Muchos conocerán al prolífico profesor y autor de libros de autoayuda y desarrollo profesional Stephen R. Covey. La mayoría de sus publicaciones son utilizadas por los departamentos de recursos humanos de medio mundo para, siendo realistas, aumentar la productividad de la gente. Covey saltó a la fama principalmente por describir los siete hábitos de la gente altamente efectiva –que no productiva–, que aunque una implica prácticamente la otra, es mucho más bonito ser persona efectiva que productiva.
No es que descubriese la panacea a todos los males personales, no es que dijese nada nuevo, de hecho, mucho de lo que dice ya lo dijo Aristóteles. Pero claro, no es lo mismo un curso de “Aristóteles aplicado a la empresa” que la receta para ser altamente efectivo en tan sólo 7 pasos. Uno de sus grandes aciertos: el nombre. Este libro le permitió, entre otras cosas, enriquecerse y, según había oído por ahí, vivir del cuento de sus siete hábitos.
Dicho esto, me propuse buscar qué más había hecho el profesor Covey. Lo primero que encontré fue la creación del centro Franklin Covey, a través del cual comercializa todo tipo de cursillos y herramientas en torno a sus publicaciones tanto para empresas como a nivel privado. Parecía que sí que estaba tratando de estirar todo lo que pudiese sus 7 hábitos. Pero esas apariencias desaparecieron al seguir investigando y acabaron por confirmarse.
El Octavo Hábito, Los 7 hábitos de las familias altamente efectivas (teniendo 9 hijos y más de medio centenar de nietos le doy cierto crédito en este sentido), The leader in me (no os dejéis engañar por el título, trata de cómo un director de colegio implantó sus 7 hábitos en el modelo educativo del centro), Los 7 hábitos de los adolescentes altamente efectivos –escrito por su hijo Sean; parece que hasta él se subió al carro ¿por qué no?–, todo esto seguido de un largo etcétera. Sinceramente su 7 hábitos, el original, me pareció un buen libro, ameno y útil. Un libro que, aunque se venda en la sección de autoayuda, acaba ayudando tanto o más a los que están a tu alrededor como a ti. Ahora bien, se había pasado estirando sus 7 hábitos.
Fue al tiempo de bajar a Stephen del podio en el que le había puesto cuando me llegó por casualidad otro libro/programa/producto suyo: The 4 roles of leadership. Ya sólo me llamó la atención el hecho de que dejase de forzar que todas sus ideas pudiesen dividirse en 7, y está lo hiciese en 4. “Se le debe haber ocurrido algo distinto” pensé, así que decidí leerlo. Y cual fue mi sorpresa cuando lo hice, el gurú Mr. Covey lo había vuelto a conseguir.
Los cuatro roles, no del líder, sino del líder que consigue resultados efectivos, son los siguientes:
1. Encontrar caminos (pathfinding). Identificar el camino que conecta aquello que apasiona, recibir a los clientes con lo que a ti te apasiona dar. En palabras de un consultor de Franklin Covey: “tu organización no tiene per se el derecho a existir”, gánatelo. De este rol deducimos una premisa importante: difícil lo tienes para ser un buen líder si no haces aquello que te apasiona.
2. Alinear (aligning). Una vez identificado ese camino, hay que pavimentarlo, para así ser coherente con esa visión que hemos definido. En otras palabras “put your money where your mouth is”. Para ello hay que entender la estructura, las partes y el todo, el entorno sobre el que construir el camino.
3. Facultar (empowering): libera el talento, energía e implicación de tú gente para que puedan recorrer ese camino. Como explica el programa, sé el jardinero, no el mecánico, trabaja con la gente, no en la gente.
4. Modelar (modelling): recorre también ese camino. La confianza se genera de dentro hacia fuera. “Contraer compromisos genera esperanza, mantenerlos en confianza” (Blaine Lee).
Una vez más, parece que Covey no dice nada nuevo, y de hecho así lo creo; pero una vez más consigue simplificar una receta de forma clara y sencilla. El libro esta plagado de ejemplos reales, preguntas simples que podemos hacernos para evaluarnos en las distintas facetas, formas de ejecutar cada uno de los pasos, etc. Ante todo, como buen americano, es práctico; no propone utopías y modelos de liderazgo idealizados. Esta es, a mi juicio, la base de su éxito.
Las compañías de hoy en día están sobredirigidas y sublideradas. Dirigir no es liderar pero... ¿y liderar?, ¿implica dirigir? Desde mi punto de vista, sí. Hay un selecto club de organizaciones que cuenta con un aún más selecto grupo de líderes, y así lo muestran en sus resultados. ¿Significa entonces que buenos resultados implica buen liderazgo? No. Un buen líder no consigue buenos resultados, consigue los mejores resultados posibles.
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Hace 6 años
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