“Las mujeres de la actualidad practican juegos malabares en su quehacer diario para combinar hogar y trabajo, sin dejar de ser la columna vertebral de su familia, mientras que los hombres se sienten desarmados porque la nueva liberación femenina ha trastocado sus cimientos sociales y culturales, y aún no están preparados para convivir con estos cambios”, expresa Subirana, directora del Espacio Internacional de Creatividad, Valores y Coaching, Yesouisi.
En su ensayo Cómplices, esta terapeuta ofrece reflexiones para romper las relaciones de dependencia que esclavizan a ambos sexos, faltos de autoestima, sin pautas y sin un camino certero a seguir.
Manipulación y sutileza
Para Subirana, uno de los problemas en las actuales relaciones radica en que “el hombre manipula con la fuerza física y la frialdad, mientras que la mujer se vale de la sutileza afectiva, lo que hace aumentar el desacuerdo y provoca odio, en vez de enriquecerse con la complementariedad”.
Subirana califica la “feminidad dependiente” como aquella “en la que el amor es controlador, no deja respirar al otro ni a una misma, con lo cual las relaciones que nutren la dependencia mutua se vuelven asfixiantes”.
Por el contrario, una ‘“masculinidad dependiente’ se observa en hombres muy resueltos y resolutivos en su vida profesional, social y pública, pero que en su vida privada y de pareja se comportan como adolescentes”.
Con su amplia experiencia, Subirana constata que las nuevas generaciones abogan, de nuevo, por la tradición del núcleo familiar, donde buscan refugio, “quizás resentidas por las muchas familias separadas que han rodeado su entorno más inmediato”, matiza.
Ni víctimas, ni agresores
Sobre los malos tratos en las parejas actuales, asegura que nadie es absolutamente víctima o verdugo, sino que uno colabora con el otro: “La feminidad dependiente y la masculinidad tóxica mantienen una relación en el que los dos se convierten en dependientes, se comen el uno al otro y crean una relación parasitaria”, comenta la especialista.
La falta de respeto de la mujer hacia sí misma provoca que se “rebaje” frente a los malos tratos psicológicos o físicos, “con una incapacidad de respuesta total, a veces para mantener el equilibrio en la pareja, sin olvidarnos de que la mujer aprecia más el vínculo afectivo que su propia autonomía”, añade Subirana.
A su juicio, tras muchas décadas manteniendo un matrimonio convencional de compromiso y responsabilidad de los de “hasta que la muerte nos separe”, las personas han pasado a relaciones en las que impera “el deseo y el placer inmediato”.
“Mi objetivo es que hombres y mujeres aprendamos a relacionarnos sin dañarnos, a amarnos sin ataduras, a ser cómplices, recuperando y preservando nuestra identidad original y eterna“, experimentando la unidad en la diversidad”, subraya la profesional.
Sin dependencias tóxicas
Con su trabajo personal a través del estudio, la reflexión, el silencio y la meditación, Miriam invita a aprender a amarnos y amar al otro sin dependencias tóxicas y sin paradigmas que nos asfixien; a experimentar el verdadero amor, aquel que nos hace libres, y que surge del encuentro de dos enteros y no de la creencia o búsqueda de la unión de dos mitades.
“Las nuevas relaciones son aquellas en las que sumamos y, juntos, somos mejores; en las que dejamos de comparar, competir, criticar y sentir celos y pasamos a cooperar, unir, valorar y apoyar, y en las que hombres y mujeres somos cómplices para crear una realidad mejor para todos”, asegura Subirana.
Para la comunicadora Pilar Jericó, autora del prólogo del libro Cómplices, este ensayo tiene el poder de “provocarnos el cambio y está escrito por una mujer que es una maestra en lo que dice y aún más importante, en lo que hace”.
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