domingo, 8 de mayo de 2011

Abrir Corazones a Dios: Como los discipulos de Emaus

«Queridos amigos, Dios ciertamente marca la diferencia... Más aún, Dios nos hace diferentes, nos renueva. Ésta es la promesa que nos hizo Él mismo: "Ahora hago el universo nuevo" (Ap 21,5). Y es verdad. Lo afirma el Apóstol San Pablo: "El que es de Cristo es una creatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo" (2 Co 5,17-18). Al subir al cielo y entrar en la eternidad, Jesucristo ha sido constituido Señor de todos los tiempos. Por eso, Él se hace nuestro compañero en el presente y lleva el libro de nuestros días en su mano: con ella asegura firmemente el pasado, con el origen y los fundamentos de nuestro ser; en ella custodia con esmero el futuro, dejándonos vislumbrar el alba más bella de toda nuestra vida que de Él irradia, es decir, la resurrección en Dios[…]

Pienso en tantas lágrimas que muchos de vosotros habéis derramado por la pérdida de vuestros familiares, y no es difícil imaginar las sombrías nubes que aún cubren el cielo de vuestros mejores sueños... Leo en vuestro corazón una duda que me planteáis: "Esto es lo que tenemos. Lo que nos dices, no lo vemos. La promesa tiene la garantía divina - y nosotros creemos en ella - pero ¿cuándo se alzará Dios para renovar todas las cosas?". Jesús responde lo mismo que a sus discípulos: "No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí». (Discurso del Papa a los jóvenes de Angola, 21 de marzo de 2009)

Reflexión apostólica

A lo mejor en tu vida todo va bien: en la casa, en los estudios, en el trabajo, con los amigos, no hay ningún problema, incluso rezas y vas a misa los domingos, hasta que algo pasa: una sacudida fuerte en la vida, puede ser una enfermedad, una dificultad en la familia, la muerte de un ser querido. Todo se derrumba, todo se ve oscuro, sin salida y sólo nos preguntamos ¿Por qué?

Puede pasarnos lo mismo que a los discípulos de Emaús: nosotros esperábamos…

Ojalá que no se nos olvide que Dios, padre bondadoso y maestro sapientísimo, nos enseña que el camino de salvación eterna es el que Él mismo recorrió en la tierra: cargó su cruz, subió al monte y murió crucificado. Esa cruz es el sello del cristiano.

La vida no es fácil, afrontar los problemas y las dificultades, la tristeza y la desilusión es algo muy difícil si se está solo. Pero en este camino de nuestra vida, Cristo se acerca para acompañarnos, para caminar con nosotros, es más, viene para quedarse con nosotros en la Eucaristía, justo donde lo reconocieron los discípulos de Emaús.

Propósito

Participaré con más frecuencia en la santa misa y comulgaré para dejar que Cristo me acompañe en mi caminar.

Diálogo con Cristo

Ahora sé, Jesús, que estás junto a mí y que caminas conmigo. Quiero pedirte que no me abandones para que en mi vida brille siempre la luz de la esperanza, de la alegría y de la felicidad que sólo tiene quien se sabe amado y acompañado por ti.

“Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo”.

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