial, sólo familiarizarnos con el objeto, hacerlo nuestro, incorporarlo a nuestra vida cotidiana. Y esto con el objetivo de que nuestro deseo se haga más fuerte a través de las sensaciones prácticas. La sustancia sabe lo que es un auto nuevo o lo que es un Prius, no debemos explicárselo o sentirlo para que nos entienda, es sólo que de esta forma nos volvemos uno con el objeto de nuestro deseo, y así expresamos mejor que de cualquier otro modo, nuestro deseo sincero, y nuestro propósito.
Esta etapa es un poco difícil, porque expresar el deseo mediante el mismo deseo, sin utilizar la mente, no es sencillo. Y no es que no debemos utilizar la mente, sino que primero imaginamos el objeto del deseo en nuestra mente, para luego desplazarlo hacia nuestro corazón, hacia nuestros sentimientos. Allí reside el secreto del secreto. Esa es la cuestión más fuerte y compleja a resolver.
Pensar con el corazón, o desear con la mente, son cosas que parecen incompatibles. Pero, al menos la primera, es posible. Pensar con el corazón es imaginarnos con la cosa deseada, pero sin necesitar verla en nuestra mente. Simplemente que la imagen se desplace hacia el lugar donde depositamos nuestros sentimientos, y ahí permanezca día tras día, sintiendo fervientemente su deseo y su inmediatez. Quiero decir sentir que estamos cerca, muy cerca, y que cada día que pasa se acerca más.
Muchos autores coinciden en que el que realmente obra los milagros es el subconciente. Por eso la mente conciente debe darle órdenes, puesto que el subconciente no piensa, solo materializa. La mente debe imprimir en el subconciente el objeto del deseo, para que éste a su vez lo transmita a la substancia universal, aquella que todo lo puede, todo lo sabe y todo lo materializa para nosotros.
Entonces hasta aquí tenemos dos pasos directos y simples para construir nuestro método de dominar la realidad que nos rodea: primero evitar que la mente divague, que se vaya para el lugar menos pensado. Concentrarnos en nosotros, y en nuestros deseos. Y para hacer esto, necesitamos concentrarnos en nuestro deseo en algunos momentos especiales del día o de la semana, y luego dejar que ese deseo viaje al corazón, al lugar de los sentimientos, y que lo ocupe totalmente con su deseo absoluto.
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